Ella era especial.
Más allá de lo que implicaba que fuera la portadora de un poder tan ancestral, que era considerado como una leyenda. Más allá de lo que implicaba que su origen se haya dado en otro mundo y más allá, quizá, de lo que él mismo podía observar.
Ella era especial, no solo para toda la gente de ese reino, sino también para él.
¿Por qué?
Tal vez porque le impresionaba la forma en que intentaba salir adelante, a pesar de los obstáculos en su contra. Tal vez porque había notado lo generosa que podía llegar a ser. Tal vez porque se daba cuenta de la clase de amor que era capaz de ofrecer.
Ella era especial para él, un hombre que no podía evitar fantasear con la idea de que ella podría tener una buena vida estando a su lado, un simple comisario con un pasado complicado y que la mayoría del tiempo dudaba de sus propias capacidades.
¿Cómo era posible que fuera descendiente de Cearbhall?
¿Cómo era posible que un guerrero como ese, hubiera reencarnado en él?
Tal vez, desde el inicio, ella sentía algo parecido y tal vez, ahora que sabía lo que esa leyenda implicaba en sus propias vidas, quizá, con un poco de suerte, al fin podría comprenderlo.
Pero no…
La única verdad es que, para ella tenía que ser aún más complicado que para él.
Quizá debía admitir que en realidad, ahora que la conocía mejor, aunque antes no se hubiera atrevido a hablar demasiado con ella, pero después de haber charlado durante la noche anterior, podía imaginar lo que para ella implicaba que sin previo aviso hubiera tenido que dejar, a su madre enferma, su trabajo e incluso, a ella misma.
Había llegado a un mundo en el que Lenora Larson no existía, había llegado a un mundo en el que sólo era reconocida como Aldara O’Collins, apellido que resaltaba lo sagrado del linaje del que provenía. Incluso así era como la identificaba el bracelett que llevaba.
Pero él seguía siendo Gallagher O’Doherty, portaba el apellido de un simple destructor, algo que sin duda, se identificaba a lo que muchas veces deseaba hacer, incluso con los sentimientos que experimentaba por ella.
Pero lo que sentía por ella era tan fuerte que la mayoría de las veces creía que lo superaba, y sin embargo, también era demasiado fuerte el deseo por destruir aquel sentimiento e incluso, por destruir lo poco o mucho que ella pudiera corresponderle.
Y sin embargo la amaba, no podía negarlo, y eso era lo que le obligaba a no hacer nada para dañarla o incluso para alejarse, era lo que le había llevado a ayudarla en más de una ocasión y sin que ella se enterara, aunque también era lo que le aconsejaba a no acercarse más de lo necesario a ella, porque a pesar de lo que hiciera o dijera, cuando llegara la Luna Ancestral, finalmente se marcharía y volvería a su vida normal, con su madre.
Ella misma se lo había dicho.
Y la entendía, la apoyaba; a pesar de lo que eso implicaba para su pueblo y para él mismo.
Pero habían acordado que esa noche serían felices.
Al menos suponía que ella lo estaba siendo, aunque todavía no estaba seguro de la razón por la cual la había llevado hasta su hogar, pero estar ahí, con ella…
—¿Tienes algo que podamos usar para?…
Era una tentación tan imposible de contener, que no pudo hacer más que apoderarse de esos labios que había anhelado tanto tiempo, aunque solo fuera por un breve instante.
—Dijiste que no tenías dobles intenciones —lo hizo sonreír.
—Cumpliré mi promesa —aseguró—. Sólo quiero estar tranquilo y fingir que tú no eres ella y yo no soy él.
Comprendió y aceptó de inmediato, para enseguida comenzar una agradable velada, sin llegar más allá de esos ligeros gestos.
•••
Al despertar, por un momento se sintió desorientada hasta que recordó lo sucedido durante la noche anterior.
Habían cenado, charlado, incluso él había insistido en que le mostrara un poco del baile que solía hacer antes, aunque por supuesto, tuvo suficientes pretextos como para evitar dar un show privado.
Sin embargo; recordaba haberse quedado dormida en el sofá mientras él contaba una de sus anécdotas laborales.
Era tan fuerte y valiente que por un instante se había sentido intimidada e incluso, por su mente pasó la idea de que, si ella no fuera Aldara y él Cearbhall, no la amaría, tal vez ni siquiera se habría interesado en alguien tan simple como ella.
Y sin embargo, ahí estaba, en su cama, sin saber cómo es que había llegado hasta ahí, aunque era claro que no había nadie más en el apartamento.
Finalmente se levantó, consciente de que se le había hecho tarde para el trabajo, y convencida de que tenía que comunicarse con Enedina, para que no se preocupara.
Su bolso estaba frente al sofá y al ver un par de cobijas amontonadas ahí, supo que Gallagher había pasado una noche incómoda.
Quería ordenar un poco, para que no pensara que solamente se había levantado y marchado; pero antes, se cepilló y ató el cabello para no sentirse tan desaliñada.
Comenzó por ordenar la alcoba, mientras imaginaba el día en que Gallagher le pidiera que se mudara con él. Seguramente despertarían juntos, le daría un beso de buenos días y mientras él tomaba un baño, ella le prepararía el desayuno, además de que recibiría otro beso cuando se marchara para trabajar. Estaba segura de que esa sería una vida agradable.
Aún no deseaba romper la burbuja que ambos habían creado durante la noche anterior.
—Seríamos felices —murmuró y sonrió al comenzar a doblar las frazadas que él había usado.
No había hecho mucho, pero esperaba que con eso fuera suficiente para poder causar una buena impresión.
Esperaba poder volver a estar ahí. Algún día. Quizá…
Tomó su bolso y dio un último vistazo, cuando la puerta fue abierta.
—¿Vas a algún lado?
—Gallagher… —le sorprendió la coincidencia—. Debo ir a trabajar. Llamaré a Epona para decirle algún pretexto, pero también quisiera buscar a Enedina, debe estar preocupada.
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Editado: 21.11.2021