CAPÍTULO XX
TABATHA
Las horas parecían no pasar más y el reloj de la pared aún marcaba las dos y media. Terminar el día con historia contemporánea era, la verdad, un suplicio. Ginevra cabeceaba a mi izquierda mientras yo me dedicaba a adornar de dibujos el costado derecho de mi cuaderno de apuntes.
El celular vibró en mi mochila y cuando lo cogí una furia me invadió: otra vez el mismo número desconocido haciéndome preguntas. Desde que comencé a recibirlos hace algunos días no paraban de llegarme. De madrugada, de tarde, antes de dormirme o cuando estaba entrenando.
–Carajo –murmuré lo más bajo que pude para que la profesora no me regañara, pero lo suficientemente alto como para que Ginevra me escuchara. La miré y ella ya alzaba su fina ceja pelirroja interrogándome con la mirada.
–¿Otra vez?
–Otra vez –le mostré el mensaje mientras me mordía el labio inferior como siempre que estaba nerviosa o ansiosa por algo.
–Tabs, ¿le dijiste algo a Theodore?
La miré y neguécon la cabeza.
–Tabs, no quiero sonar paranoica pero no me gusta una mierda. Háblalo con él, ¿sí?
El timbre marcó el final de la clase, por lo tanto, el final del día. Ginevra se desperezó antes de tomar su mochila y caminar conmigo en busca de Tony.
–Hoy Brooke pasa por mí así que vueles con Tony –me dijo muy al pasar.
Una mediasonrisa se escapó de mis labios y me divertí viéndola esquivarme la mirada. Sabía que era mejor no presionarla, pero no pude aguantarme.
–¿Adónde irán?
Sus mejillas se tornaron de un color rojo suave que más que enternecerme me produjo risa. En ese momento Tony apareció en nuestro campo de visión saliendo de su clase y se unió a nosotras en nuestra caminata hasta la salida.
–¿Qué es tan gracioso, Tabs?
–Ginevra tiene una cita –y acto seguido recibí un codazo de su parte–. ¡Auch! Eso dolió Ginger –me quejé mientras me frotabami costado derecho.
Tony sonrió y Ginevra se colocó sus lentes de sol pasando completamente de nosotros.
–Compórtense, ¿sí? Joder, que son unos niños.
Mi amigo alzó sus manos en señal de rendición y yo me escudé detrás de su cuerpo.
–¿Qué harán? ¿Se besarán mirando el atardecer mientras comen del mismo helado?
La pelirroja no pudo evitar reír y una vez fuera se despidió de nosotros. Más rápida de reflejos, divisó a Brooke recostado sobre el capot de su camioneta. Nos saludó con la mano y Tony y yo le devolvimos el saludo. A lo lejos, vi a Lola sacándose los lentes de sol y dirigiendo ese tipo de miradas que conozco a kilómetros. Cuando vi a Gin besar brevemente la mejilla de Brooke pensé en todos los matices que tiene el amor.
Mi celular volvió a vibrar y cuando vi de nuevo el número desconocido en pantalla maldije por lo bajo.
–¿Qué sucede? –Tony tenía la mirada clavada en las calles.
–Un gracioso no para de mandarme mensajes.
Tony aparcó el auto de golpe.
–Muéstrame.
Le tendí el móvil y a medida que leía,su cara de preocupación iba en aumento.
–Tabs –me devolvió el móvil–, en el lugar donde me crié me indica que recibir esos mensajes es presagio de algo malo ¿Se los has mostrado a Theodore?
Y de nuevo Theodore. ¿Por qué debería mostrárselo? Mi amigo leyó mi mente y lo que me dijo zanjócualquier cuestión.
–Tabs, de un tiempo hasta esta parte todo lo que te sucedió, tanto malo como bueno, tiene que ver con él.
Tony me dejó en el gimnasio después de prometerle mil veces que iba a hablar con Theodore de los mensajes.
Joder, ¿cuánto cuesta la paz en mi vida? Una cuadra me separaba de Coyote por lo que afiancé mi bolso en el hombro y caminépensando en lo paranoico que iba a ponerse Theo cuando leyese los mensajes. Estaba tan metida en mis asuntos que no vi a la persona que venía justo de frente, por lo que colisioné contra él.
–Perdón –me disculpé.
Cuando alcé la vista, lo primero que vifue una enorme cicatriz que le cruzaba el lado izquierdo del rostro.
–No pasa nada –su acento mostró que no era de aquí–, yo tampoco iba prestando atención.
La sonrisa se le veía torcida producto de la cicatriz que rozaba su labio y una corriente eléctrica viajó por toda mi columna. Me alejé instintivamente y volví a afianzar el agarre del bolso.
–¿Cómo estás hoy?
Su pregunta me descolocó y me trajo a la realidad. Había sido muy descortés de mi parte quedarme tildada viendo su cicatriz. Murmuré una disculpa y seguícaminando. Voltear a verlo era tan o más descortés pero no pude evitarlo. Él también me estaba observando, pero no estaba solo. Un señor robusto estaba a su lado y yo podía jurar que lo había visto en otro lado. O en varios lados. No sé. En los días pasados estaba más paranoica que de costumbre. Intenté hacer una mueca que pareciera una sonrisa, pero dudo haberlo conseguido.