Aquel viaje fue incomodo. Por suerte no duró demasiado.
—Llévenla a su alcoba —ordenó en cuanto entraron—. Por ahora debo atender asuntos de suma importancia —siguió adelante, mientras una mucama esperaba a la nueva habitante de aquel castillo.
—Honorable señorita Aldara. Para mí es un gran honor servir como su doncella. Mi nombre es Briana —se inclinó.
—Gracias —no supo cómo reaccionar al conocer a esa joven rubia de aspecto inocente—. ¿Podemos dar un recorrido, antes de ir a mi alcoba?
—Por su puesto, Honorable señorita —señaló hacia uno de los pasillos—. Por aquí…
Alargó aquel recorrido tanto como pudo. Deseosa de encontrar el punto exacto donde comenzar su propia investigación.
—Honorable señorita; creo que por hoy es suficiente. Debo ayudarle a vestirse para la celebración de esta noche.
—¿Celebración?; ¿De qué? —caminaron hacia la alcoba que ocuparía.
—El Honorable Amo ha organizado una cena privada, porque ustedes al fin podrán vivir juntos. Pero tengo entendido que en unos días se hará una celebración pública.
—Dime algo, pero confiaré en ti, así que espero que esto quede sólo entre nosotras.
—Claro.
—¿Estaré en la misma alcoba que él? —la mucama sonrió.
—Todavía no —al escucharla respiro con tranquilidad durante un momento, pero…
—¿Cómo que todavía no?
—Primero tendría que llevarse a cabo la ceremonia de unión —no tenía idea de lo que era eso—. Después estarán juntos para siempre —comprendió.
—¿Sabes cuándo sucederá eso? —la mucama volvió a sonreír, confirmando qué tal vez estaba tergiversando las razones de sus preguntas, y no importaba, siempre y cuando le respondiera.
—Al ser usted la Honorable Aldara; tendrá que esperar hasta que falten alrededor de quince días para la Luna Ancestral.
—Es una lástima —comentó, haciendo una mueca de desilusión, aunque en realidad le alegraba saberlo; tenía tiempo suficiente para detenerlo—. ¿Qué hay ahí? —una puerta, al final de las escaleras, llamó su atención.
—Solo el Honorable Amo Cearbhall tiene permitido entrar en la torre.
—Ah… —balbuceó, antes de continuar.
Su nueva alcoba era casi la mitad de grande que la casa de Enedina, la cama era más espaciosa y limpia que el colchón de paja en que hasta ese momento había dormido, incluso había un diván y un par de sofás rodeando una linda mesita de centro, y junto a una de las ventanas, un escritorio.
—Un escritorio —de inmediato se acercó.
Había tinta y papelería suficiente.
Sonrió al pensar que aún podía tener un método de comunicación con Gallagher; sólo debía encontrar una forma para hacerle llegar sus cartas y ya se le estaba ocurriendo el plan adecuado.
—¿Tan pronto piensa en escribir una carta?
—No tuve oportunidad de avisarle a Enedina. Todo fue tan repentino…
—Cuando usted guste, el mozo puede llevar su carta —por alguna razón, esa idea no le agrado.
Si Owen llegaba a descubrirla, podría tomar represalias. Aún así, tenía una idea. Algo con lo que él no contaba.
—¿Tengo tiempo?
—En lo que preparó su baño. ¿Le agrada este vestido? —le mostró una prenda elegante.
—Claro. El que sea —ni siquiera lo miro.
Tomó una hoja y comenzó a escribir con el alfabeto que había aprendido.
Enedina:
¿Recuerdas la libreta que solía llevar a la comisaría?
Dentro hay un documento muy importante. Búscalo, por favor, antes de que continúes leyendo.
Hizo una pausa y volteó hacia el cuarto de baño, donde la doncella había comenzado a preparar todo. Entonces siguió escribiendo, cambiando el alfabeto y usando aquel que había aprendido desde pequeña.
Necesito pedirte un favor.
Anexaré dos hojas. Esta, la primera, es para ti. Pero espero que puedas entregarle la segunda a Epona y pedirle que se la haga llegar a Gallagher, junto con una de las copias que hice cuando intentaba aprender a escribir el alfabeto que se usa aquí.
Por ahora no tengo tanto tiempo. Pero estoy bien. Te escribiré en otro momento.
Volvió a voltear hacia atrás y al confirmar que aún tenía tiempo, continuó escribiendo en su lenguaje.
Gallagher:
Tuviste razón en todo.
Owen me ha obligado a vivir en su palacio, me amenazó, diciéndome que si no accedía, les haría daño a ti y a Enedina.
Pero al llegar vi una puerta en lo más alto, según me enteré, el único que entra ahí es él.
Mañana intentaré entrar con el pretexto de ser nueva en la casa y desconocer que estaba prohibido.
Deséame suerte.
Por favor, si llegas a responder, hazlo usando el alfabeto que Enedina te entregará y pídele a Epona que se lo haga llegar a Enedina.
Anhelo que todo se resuelva, para así poder verte pronto
Lenora.
Volteó una última vez. Deseaba poder escribir algo más. Sin embargo, prefirió ocupar ese tiempo para sellar la carta con un ligero conjuro..
Tenía la esperanza de que todo saldría acorde a su plan.
Se levantó con calma, al escuchar que la mucama regresaba.
—Dale esto al mozo y pídele que lo entregue únicamente a Enedina, por favor. Ella ya debe estar en casa.
—En seguida —dejó el sobre a un lado—. Pero por ahora debe tomar su baño.
—Lleva esa carta. Yo me encargaré de mi propio baño —su voz fue tan firme, que por un instante la muchacha no supo cómo reaccionar—. Date prisa. De todas formas seguiré aquí cuando vuelvas.
Tan pronto la joven se marchó, se dirigió al baño.
Todo aquello era tan diferente, alguna vez había soñado con ser la princesa de un castillo y sin embargo, estando ahí, solamente podía pensar en lo patético de su situación.
Se sumergió en la tina, aromatizada con flores, sabía que debía comenzar a mentalizarse, pero no podía hacer nada, más que pensar en el pasado.
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Editado: 21.11.2021