Luna de lobos

Capítulo 10

En algún punto entre mi incursión al mundo de la fantasía  y el día de hoy, he perdido mi total interés por las clases.

Observo a mis compañeros tomar apuntes, charlar, dirigir sus miradas soñadoras hacia las nubes a través de las ventanas del aula, como si nada pasase, tan ignorantes... No conocen la realidad, viven ajenos a ella pensando que ya conocen todo cuanto pueden de este mundo, exactamente igual que yo, hasta hace tres días. No podía estar más equivocada, todo un mundo desconocido y oculto se muestra ahora ante mí.

No dejo de mirar el reloj intentando presionar al tiempo para que avance más deprisa y así pueda encontrarme con Everett. Tengo tantas preguntas para él... Una parte de mí necesita confirmar lo que en realidad ya sabe, y la otra tan sólo quiere encontrar un modo de no tener miedo para poder abrazarle y decir con total seguridad que todo saldrá bien.

Paso la mañana encerrada en mí misma, pensando y dando vueltas acerca de lo que va a pasar tras acabar las clases.

“Vendrá a recogerme un hombre lobo” pienso. Una risita nerviosa se escapa de mi boca e intento controlarla al instante pues no quiero que las personas que están a mí alrededor piensen que estoy loca. Riéndome sola... Hasta qué punto he llegado...

La última campana suena anunciando el final de la clase. He tenido la prudencia de ir recogiendo las cosas sin que se notara demasiado, por lo que en cuanto suena, salgo del aula en un abrir y cerrar de ojos, con una rápida despedida para Dai desde la puerta. No pasa desapercibida para mí su extrañada mirada. En su defensa tengo que decir que llevo toda la mañana prácticamente en silencio, además de que nunca salgo de clase la primera y menos con tanta prisa.

Ahora todos sabrán o confirmarán que efectivamente entre Everett y yo hay algo. ¡Por si fueran pocos los rumores que ya hay por las veces que nos hemos encontrado en el bar! Que venga a recogerme en moto hará que todo el instituto saque sus conclusiones y deje su imaginación volar” quizá sea estúpido pensar en este tipo de cosas pero no puedo evitar que me moleste reavivar los rumores cuando parecían haberse calmado.

Everett tan guapo e imponente como siempre me espera al lado de la moto, apoyado en una de las farolas de la calle, de brazos cruzados, permaneciendo en actitud defensiva. Lleva el pelo más revuelto de lo normal, pero aún así le da un aire desaliñado muy atractivo. Definitivamente es normal que me sienta atraída por él, sea de la especie que sea.

Sus ojos, tristes, pero al mismo tiempo esperanzados se encuentran con los míos. Camino deprisa hasta detenerme frente a él. Ambos nos paralizamos, todo mi ser quiere acercarse más pero mi cuerpo no obedece. Intento adivinar qué podría estar pensando él, sin éxito.

—¿Nos vamos? —pregunta rompiendo el hielo.

—Sí —asiento.

Me tiende el casco y espera a que suba mirando al frente. Dudo acerca de cogerme a su espalda o no, pero el miedo a caer y morir en un accidente de moto es superior al que tengo por la que pueda ser su reacción. Mis brazos se deslizan y cubren su cuerpo. Tan sólo lleva una camiseta fina de algodón, por lo que puedo sentir el calor de su piel, cada músculo moverse y su duro torso, exactamente igual que la primera vez que subimos en moto. Los recuerdos se atropellan en mi mente.

Respiro agitadamente mientras rezo para que no lo note, demasiadas emociones me invaden.

Lleva la moto hasta una casa y aparca delante del garaje.

—¿Dónde estamos? —pregunto. Su mirada avergonzada me hace pensar que es un lugar conocido para él —¿Es tu casa?

El edificio está destartalado. La construcción de madera necesita una buena lija y una mano de pintura. El tejado tiene serios problemas y alguna que otra ventana está rota. En cuanto al pequeño jardín frontal de la vivienda, si se la puede llamar así, está reseco y lleno de hierbajos.

—Sí, nunca traigo a nadie aquí, es evidente el por qué.

—Pero no lo entiendo, tienes un bar, es decir, tu propio negocio y ganas dinero. Podrías arreglarla.

—Sí, podría, pasé años fuera de casa y la encontré en un estado bastante deteriorado... a pesar de ello no he sido capaz de cambiar nada de la casa.

—Quizá porque quieres que sea exacta a como era antes.

—Creo que sigo esperando a que llegue mi padre con su cinturón de herramientas y haga sus chapuzas junto a mí.

—Es un bonito recuerdo, pero, ¿no sería mejor seguir sus pasos en vez de esperar un regreso que no ocurrirá?

El baja la cabeza con una sonrisa.

—Sí. Lo es —su tono se torna serio al continuar hablando— Venga, pronto va a oscurecer, vamos al bosque que está detrás de la casa.

Everett empieza a caminar delante de mí sin mirar si le sigo o no. Lo hago a una distancia prudencial pues es inevitable que una pequeña parte de mí piense que es un acto estúpido y muy peligroso el que voy a cometer. ¿Adentrarme en el bosque siguiendo a un hombre lobo? Claro... Cualquiera en su sano juicio lo haría.

Cuando a nuestro alrededor tan sólo se ven frondosos árboles y el cielo oscurecido sobre nuestras cabezas, él se detiene.

—Creo que aquí ya es suficiente.

—Bien. ¿Qué tienes planeado? —pregunto.




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