—Grrr.
¿Qué es eso? ¿Un lobo? Otra vez no, por favor.
Dirijo la cabeza hacia ese ruido, es espantoso. Una masa de pelaje gris es lo primero que veo, después la figura completa de un animal que empiezo a odiar con toda mi alma.
—He pasado por mucha mierda, chucho. Por tu bien espero que seas bueno y no me hagas daño —le susurro con una mirada penetrante, gruñe en mi dirección como respuesta—. Ninguno de los dos va a morir hoy, ¿cierto?
Me siento patética intentando intimidar a un lobo, que claramente, me dobla en altura y fuerza. Ni tengo conocimientos sobre caza, ni de cómo asesinar a esta monstruosidad.
Debo estar en Licantropía, porque es la región de las tierras de los seres cambiantes cómo los hombres lobo, también hay animales salvajes sin poderes. Estos seres sobrenaturales poseen genes humanos, pero también de animales, una fusión imparable. Astucia y rudeza. En nuestro mundo, cada región viven especies que están lideradas por sus reyes y reinas. Cada raza tiene un puesto en el escalón de la pirámide social, los humanos están en el último puesto en las naciones.
Mi pueblo nación se llama Humanity, solo hay humanos, pero al contrario que todas, no hay un rey o reina que gobierne, sino dictador opresor que nos aleja del progreso.
Qué triste.
El olor de la muerte jamás va a desaparecer en mi tierra. Porque si los demás seres sobrenaturales no acaban con nuestra especie, nosotros lo haremos.
Mi cuerpo está enlodado, siento ganas de cerrar los ojos, pero no puedo hacerlo porque tengo que estar pendiente de este nuevo problema en mi vida. Lo que daría por una buena ducha y un colchón cómodo para descansar.
Ese lobo me sigue mirando con esos ojos demoniacos.
—Entiendes lo que te digo, eres un cambiante, ¿no? —le cuestiono con la ceja alzada.
No aparta la mirada, ni me da a entender que me está comprendiendo. Así que, le sigo hablando:
—Necesito ir a Tierras Bravas, estoy buscando a un amigo. Cómo verás, no estoy en mi mejor momento y necesito ayuda, mi aldea ha sido arrasada. Han matado a todos, soy la única superviviente —mi garganta se raspa por la tristeza, me tristeza admitirlo en voz alta. Es muy duro explicar tanta desgracia.
El lobo vuelve a gruñir.
Creo que es hora de huir porque este lobo no es cambiante, seré su cena esta noche si no me muevo y no me apetece ser devorar por esos dientes afilados. Todo está pasando tan rápido, tantas emociones de repente, que estoy colapsada, lo noto en el cansancio de mi cuerpo. Mis heridas abiertas duelen, tengo mucho miedo de mi futuro.
¿Qué voy a hacer si no tengo nada?
Mi padre no me enseñó a ser llorona, junto con mi madre criaron a una mujer que puede con todo, aún el mundo se le caiga encima. Tengo que vivir por ellos, por todos los que murieron, porque estoy segura de que ellos se sentirán orgullosos de mi valentía en el mundo de los muertos.
Si el Dios de arriba no me ha llevado con él, es porque todavía tengo cosas que hacer.
Pero me duele tanto que mi familia ya no esté.
Qué hayan sufrido mientras los asesinaban.
Es una imagen que jamás voy a olvidar, está grabado a fuego en mis recuerdos.
Los huesos de mi cuerpo se quiebran cuando me volteo lentamente para alejarme de la zona, salgo del charco de fango con la tierra pegada a mi piel como una segunda capa. En ningún momento dejo de mirar al lobo, no me alejo deprisa porque eso podría alterarlo. Debe ver que no soy una amenaza, pero si tiene hambre, de poco me va a servir.
Utilizo mis manos con gestos suaves, para sostenerme de los troncos de los árboles que voy sorteando, me sirven como apoyo para aligerar el paso. Deseo perder de vista al lobo, pero avanza junto a mí con una expresión amenazadora.
—Por Dios, déjame en paz.
Acaricio el puñal con el pulgar, voy a usarlo como arma por si se abalanza hacia mí, no tengo más opciones. Se trata de mi supervivencia.
Voy tomando distancia del lobo, se detiene un par de veces para aullar al cielo, y es ese el momento que aprovecho para mover mis piernas más. Solo corro mientras mis pies sufren, la hierba fresca y extensa de este lugar me acaricia las plantas, hace que las piedras no se claven tanto y me ameniza el camino.
Mis rizos salvajes me estorban, porque están tiesos por la suciedad y me imposibilita ver algún rastro de civilización. Tiene que haber una vivienda cerca, o algún pueblo, porque un humo espeso y blanco, sale de entre las copas de los altos pinos nublando las estrellas del cielo.
Abalanzo sin bajar la velocidad mientras el lobo me persigue. Es como si estuviera observando cada uno de mis movimientos, obviamente es más rápido que yo, podría alcanzarme cuando quisiera. A lo mejor me ha entendido, ¿no? Eso explicaría por qué no me ataca.
Salgo del espeso bosque después de un rato, tengo la garganta seca y el lobo ha desparecido de mi vista, tal vez esté por ahí escondido observándome.
Los rayos de sol que están apareciendo detrás de la cordillera, me ayudará para ubicarme mejor. Sigo andando, aunque ya no sienta las fuerzas en las piernas.
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Editado: 02.12.2024