Yoongi.
–¿Qué trajiste de comer? –preguntó Carol, que seguía recostada en mi pecho.
–¿Sonará raro decir que creo que encaja perfecto a mi lado? Si así es, no me importa, me encanta la sensación.
–Sándwiches de jamón, pollo y camarón –respondí, pues fue lo primero que se me ocurrió traer, luego de mi trago amargo con Allison.
–Muy buenas opciones, porque ya tengo hambre –dijo, levantándose del sofá, sin siquiera ayudarme.
Sí, yo también noté que tenía hambre, su estómago rugía de vez en cuando, aunque fingí no escucharlo. Me levanté del sofá, aflojando mi corbata, para luego, abrir un botón más de mi camisa. Carol ya había tomado un sándwich, dejando dos sodas en la mesa.
Me reí de su actitud tan desesperada al comer, rodeando su cintura con una mano, mientras tomaba un sándwich de jamón.
–Te pareces a Jhoath cuando comes, igual de desesperada por probar más que un solo bocado –señalé, dándole una mordida a mi sándwich.
–Tiene buen apetito, además, ya tenía mucha hambre.
–Me di cuenta, así como también, de lo bien que te llevas con ella.
–Es una chica muy inteligente y carismática, tiene una energía tranquilizadora.
–Coincido contigo. Jhoath es muy linda y abordable, pero con una fuerza y determinación muy grandes, ayudó a JungKook cuando más lo necesitaba.
–¿Le sucedió algo malo? –preguntó con interés. Asentí, soltándola para mirarla de frente.
–Al igual que tú, él sufrió de acoso en la escuela.
–¿Qué? ¿En serio?
–Sí, fue por sus compañeros de clase, niños caprichosos que les gusta aprovecharse del mas débil. Cuando entro a la preparatoria, se enamoró de una chica, pero ella es muy superficial y aprovechada, nunca lo amó, lo manipuló de tal modo, que comenzó a ser manipulado por otros.
–No puedo creerlo.
–Nosotros tampoco, cuando nos dimos cuenta. Yo fui el primero, cuando lo vi cojear hacia su cuarto. No sabes cómo se rompió mi corazón, cuando ese niño lo encubrió todo, diciendo que se lastimó al hacer ejercicio –recordé, sintiendo un malestar en mi pecho.
» Vi a ese niño desde que era un bebé, y cuando vi sus ojitos de venado, tibe esta necesidad de cuidarlo y protegerlo, pero no podía hacerlo, sin exponer su verdadera identidad.
» Todos sufrimos por la situación, Jin se sentía tan imponente e inútil, que pensó seriamente en revelar antes la identidad de JungKook, pero fue justo cuando Jhoath llegó para salvarlo.
–¿De verdad? –preguntó con alivio, recibiendo un asentimiento de mi parte.
–Esa niña lo defendió, lo cuidó, le enseñó a encontrarse de nuevo y a defenderse. Cuando los vi juntos, supe que ella era lo que necesitaba, y no me equivoqué en ello.
» No sólo le enseñó su calor, fuerza y capacidad, le enseñó un amor tan puro y bonito, que me dan ganas de hacerle un altar y santificarla.
–Jhoath es un ángel.
–Lo es, pero no se lo digas, yo siempre digo que es una diablilla –confesé, haciendo reír a Carol.
–Guardaré tu secreto –prometió, para luego, ladear su cabeza –. ¿Sabes? Acabó de darme cuenta, que a pesar de que estas en eso de querer saber mis secretos, acabamos haciendo otros.
–Estos son diferentes, porque son nuestros –mencioné, haciendo que se sonrojará levemente.
–Eso es agradable –murmuró.
Me acerqué a ella, tomando un mechón de su cabello, jugando con él entre mis dedos, mirándola directamente a los ojos.
–Es más agradable verte reír, que llorar. Tienes una sonrisa hermosa.
–Pensé que tenía una sonrisa seductora –se defendió, esbozando una de ellas.
–¿Por qué siempre que digo algo tierno, sales con una línea provocativa y sensual? –pregunté con interés.
–Me gusta provocarte –fue su respuesta.
Decidido. Carol es mi perdición, mi pecado y mi tortura. Pasé mi lengua por mi labio inferior, llamando su atención a dicha zona, notando sus pupilas dilatarse un poco.
–No juegues con fuego, puedes quemarte –le advertí.
–No seas curioso, la curiosidad mató al gato… Lil Meow.
–¡No, tú no! –exclamé frustrado, alejándome de ella, que no dejaba de reír –. ¿Quién? ¿Quién te dijo, para que mañana lo asesiné?
–Asesinar es pecado –señaló con diversión.
–Traicionar es pecado. Confiesa ya, Carol González.
–Lo haré cuando me venga en gana, no cuando tú me digas –aseguró, haciéndome gruñir. Mañana rodarán cabezas, no habrá piedad –¿Yoongi? –me llamó de pronto –Tú… ¿te gustaría entrar? –preguntó, señalando el cuarto donde vi una pintura.
–¿Segura? –pregunté con cautela.
–Sí, yo… quiero hacerlo –asentí levemente, así que soltó un suspiro, tomó el picaporte y abrió de golpe, entrando a la habitación.