BRUSELA
El día mantiene un toque lúgubre mientras camino por las desoladas calles del pueblo para llegar a lo que se podría llamar hogar.
O infierno
Otra falsedad más, a la lista de cosas falsas de mi vida.
Al girar la perilla, la puerta rechina por lo antigua y oxidada que está, demostrando sus años de edad. Las luces están apagadas igual que la casa desolada, siendo solo partícipes el asco de los recuerdos que llegan a mi mente al ver cada parte de esta mugrienta pocilga llamada hogar.
Dejo la mochila en mi cuarto mientras recorro la casa confirmando que no haya nadie más. Mientras estoy por entrar a la cocina, escucho un vidrio romperse en mi habitación, lo que alerta mis nervios y provoca múltiples miedos revividos del pasado.
- Mamá - la llamo esperando su llegada mientras gruesas lágrimas bajan por mis pequeñas mejillas.
Pero solo observo un rastro de sangre en el suelo, lo sigo dándome cuenta de que la sangre se convierte en pétalos rojos, rojos claros después oscuros hasta un rojo carmesí y al final un negro. Alzo la vista encontrando un cuarto que nunca me dejaron abrir, donde encerraban a madre todas las noches y despertaba inconsciente y llena de cortes en el pasillo.
Pero por más que preguntara el por qué de le hacía eso aquel hombre malo... aquel monstruo, ella siempre respondió con una pequeña sonrisa, me acariciaba las mejillas y me decía que estuviese tranquila.
Pero un día la noche llegó y con ella la oscuridad llena de monstruos que atormentan a los demás.
- Ella no volverá - me susurra aquel monstruo mientras reprimo mis pequeños sollozos - Ella nunca te amó, solo fingió quererte.
Por más que preguntara el por qué, las respuestas eran respondidas con el viento que solo me susurraba pequeños secretos sin decirme la realidad.
Aquel día su cuerpo en los pasillos no se encontró, desapareció, ella en verdad no me amó... solo fingió y así mi infierno empezó.
Otro ruido de un vidrio rompiéndose me saca de mi trance, de mis pensamientos que se han vuelto con los años mi infierno personal.
Con las manos temblorosas, tomo un cuchillo mientras mi mente sobre piensa.
¿Alguien entró a la casa? ¿Van a robar? ¿Es el supuesto artista? ¿Qué pasa si es un asesino?
Mis pensamientos se vuelven un martirio y mi mente una muerte lenta llena de agonía y desespero por la respuesta a las preguntas del momento.
Un tercer ruido se escucha, mientras la ansiedad provoca un aumento de mi pulso, mis manos tiemblan mientras sostengo el cuchillo con fuerza.
Me dirijo lentamente a mi habitación, procurando ser silencioso y precavido en cada movimiento que hago. Al llegar, observo dos ladrillos y una roca.
Observo a los alrededores sin encontrar presencia alguna, solo pedazos de vidrio y una ventana rota.
Nos vieron de ricachona
No es momento para tus estupideces.
Me acerco lentamente a los ladrillos observando dos notas pegadas a ellos, quito los nudos para observar el contenido de la nota mientras me siento observar, pero por más que mire a los alrededores no encuentro a nadie.
Me estoy volviendo paranoica
Al sacar la primera nota, la desdoblo observando una rosa roja dibujada, frunzo el ceño sin entender... ¿un admirador?, mi ansiedad incrementa más al no entender la situación. Desdoblo la siguiente mientras observo la frase escrita.
Mi respiración se corta, mis ojos no pueden creer lo que leen, mientras me repito en la cabeza el por qué me suceden estas cosas.
Abro la puerta precipitadamente mientras tomo un paraguas y salgo apresurada de aquella pocilga buscando a Andrea. Corro varias calles mientras la lluvia empieza a caer y el cielo oculta su alegría por una momentánea melancolía.
Al llegar a su casa, no observo a nadie, ni siquiera por las ventanas, lo que me llena de pensamientos negativos.
- ¡Andrea! - grito con todas las fuerzas posibles sin recibir respuesta alguna.
Observo desesperada la calle buscando gente vestida de negro.
El cementerio
Corro rápidamente al cementerio mientras rezo para que no le haya pasado nada malo. Al llegar, siento que puedo respirar con tranquilidad.
Observo a Andrea de lejos, sola en una tumba, mientras su vestido negro se pega a su delgado cuerpo y su cabello castaño se ve más oscuro de lo normal. Su vista se encuentra en el cielo nublado mientras la lluvia la envuelve junto con el sonido de algunos rayos.
Una escena digna de retratar en una pintura.
Me acerco lentamente, ¿qué pasará por esa pequeña cabecita?
- No sabía que eras suicida - del resfriado que te va a dar.
- ¿Qué haces aquí? - pregunta con sorpresa sin querer mirarme a los ojos.
- Estoy aquí para cuidar a un alma perdida - respondo burlonamente tratando de aliviar la tensión del ambiente.
Nuestras miradas se encuentran y me quedo hipnotizada observando esos ojos tan únicos de un color tan verde como un bosque de pinos en primavera. Algo único en ella que le proporciona una profunda belleza acompañada de sus incontables pecas, pero sus ojos se encuentran opacos, apagados como si su brillo se lo hubieran arrebatado dejándola simplemente como un alma lúgubre, sino acompañada de las tumbas penumbrales.
Mientras la observo, pienso en aquella amenaza sin olvidar las palabras de advertencia referente a Andrea.
No entiendo el por qué me preocupo por su estado, por qué corrí muchas calles bajo la lluvia solo para saber si seguía respirando. No sé por qué hago lo que hago.
Puede ser debilidad, pero ella no es mi amiga, solo alguien que conozco de la cual no quiero sentir otro cargo de conciencia.
Mentira
Las amistades son una falsedad, una simple fachada para un maldito círculo social en la sociedad y no arriesgaré más de lo debido por una simple fachada.
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Editado: 14.11.2024