—¿Lenora? —la siempre apresurada voz de Enedina, había endulzado su tono al la llamarla de esa forma—. Mi niña; despierta y vete a la cama —por un momento, tuvo la sensación de que su madre era quien la despertaba—. Te enfriarás y enfermarás.
—Ya voy… —balbuceó, tallándose los ojos.
De repente se estiró, sin percatarse de que la cortina estaba un poco abierta; sólo hasta que notó a Gallagher observándola.
—Ya voy —volvió a sumergirse en el agua.
—No te vuelvas a dormir —la mujer cerró la cortina—. Brian tuvo que marcharse.
Nuevamente se levantó con calma, procurando secarse bien, para luego vestir el camisón que le había llevado. Sólo entonces abrió la cortina.
—¿Y Enedina?
—Salió —comenzó a sentirse avergonzada por la forma en que la miraba y no se le ocurrió nada, más que ir a ponerse un suéter.
—No sé qué decirte… —balbuceó después de un lapso en silencio.
—No tienes que decir nada. Creo que no debí venir. Sólo quería…
—¿Qué?
—Me alegra que te haya ido bien en tu primer día como aprendiz de Gwyddyon —se levantó—. Te dejaré dormir. Te veré mañana.
—Gallagher —solo había dado tres pasos—. ¿Esto significa que tú y yo?…
—Somos lo que somos.
—Sí. Pero; ¿por qué?
—Porque eres Aldara. Por eso.
—Claro —le regaló una sonrisa ligera—. ¿Cómo olvidarlo? —encogió un hombro.
—Es difícil manejarlo.
—Entiendo. De verdad te entiendo. A veces también siento que tampoco soy dueña de mi propio destino, después de todo, me trajeron sin preguntarme si deseaba venir y lo sabes; pero… —hizo una pausa tratando de contener sus emociones y con calma dio la vuelta para acomodar su cama, esperando ser convincente con la tranquilidad que intentaba aparentar—. Para mí, tú siempre serás Gallagher.
—No sé qué decirte —tardó en responder—. Yo…
—Ya es muy tarde. Deberías irte —lo interrumpió, temiendo no poder controlar sus sentimientos durante más tiempo—. Descansa. Te veré mañana
Era claro que no sabía qué más hacer o cómo reaccionar, simplemente lo vió salir y detenerse frente a su ventana durante unos segundos, para después, cuando al fin se alejó, acurrucarse.
—Mi niña; ¿tu novio ya se fue?
—No es mi novio. Es mi jefe —la escucho reír.
—El alguacil es un buen partido —le platicó—. La que fue su mujer, era una gran amiga de mi hija. Ellas murieron juntas.
—¿En serio?
—¿Él es Cearbhall? —tuvo curiosidad, desde el momento en que notó el brillo en la piedra que su protegida llevaba al cuello.
—Eso creo —se sentó a su lado.
—Imagino que debe ser complicado para ambos. Sobre todo; sabiendo sobre tu deseo de regresar a tu mundo. Pero, Lenora; si él es Cearbhall…
—¿Qué?
—Tal vez es mejor que no lo sepas —negó con calma, guardándose el comentario de que aquel hombre ya había sufrido demasiado y volvería a sufrir si se marchaba—. Intenta dormir. Mañana será un día difícil para ti.
Después de una duda como esa, no creía poder conseguirlo, pero el cansancio aún era demasiado.
•••
Había comenzado la hora de su almuerzo y él aún no había llegado a la comisaría.
Su desánimo era casi palpable, todos lo habían notado, todos podían sentirlo.
—Pronto llegará. Tuvo que ir a la oficina central, ya sabes que cada cierto tiempo debe ir —Epona se sentó a su lado—. Trata de alegrarte. Nos estás afectando; ¿No te das cuenta?
—¿Yo?
—Ya todos saben que eres la Honorable Aldara. El rumor se esparció, dicen que Mona fue quien lo divulgó, aunque aún casi nadie sabe sobre el comunicado que Gwyddyon envió esta mañana. Pero es comprensible que aún no sepas cómo manejarlo. Por eso, debes intentar contener tus emociones.
—¿Dónde está Epona? —desde la recepción, se escuchó la autoritaria voz del Alguacil.
—Te dije que ya no tardaría —la vio sonreír, aunque sin entusiasmo.
—¿Epona? —vaciló al verla sentada junto a ella.
—¿Señor?
—¿Ohm? —la sonrisa que le dedicó antes de desviar la mirada, le pareció tan dulce que lo distraía, incluso sacudió la cabeza, tratando de mantener la compostura—. Necesito que corrijas el informe del festival —volvió a darle un ligero vistazo—. Termina tu almuerzo.
—Gracias, señor —permaneció otro par de segundos ahí—. ¿Viste lo nervioso que se puso al verte?
—Sí —no podía ocultar su sonrisa, a pesar de lo mucho que toda esa situación le atormentaba.
—Lo bueno de saberte feliz, es que el resto de la tarde todos seremos felices —terminó su último bocado—. Espera a que se lo cuente a Mona. Sentirá envidia por la información.
—No —le pidió—. Por favor…
—Sólo porque tú me lo pides y no soy tan informativa como ella —se levantó—. Es más. Fingiré sentirme mal, para que seas tú quien vaya a ayudarlo —volvió a hacerla sonreír.
—No es necesario —en el fondo, realmente deseaba evitarle un momento incómodo a Gallagher.
—Bueno. Iré antes de que vuelva a buscarme.
•••
Estaba confundido. Incluso más que antes. Pero en ese momento no había nada que pudiera hacer al respecto, gracias al evento fallido tenía asuntos más importantes que atender y haberse tomado la mañana del día anterior solo ocasionó que estos se acumularan.
—¿Cuántas veces te he dicho que sufres porque quieres? —Epona entró, dejando algunos documentos sobre el escritorio del alguacil, antes de sentarse.
—¿Cuántas veces te he dicho que planea irse? Además, cuando aparezca Cearbhall…
—Los dos son un par de testarudos. Sólo tienes que pedirle que se quede; además, todos los que los hemos visto juntos sabemos que eres Cearbhall.
—Es más complicado que eso —dejó los documentos en los que no había logrado concentrarse.
—Es complicado, porque tú lo haces complicado. Sólo tienes que decir “Lenora; te amo” y así de simple tendrás un tema menos entre tus preocupaciones —al escucharla esbozó una débil sonrisa.
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Editado: 21.11.2021