Canción: The one, Kodaline.
Se dice que algo tan insignificante como el aleteo de una mariposa, puede terminar ocasionando un desastre al otro lado del mundo. Cuando una mariposa vuela por los cálidos aires de Brasil, su efímero aleteo tiene la capacidad de crear un poderoso tornado en el centro de Texas. Según el sistema de Lorenz, existe una dependencia sensitiva en condiciones iniciales, la clara marca del caos.
Podemos poner un punto en estado inicial y observar cuál es su evolución. Mientras se mueva es claro que jamás volverá a estar en alguno de sus estados iniciales. Por otro lado, cuando se agrega un punto más, la pareja del primero, continuarán siguiendo el mismo camino que ambos trazan, evolucionan juntos. Hasta que llega un momento en el cual comienzan a diverger, tendrán trayectorias distintas en cualquier aspecto.
A esto se refería el Sistema de Lorenz. La teoría del caos. Un sistema caótico. Un concepto perfecto para nosotros. Formamos una mariposa
Porque si hubiesemos hecho las cosas distintas desde el inicio, sin importar lo pequeño que fuera habríamos obtenido un final distinto, tal vez estaríamos en la misma trayectoria. Sin embargo, todo es impredecible, éramos impredecibles.
Días después de esa inesperada visita, mi corazón parecía vivir en una constante taquicardia, mis manos en un constante terremoto y, mi cabeza en una completa cacería. Mantenía mi celular cerca, lo llevaba a todas partes a causa del temor de que lo encontrarás tú y yo no estuviera ahí para contestar.
Cuando caminaba por las calles sentía miles de miradas estudiando cada uno de mis pasos, cada uno de mis movimientos. Había veces en las que corría y llegaba a nuestra casa con gotas espesas de miedo escurriendo por mi rostro, con una presión en mi pecho que bloqueaba la respiración y causaba destellos negros en mi periferia.
Comencé a vivir con un miedo temporal, una experiencia con la que esperaba no volver a reunirme. Cuando estábamos viendo una serie, mi mente era incapaz de concentrarse en las escenas; no me era posible estar centrado en alguna actividad sin que el miedo me estuviese acechando.
—¡Adivina, adivina, adivina! —El azote de la puerta al cerrarse me hizo levantar la mirada de la humeante chimenea, tenía una sábana sobre mis hombros que me mantenía cómodo y seguro. Al verte entrar me pare del frío mármol y fui hacia ti.
Estabas feliz, tu chispa era contagiosa, solo con verte el Sol recuperaba su capacidad para salir y terminar con la tempestuosa tormenta.
Terminaste con la poca distancia corriendo con pequeños saltos y terminaste con uno último para quedar frente a mi.
—¿Qué sucede? —pregunté con entusiasmo al ver el tuyo.
—¿Recuerdas ese premio que sería otorgado a quien tuviera el mejor desempeño académico? —vociferaste con voz animada.
—Por supuesto —asentí con una pequeña risa.
—Bueno, ¿adivina quién lo ganó? ¡Nos vamos a Yancheng, China! —gritaste abriendo los brazos con un sobre en su mano.
—¿Qué? Sabía que lo lograrías —felicité brindándole un abrazo. En ese momento, sentí una vibración en mi bolsillo poniéndo todos mis sentidos alertas. Ignoré la presión en mi garganta y te mire.
—La verdad yo no. Para serte sincero, mis calificaciones no iban por un buen camino al inicio del curso —sinceraste encogiendo tus hombros.
—¿Cuál fue tu promedio? —pregunté con curiosidad ladeando la cabeza.
—Eso que importa. Vamos a empacar —avisaste con entusiasmo subiendo las escaleras de dos en dos. Reí hasta que ya habías desaparecido.
Cuando estuviste fuera de mi campo visual, saqué mi celular con rapidez y abrí la bandeja de mensajes. Un número desconocido ocupaba el primer lugar. Así que, con todo el control que logré juntar, lo seleccioné.
Disfruten de su viaje a Yancheng, China.
Dejé caer el dispositivo en el sofá y, lleve mis manos a mi cabello para jalarlo con fuerza. Mis piernas cedieron ante la presión que había sido puesta en mi mientras mi cuerpo buscaba una manera de dejar salir el dolor que acumulaba dentro, a través de lágrimas.
—No, no, no, no —repetía una y otra vez. Intentaba reprimir mis sollozos, los dejaba atorados a la mitad de mi pecho, lo que trajo como consecuencia un desconsolador dolor de cabeza.
—¿Amor, ya vienes ? —Tu voz encontró una manera de hacerme salir de mi trance. Así que limpie con mis palmas mis lágrimas y me levanté con un suspiro. Carraspee con la garganta y hablé :
—Estoy allí en un momento —canturree. Fui al baño con pasos apresurados, ya estando ahí me lavé la cara hasta estar lo suficiente sereno. Me observé al espejo, solo me notaba un poco más cansado, nada que decir que, me quedé leyendo libros las últimas noches, no arreglara.
Subí las escaleras con lentitud, cada paso pesaba más que el anterior. Cuando llegué a la habitación tú ya tenías las maletas encima de la cama, doblabas las ropas y las acomodabas. Te observé por un momento, cada detalle, jamás me cansaba de admirar tu belleza. ¿Por qué ahora? ¿Por qué cuándo ya había logrado rehacer mi vida? ¿Qué ibas a hacer cuando te enteraras? ¿Me ibas a abandonar como todos lo hicieron? No podía perderte, no podía hacerlo.
Me pareció que tu sentiste mi mirada, ya que, volteaste a verme y me hiciste un ademán con la mano para que me acercara a ti.
—¿Todo bien? —preguntaste con preocupación ya estando a unos centímetros de distancia. Asentí.
—¿Me amas? —cuestioné con voz lastimera. Tu ceño se frunció un poco.
—Por supuesto, el tamaño del universo se queda corto —respondiste de inmediato. Bajé la mirada avergonzado por creer que ese amor no sería suficiente para combatir con todo. Aunque, no me equivoqué, ¿cierto? —. Hey, ¿pasa algo? —negué y me lanze a abrazarte, esperando que al esconderme también lo hicieran mis dudas. Tu correspondiste apretándome con fuerza—. Todo estará bien.