Canción: Heather
Fue un día de diciembre, cuando sobre las desconsoladas calles, pintadas por la espesa nieve que danzaba con pasimornía, caminaba con lentitud, con la cabeza gacha y las manos en mis bolsos. La fría brisa se escabullía por los finos agujeros de mis ropas, brindandome escalofríos que se esparcían por todo mi cuerpo, disfrutando cada rastro que dejaban atrás. Recuerdo que podía escuchar la melodía que cantaban las campanas a lo lejos, recuerdo como sobresalían algunas notas de villancicos sobre las moradas, recuerdo que algunas personas dejaron a la periferia la vista de sus casas por la ventana. Todo olía a navidad, desconsolador cuando la única compañía que tenía no era nada más que mi roto corazón.
Tus palabras bailaban en mis oídos, cada letra golpeando cada milímetro de mi tímpano. A pesar de que habían pasado horas, en las cuales me encontraba vagando por la soledad de las calles, el dolor seguía siendo palpable, tal y como la primera vez. Deseaba poder apagar mis sentimientos, poder apagar todo por un momento y tomar un respiro, porque ya me estaba agotando, mis fuerzas se estaban apagando.
Seguí caminando hasta llegar a una banca sola en medio de unos frondosos árboles. Me senté a pesar de que el helado metal contribuyera a los temblores de mi cuerpo, ignoré el frío que se instalaba en cada nervio y solo me dediqué a observar la desolada vereda. Suspiré, observando como una pequeña nube de vapor escapaba de mis finos labios, mientras una gota resbalaba por la poca calidez que aún mi mejilla poseía.
Obtuve mi redención, una que jamás te pedí, todo lo que deseé fue haber permanecido a tu lado sin importar nada. Ignorando las peleas y la indiferencia y solo enfocándome en el debilitado amor que se dedicaba a mantenernos unidos. Solté una pequeña risa, una que salió ahogada debido al nudo en mi garganta.
Mi mente estaba en completo movimiento, era un caos activo, al cual no encontraba una forma para detenerlo, tu eras el único que podías hacerlo. En cambio, en ese momento me veía obligado a buscar una manera por mi mismo, porque hiciste lo que prometiste no hacer, sabias que me dolería y aún así lo hiciste.
En fin, me quedé en esa banca por horas, en medio de un frío tempestuoso, de una soledad abrumadora y de una rotura que me quemaba vivo. Cuando decidí moverme todo mi cuerpo se sentía entumecido, era difícil mover cada músculo; sin embargo, subí mis piernas a la banca y me recosté en ella, colocando mi cabeza sobre mis esponjosos guantes. El frío aumentaba, pero no tenía el valor para volver a casa, no después de lo que pasó.
Una de las cosas que siempre odié, fue ver tu expresión al acabar alguna de nuestras confrontaciones, era peor a comparación del dolor que tus acciones causaban. Fue, ¿por qué siempre estaba cansado? ¿por qué apenas quería salir de la casa? ¿por qué yacía todo el día en la cama? ¿o fue por qué siempre me escondía en el baño para llorar?
Subí el cuello de la chamarra hasta mi boca, tal vez para ocultar el sollozo o buscar un poco de calor, no lo sé. Mi mente estaba nublada, tal vez por el frío o por tus palabras, no sé. Solté otro sollozo que salió con dificultad de mi garganta. A esto te referías, al parecer mi inseguridad fue una gran contribuyente de nuestros problemas, pero no puedo hacer que desaparezca, todo lo que me pasa es consecuencia de lo que sucedió en mi pasado.
Mis temblores aumentaban, a tal punto en el que mis mandíbula había tomado movimiento propio. Necesitaba un poco de calidez, la que me brindaba mis cómodas sábanas o a la que estaba acostumbrado, la que se encontraba dentro de tus brazos. No podía soportarlo más, cada día era más difícil de lidiar con toda la mierda que juntos creabamos, estaba acabando conmigo, los pocos castillos que aún se mantenían en pie comenzaban a tambalearse.
A veces me preguntaba, ¿de qué servía seguir juntos cuando ninguno estaba dispuesto a cambiar? A veces descubría cosas nuevas de ti que me dejaban anonadado, a veces descubría tu crueldad y a veces descubría tu poder de amar. Las lágrimas comenzaron a salir, primero una y después otra, quien trajo un mar entero consigo, sin embargo, eran silenciosas y no pude estar más agradecido.
Me quedé en esa posición por lo que parecieron horas, pero en realidad, eran minutos. Mi mirada se quedó fija en uno de los tantos árboles que adornaban el parque, me enfocaba en los copos que quedaban atrapados en sus hojas, algunos caían libres y otros se quedaban. Tal como tu y yo, tal vez tú eras el árbol y yo el copo que cayó en tus hojas, sin embargo, tu textura cada vez era más distante permitiendo que me resbalara, para así caer y luego desaparecer. Asentí para mi mismo y cerré los ojos.
No me dormí, porque aún podía escuchar el canto del viento y un sonido en particular, el cual llamó mi atención pero no logró que abriera los ojos. Eran pisadas, podía escuchar cómo se hundían bajo el manto de la nieve, una tras otra, tal vez alguien iba a matarme; me asuste, y lo hize aun más cuando sentí una cálida mano en mi hombro.
Me sobresalte sentandome en un solo movimiento, con un corazón bombeando asustado mientras que mis ojos buscaban a mi próximo atacante. Mi respiración se detuvo por un momento, impresionada por lo que estaba viendo, por lo que creía haber perdido.
Ahí estaba él, brillando como usualmente lo hacía. Con su cabello rubio alborotado incapaz de acomodarse, sus largas pestañas cargando una mezcla de copos y agua, lágrimas que complementaban sus lisas y suaves mejillas como la porcelana y esa mirada, que le daba significado a todo pero a la vez se lo quitaba.
Nos observamos por unos largos minutos, ninguno se movió, ni habló, sólo nos quedamos ahí ahogados en nuestra mente hasta que tu tomaste la palabra.
—Hace frío —dijiste con la mirada baja. Me quedé serio por un momento, hasta que una de mis comisuras comenzó a alzarse hasta formar una sonrisa y, cuando tu la viste fórmulaste la tuya. Arte, así podría describirla—. Lo siento —te disculpaste, todo en ti se debilitó por un segundo. Llevaste una de tus manos hacia mis mejillas para limpiar los restos de tristeza que nuestra pelea había dejado.