Hace mucho tiempo existió una vez una bella doncella, que con fuerza y valor siempre lograba defender a su reino de todo mal que le acechaba. Libró batallas en contra de grandes fuerzas, lideró ejércitos con éxito, y también se embarcó en intrigantes búsquedas en aras del conocimiento, aprendió diferentes técnicas e incluso algunos conjuros muy sencillos; pero sobre todo, aprendió a cómo enfocar toda su energía durante las batallas.
Ella no mostraba interés, pero el emperador del reino estaba obsesionado con aquella valiente doncella y había intentado llamar su atención de diferentes formas; le regaló joyas, vestidos confeccionados con las más finas telas, hizo diversas fiestas en su honor e incluso financió la mayoría de sus expediciones, sin embargo, nada le funcionó y aquella doncella jamás ofreció la oportunidad que el emperador buscaba.
Pero gracias a que nada pasaba desapercibido para la emperatriz, fue que ella sí notó aquel intento de cortejo por parte de su esposo y emperador, e incluso pudo percatarse de que aquella jovencita parecía estar incómoda con tantas atenciones.
Decidida a hacer algo al respecto, dado que sus conocimientos sobre magia eran escasos, la gran emperatriz emprendió un viaje a una tierra lejana, esperanzada en poder aprender lo necesario, como para terminar con aquella situación tan incómoda.
No es que estuviera muy celosa, porque si lo estaba, pero por razones muy alejadas a las románticas. Pero sobre todo, su mayor excusa ante todos era que, la soberbia mostrada al rechazar a su emperador debía ser castigada; ese era el pretexto que ella misma había comenzado a creer como cierto y fue el detonante de una campaña de desprestigio en contra de la doncella.
Sin embargo, desinteresada y ajena a todo aquello, la doncella vivía tranquila, en la pequeña choza familiar, a las afueras de la ciudad. Disfrutaba de aquella vida e incluso a veces anhelaba que su destino hubiese sido diferente, como para poder vivir siempre entre aquella paz, a pesar de que eso significaba que nunca habría visitado otras tierras, ni aprendido tanto sobre diversos temas.
Disfrutaba soñar con que alguien más era quien reclamaba su afecto, en lugar del molesto y viejo emperador.
Un día, mientras disfrutaba de un breve momento de paz y un solitario día de campo, a su improvisado campamento se acercó alguien inesperado.
—Espero no importunar —tan pronto notó su ropaje, supo que aquel intruso no pertenecía a aquella zona, aunque tampoco podía asegurar lo contrario.
Aquel hombre solo pidió un poco de agua, la cual recibió y como muestra de agradecimiento, otorgó una extraña gema a la doncella.
Aquel amuleto, le explicó, algún día tendría un tenue brillo muy diferente al actual y eso significaría, que estaría en presencia del único hombre digno de su amor. Pero no debía confiarse, pues eso no implicaría que él la amaría fácilmente o incluso, que la amaría; al menos de la forma en que ella lo esperaría.
Confundida, la doncella agradeció el obsequio y vio marcharse a aquel extraño, sin antes haber escuchado absolutamente todo lo que aquella pequeña piedra azul era capaz de lograr.
El tiempo pasó y durante una batalla, aquella piedra que portaba sujeta al cuello, comenzó a emitir un tenue calor en su pecho, calor que crecía poco a poco, conforme se acercaba al hombre que comandaba al ejército enemigo. Ella sabía lo que debía hacer e hizo todo lo que pudo por conseguirlo. Debía terminar con su enemigo y sin embargo; justo cuando tuvo la oportunidad, dudó al ver un tenue brillo proveniente de la piedra.
Él se percató de lo que sucedía con aquella guerrera y aprovechó la oportunidad para atacar, herirla y después, cuando la batalla terminó, al notar que ella aún vivía, la convirtió en su prisionera.
•••
—Y después; ¿Qué pasó con la guerrera?
—Eso te lo contaré mañana.
—Pero, mamá…
—Es hora de dormir. Además, esta historia ya la has escuchado muchas veces —la pequeña rió.
—Mami; ¿Cómo sabes esta historia?
—Tu abuela me la contaba y a ella se la contó su mamá.
—Y a ella también se la contó su mamá, y su mamá, y su mamá…
—Sí —la mujer sonrió—. Es una historia que no sé cuando surgió pero; ¿Sabes qué es lo más impresionante?
—¿Qué?
Sin borrar la sonrisa de sus labios, la madre de aquella pequeña sacó algo de entre sus ropas y que portaba al cuello.
—¡El amuleto de la guerrera! —no lo pudo creer y de un brinco salió de entre sus cobijas, para tocar aquella piedra azul que se sostenía de una fina y desgastada hebra de piel—. ¡La historia es de verdad! —era la primera vez que veía aquella reliquia.
—No lo sé. Me imagino que sí. Pero por ahora, ya te dije que tienes que dormir.
—No podré dormir después de esto —aseguró, volviendo al calor de sus cobijas.
—Duerme y mañana continuaremos con la historia.
La mujer se acomodó al lado de la pequeña y la cobijó, abrazándola y deseando que la historia fuera real y que también a ella le hubiera sucedido algo parecido.
—Solo es una piedra vieja, que ni siquiera tiene valor alguno… —con melancolía, se obligó a volver a la realidad.
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Editado: 21.11.2021