STELLA
—Stella, no te duermas.
Mi cabeza acaricia la piel gruesa de Killian, estoy tan calentita bajo su abrazo, que no puedo evitar adormecerme. Me tiene agarrada como si de un momento a otro, pudiera perderme.
—Mmm —murmuro.
La jaula donde nos llevan, está anclada a la parte superior de un carruaje. Ahora mismo se está moviendo, y algunos de los ogros nos custodian mientras avanzamos hacia un destino indescifrables. Por lo menos no nos han matado todavía, ¿no? Eso es un avance. Además, no tengo miedo de morirme ya. Estoy dispuesta a hacerlo si en el otro lado mi familia está esperándome.
Un dedo masculino me aprieta la punta de la nariz, me picotea la frente, captura un beso en mi cabello, después una lamida en el centro de mi frente.
—Qué molesto eres. Déjame dormir —me quejo.
—No, princesa. Tienes que mantenerte despierta, en algún momento harán un movimiento que nos beneficiará para salir de aquí. Los ogros suelen ser muy tontos.
—Pues para ser tontos bien que te han capturado. Y eso que eres el mejor guerrero, oh, que miedo han de tener... Auch —lanzo un chillido por el enorme y fuerte beso que me deposita en la mejilla.
Quiero sonreír, pero estoy demasiado cansada para hacerlo.
—Es tu culpa, me afecta que estés merodeando en mis combates —fortalece su agarre en mi cintura —. No te duermas.
—Es que me siento muy cansada.
—Lo sé, princesa. Pero podrás descansar en casa cuando logre que estés a salvo —acaricia mi cabello, eso lo único que hace es que mi sueño aumente.
Mis ojos pesan, tengo que luchar por mantenerme despierta. Levanto la cabeza para observar a Killian, es tan atractivo que me siento tentada solo de mirarlo. El zarandeo de la jaula es relajante, aunque un poco severo, Killian pone una mano en mi cuello para que no me haga daño con el ajetreo de los movimientos.
El ruido que hace los ojos al respirar son un poco molesto. Parece como si se estuvieran ahogando, así que me concentro en la respiración del hombre que estoy en sus brazos.
—Está bien, no me dormiré.
☾
Puede que me haya dormido un poco.
Los rayos de sol agreden mi rostro, levanto las manos y ahuyento la luminosidad que me daña los ojos. Caigo en cuenta de que es un gesto estupido, así que dejo de hacerlo. Poco a poco, abro los ojos sin moverme, ya no siento esa calidez característica del cuerpo de Killian. ¿Me morí mientras dormía?
Eso no es posible, el conejo que está a mis pies me observa y mordisquea mi zapato de tacón. Le doy un zapatazo para que me deje en paz.
—Oh, lo siento. Es que son costosos —me disculpo con él.
Me incorporo sentándome en el pasto de hierba, observo cada planta natural de bosque. Me siento aliviada de no seguir en esa sucia jaula con ogros horribles como captores. ¿Qué se supone que ha pasado? ¿Y por que Killian no está a mi lado? Estudio el bosque, analizo cada parte de él para buscar respuestas.
Esta amaneciendo todavía, algunos animalillos corretean en la distancia. Son inofensivos. Eso me tranquiliza, doy una bocanada de aire fresco y me siento revitalizada. Me encuentro a los pies de un gran abeto, sus raíces sobresalen de la tierra graciosamente y los pájaros cantan sobre mi cabeza, en las ramas de arriba.
Después de unos minutos, disfrutando de la tranquilidad y la oportunidad de no haber muerto, me levanto para buscar a mi... A mi amigo. ¿Es mi amigo, solo eso verdad? No entiendo porque el nerviosismo de mi sistema. Mi corazón empieza a latir de una manera que no me gusta, no debería ponerme tan nerviosa por pensar en Killian. Es solo un hombre, bastante sexy, que me ayuda. ¿Le atraeré yo también a él?
¡Basta! No debo pensar, no debo pensar en Killian de esa manera.
Camino por la orilla de la laguna que estaba a unos metros de donde desperté, está rodeada de arbustos con arándanos bailando como puntos en sus hojas. Robo uno, me lo entró en la boca y saboreó gustosa por el sabor que explota en mi boca.
Voy a atrapar otro más, cuando un movimiento llama mi atención. Dentro de la laguna hay un hombre, si espalda está marcada por músculos duros como rocas. Se pasea las manos peinando su cabello, acomodándoselo para que el agua le asiente las hebras negras.
Parpadeo, chupando el arándano con los labios.
Mis ojos se clavan en los brazos de ese hombre, se quita toca la suciedad de su cuerpo. Tiene manchas de sangre en los hombros que se extiende por sus brazos, heridas que aún están abiertas en su espalda, moratones y arañazos en todo su torso.
—Tengo celos de ese arándano.
—¿Qué? —sueno confusa.
—Lo chupas cómo si fuera la cosa más deliciosa del planeta. ¿Que estás imaginando mientras lames, Stella? Porque yo estoy pensando en cosas muy oscuras —se voltea para enfocarme con esos ojos avellana brillantes.
—¿Qué cosas?
Mis mejillas se tornan rojas, me paso los dedos fríos por ellas para que él no lo note.
—Ven y te las susurro en la boca.
Así no se puede.
Me encuentro con la cara completamente roja, como un tomate. La situación y sus palabras no ayudan, lo empeoran. Está completamente desnudo, no le da pudor que vea sus partes íntimas, aunque ahora la tapa el agua. Ni siquiera puedo controlar las hagas que tengo de meterme en ella laguna con él.
—Te voy a arañar la boca por sucio. —le regaño, después de carraspear —¿Está rica el agua?
Me sonríe de lado mientras me acerco a la orilla, él está situado en la parte del fondo, el agua ahí no es tan cristalina como en la orilla. Lo que agradezco, porque no tengo que sentirme incómoda por ver algo que no debo. Junto a las rocas más allá, ha apilado su ropa, muy ordenada y lisa. Suelto una risita por eso.
—Seh, pero más rica estás tú —me contesta.
—Cállate.
—¿Por qué? ¿Te excitas? A ver qué vea —mueve la cabeza cómo si pudiera ver mi excitación.
¡Yo no estoy excitada!
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Editado: 02.12.2024