Los verdaderos hombres no matan coyotes

CAPÍTULO 21 - TABATHA

CAPÍTULO XXI

 

TABATHA

 

Era sábado por la noche y estábamos en el gimnasio en una fiesta organizada por Darien. Tony, que ya estaba bastante borracho, bailaba con una Ginevra también borracha. La veía disfrutar y no pude hacer más que sonreír mientras tomaba un sorbo de cerveza. Ginevra era mi otra mitad, cuando ella estaba mal, repercutía en todo mi cuerpo, en mi humor. Cada fibra de mi cuerpo sentía lo que ella.Y como si nuestras mentes estuviesen perfectamente sincronizadas, como si supiese que estaba pensando en ella, volteó a verme. Sonriendo resplandeciente y me invitó a bailar.

La música estaba alta y había mucha gente esa noche en el patio del gimnasio y mientras bailaba con Ginevra y Tony, nada más importaba. Estar con ellos, con mis amigos, era una anestesia al cerebro. Como si no me importase nada más que disfrutar del pelo pelirrojo de mi mejor amiga alborotado, o los chistes ocurrentes de un Tony borracho. No había acosador ni un Thomas destructor cerca para opacar ese momento. Porque ahí, en ese preciso instante, lo único que me importaba, estaba cerquita de mí.

Logré conectar la mirada con Theodore, que se encontraba apoyado en la baranda, fumando un cigarro. Joder, que había hombres lindos, pero Theodore tenía eso que me resultaba un imán. Los polos opuestos complementarios. Y me estaba mirando, con esa mirada que lograba traspasar todo, que me ponía la piel de gallina y esa sonrisa que lograba arrebatarme hasta la cordura.

En los días pasados, Theo nose había despegado de mí. Me recogía del instituto y me acompañaba a casa. Él creía que yo no sabía, quería hacerme notar que era lo másnormal. Que me cuidaba porque estábamos juntos, porque algo de mí parecía ser suyo y lo estaba cuidando. Pero no. Días atrás me había hecho entender que no era por eso, que nada de mí le pertenecía. Que, aunque él no supiese muy bien lo que era querer y ser querido, sabía que las personas no les pertenecen a las personas. Que, todo lo contrario.

“Te equivocas, Coyote. No eres mía. Eres libre. Pero hay algo mío que está dentro de ti, y quiero cuidarlo. Porque me hace bien que lo tengas. Me hace bien que esté en ti”.

No me dijo qué y yo tampoco insistí.

Esos días pude conocerlo mejor. Theodore era simple. Completamente diferente a lo que uno piensa de él apenas lo conoce. Detrás del chico que mira todo como si lo aburriese, estaba el otro Theodore. El que me miraba concentrado durante horas mientras estudiaba o leía un libro. El que me pedía que cantase una canción. El que me decía que las estrellas brillaban para mí.

Era tan sencillo una vez que superabas esas barrerasque, al igual que yo, construyó a base de decepciones.

Theodore no era Collingwood, que estando con él creías que el cielo se despejaba porque no tenía oscuridad, ni tampoco Tony, que te tranquilizaba su manera pacífica de vivir la vida, ni tampoco se parecía a Darien, que veía el mundo con un filtro cínico. Y claro está, tampoco era parecido a Woody, mi chico de oro, que atraía todo lo positivo con su personalidad. Theodore no se parecía a ninguno de los hombres de mi vida.

Theodore era un huracán que arrasaba con todo. Que vivía su presente de forma abrumadora, lleno de adrenalina y de incertidumbre del después. Theodore era un alma enfrentada consigo misma. Lo bueno y lo malo de un ser humano conviviendo en armonía. Era no saber quién iba a ganar. Era guerra y paz. Todos los antónimos de este mundo. Como cuando peleaba, que cada golpe lo hacía retroceder para volver a empezar.

Y me generaba incertidumbre. De no saber qué iba a pasar al día siguiente o de no saber con cuál de todos los Theodore iba a encontrarme. Y me encontré diciéndome que me importaba poco, todos me gustaban.

Me hizo señas para que me acercara a ély antes de procesarlo ya estaba dirigiéndome a su encuentro. La remera blanca que tenía puesta contrastaba con todos los tatuajes de sus brazos. El pelo, como siempre alborotado, ya se encontraba más largo que cuando lo había conocido.

–Hola, guapo.

Quizá no me había dado cuenta deque estaba borracha hasta ese momento, que las palabras se me enredaron en la lengua.

–Estás borracha, amor.

La palabra amor saliendo de sus labios me estremeció. En sus ojos podía ver diversión y picardía mientras sus manos bailaban sobre mi cintura. Me reí suavemente mientras dejé que el pelo cubriera mi rostro.

–¿Bailas conmigo?

Alzó su ceja, esa que aún tenía un corte que la atravesabapor completo. En respuesta, me tomó la mano.

Estuvimos girando y riendo. Veía en su rostro esa sonrisa que prometía diversión mientras pensaba en besar cada uno de los tatuajes de su cuerpo, perder la cuenta y volver a empezar.

No supe en qué momento me generó ansiedad estar cerca de él. Pero no podía evitarlo, necesitaba tenerlo pegado a mi cuerpo, que su caja torácica vibrara cerca de mi espalda. Sonaba una canción, no recuerdo cuál, simplemente sonaba y nosotros bailábamos y nos besábamos entre risas adolescentes. Y por un momento, mientras lo miraba observándome como si quisiese grabar cada centímetro de mí en su retina, sentí miedo. Miedo de que Theodore fuese efímero, como un momento o una estrella fugaz. Y perderlo entre losmillones de personas de este mundo. Tuve miedo de ya no querer bailar más con nadie.



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En el texto hay: secretos, amor, peligro

Editado: 24.05.2021

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