Luna Maldita

Capítulo 3

KILLIAN

Los berridos de esa humana se están clavando en mi mente, es un sonido jodidamente molesto. No se calla, ni se cansa. Estoy harto de escucharla gritar, ya no aguanto más. Han tenido que llevarla a mi mazmorra porque pensaban que era un monstruo, los soldados dicen que tiene el aspecto y la fuerza de uno.

Pero es imposible que lo sea, no han podido percibir ese olor tan peculiar que tiene, a pesar de toda esa tierra pegada a su piel que se entremezcla con su toque aromático y extraño que me parece agradable. Debo estar volviéndome loco para admitir eso, que jodido.

Jamás en mi vida he olido a un humano.

Pero ella es uno de ellos.

Lo sé, nadie me lo va a negar.

Recorro el interior de las mazmorras buscándola, un sentimiento de furia se pasea por mi cordura, estoy confundido en cuanto a eso. No tendría que importarme una simple humana, cuándo tengo millones de problemas más importantes que ella. Pero me siento más intrigado de lo que debería.

Entro a la zona donde la tienen retenida, hay cinco guardias vigilándola y me parece absurdo. Me reiría, si es que supiera hacerlo.

Nada ha producido mi risa en años.

Los soldados se ponen en posición para saludarme, es algo que deben hacer en cuanto entro, ya sea porque soy su Alfa y máxima autoridad. También porque pertenezco a la realeza licántropa, por desgracia.

Dirijo mi vista por entre medio de las rejas, hay un cuerpo femenino abrazado a sí mismo. Es una maraña de cabello entre rubio y marrón, sus rizos están dispersos y algo rotos, su piel permanece manchada de sangre y tierra como pensaba. Y tirita, también llora desconsoladamente.

Verla así produce un sentimiento nuevo en mí.

La angustia.

—¿Por qué tanta payasada? —pregunto algo molesto.

—Hemos captura al monstruo, Alfa.

—Es una insignificante humana. Abre —espeto.

—Pero Alfa...

—Fuera todo el mundo, yo me encargo. Tendrán un castigo merecido por todo lo que le han hecho pasar a esta pobre humana. ¿Apedrearla? ¿Encerrarla en una celda? Somos jodidos licántropos, superamos la fuerza humana, ¡carajo! ¡En que estaban pensando! —les grito con fuerza, la vena de mi sien esta empezando a palpitar.

—Señor, la gente estaba asustada, la maldición nos impide transformarnos y se sintieron amenazados…

—He traído a los mejores maestros para que impartan educación y puedan distinguir todas las especies que existen.

La guardia del pueblo y los demás soldados, se van con vergüenza. Pero más vergüenza tengo yo, que he trabajado dando todo de mi para que fueran unos hombres imparables, fuertes y que nos protegieran. Es evidente que tengo que ser más duro con ellos, no podemos seguir con este declive en mi historial. Mi manada se encarga de formas los ejércitos más letales del reino.

Me introduzco en la celda, el olor aquí es espantoso. Usualmente en este lugar nauseabundo arrestamos a los monstruos de verdad, no a humanos que no hicieron nada. Esas criaturas son simples y débiles. Me coloco la chaqueta de mi traje haciendo tiempo para decirle algo, porque no tengo ni la mejor idea de qué hacer.

Ha vomitado, hay un charco de líquidos esparcido a un lado de ella. Dónde supongo que estaría antes.

Sus sollozos se meten en mi cordura, debo conseguir que deje de llorar porque me volveré loco. Lo digo en serio. Mis nervios están alterados.

—No llores más —ordeno.

Hay un silencio, me encuentro aliviado. Pero eso dura poco porque la humana, da un sollozo incluso más sonoro que los anteriores. ¿Porque no funciona? ¿Por qué no deja de llorar?

Qué hago maldita sea, ¡qué demonios hago!

Me pongo de cuchillas para estar a su altura, me quito la chaqueta para pasársela por los hombros y protegerla un poco contra el frío de debe sentir. Está desnuda y sucia, tengo curiosidad por saber qué hace aquí. Qué le trajo a mi manada y porque a mi lado.

Extraigo su maraña de cabello rubio para que la chaqueta cubra su cuerpo por completo, también separo unos rizos que ocultan su rostro para revisarlo.

En ese preciso momento, alza sus hermosos ojos del color de mil océanos y me desconecto un momento del mundo para admirar la belleza de su mirada. Una corriente vibrante se pasea por mi cuerpo, una energía que jamás había sentido me paraliza. Sus emociones abarcan todo mi ser, y duele, duele sentir lo que ella siente. Entonces entiendo lo que me esta pasando, he encontrado a mi alma gemela. La compañera que está predestinada a pasar su vida conmigo.

Eres mía, humana.

Eres mi futura mujer.

El lazo que nos une es imparable.

—No me lastimes, por favor —lloriquea ella.

—Me corto las manos si te lastimo —intento susurrárselo con dulzura, pero sigo sonando tosco. — ¿Me cuentas que te ha pasado para que pueda ayudarte, preciosa?

—Estoy horrorosa ahora. No me digas así.

—La tierra pegada en la cara te sienta de maravilla —le acaricio la mejilla y le sonrío para mostrarle que nada malo le va a suceder —. Cuéntame, princesa. Confía en mí.




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