Luxor: Ascenso

XXXVIII.

L HOMBRE EN EL BOSQUE

 

Un hombre sólo, enjuto y cabizbajo a lomos de un caballo de tiro, agotado y débil también como él. Se denota tesón y empeño en llegar a su destino, descansando apenas en una vieja caseta de vigilancia abandonada, una que precede a muchas más en esa zona montañosa. Según el mapa, la Fortaleza del Vigía fue una vez una fortificación con innumerables conexiones entre los árboles, varias pequeñas fortalezas que avistaban al enemigo que provenía del noreste, ahora sólo son escombros y pocas quedan en pie, pero son un buen refugio para un hombre cansado de recorrer miles de leguas. 

El caballo y él caben fácilmente allí dentro, enciende una fogata a suficiente distancia del animal y deja éste consumir las últimas alforjas de avena que carga mientras él se sirve una pieza de la ardilla que logró cazar pocos días atrás, son más huesos, pero le dará suficiente energía para seguir; sus provisiones se acabaron hace mucho. Allí, en la obscuridad, su mente se deja llevar por el cansancio y no puede evitar caer con suavidad y dulzura en las manos de un sueño donde la hierba verde le hace cosquillas en la piel desnuda y el sol le da de lleno tan fuerte que no puede sino cubrirse con una mano. 

—Vamos a nadar —dice una voz de mujer, cuando se incorpora, ambos están desnudos, ella frente a él con la mano extendida, detrás, un lago luminoso. No hay nadie salvo ellos y el cielo se adivina despejado, azul como los ojos de la joven Dama. Su miembro se erecta con la visión del cuerpo juvenil. Acepta su mano, siente sus dedos suaves por un momento y luego… Un crujido fuera de la fortaleza lo espabila de pronto, a la obscuridad, al frío, a la soledad…

Con sigilo, se acuclilla y hace uso de la daga que carga como única arma y herramienta de defensa. La fogata hace mucho se apagó pero el frío no ha mermado en ningún momento. Debió soñar el sonido también, afuera no se ve movimiento, no hay nadie. ¡Maldita sea! Ahora no podrá volver a tener un sueño tan placentero como ese. 

Intentará dormir, pero no lo logra ni siquiera. No es el resquebrajar de las ramas lo que lo ha despertado, es que el sonido es lo suficientemente fuerte y el viento lo hace viajar tan rápido que llega a él con cada vendaval: Detonaciones. Imposible, esa es una sede maderera la que se encuentra más cercana a su posición, no minera. De nuevo, es una detonación, o simplemente algo siendo golpeado con fuerza. «Tengo que alejarme de aquí», se dice, «mi camino me lleva mucho más lejos». Pero no puede contra el instinto que le dice que vaya, que vea con sus ojos qué ocurre. 

A lomos del animal se encuentra de nuevo, la luz que penetra por las nubes en aquella noche de viento es suficiente para que el animal avance por el bosque, siguiendo el sendero más despejado e igual que puede encontrar, hasta que se encuentra en lo alto y en las lindes de la montaña, abajo, la pequeña sede parece dormir: Fábricas cerradas, calles sin adoquines pero linternas sembradas en el suelo delimitándolas, o quizá es el lodo y la nieve que han absorbido la superficie, no importa, está situada en uno de los pequeños valles de aquella fortificación natural y… Una vez más, la detonación. 

El fuego… No, no es fuego, son potentes luces azuladas que destellan como relámpagos y se consumen de inmediato, elevando una nube de nieve y polvo, entonces mira la nieve moverse… No, nieve no, son hombres muy bien camuflajeados, serán más de cincuenta y no más de ochenta, se mueven con agilidad. La ventisca y la nieve que trae consigo no le permite ver a detalle, y no tiene que ver mucho para entender que es un ataque, que los gritos que resuenan provienen de los edificios a los que han irrumpido. Como pequeñas hormigas los hombres salen de sus casas, muchos caen al suelo y no vuelven a levantarse, la nieve se tiñe, pero la gran mayoría caminan hasta reunirse en masas y caminan, y caminan… ¿A dónde los llevan? «No es asunto mío», se dice, «y no hay nada que pueda hacer».

 

ARESTYS

 

—Hemos recibido la última línea de suministros del sur, mi señora, ahora nuestras filas dependen completamente de la producción de la sede.

—Bien. —Arestys se encuentra más complacida, sus hombros más relajados y sus palabras se han suavizado para con sus Consejeros—. ¿Qué hay de los, gensducidla? ¿Cuántos días para reunirnos?

—Dos semanas y pocos días más, si el Creador es bueno y merma los obstáculos del camino, mi Señora. —Ahora es Lyan quien responde por el viejo Asby, cuya barba rizada dividida en dos rozando sus pectorales definidos y de unos ojos grises claros como sus canas—. Es más importante pensar en asegurar la sumisión de las personas, tardaríamos demasiado en reabastecernos si algo sale de nuestro control.

—¿Qué más podríamos hacer? La Leona Dorada es parte de nuestra Causa y todos lo saben ya, su hermano ha dado la cara por su padre y ha puesto a la gente a trabajar, los bélicos patrullan las calles y los Kasttell están inmovilizados y desarmados, controlamos la frontera y hemos reforzado los puntos ciegos; creo que estamos listos para una segunda fase: Ashner, sólo debemos esperar por el apoyo del norte. 

—Solo digo que no deberíamos confiarnos tanto…

—Pues no digas si no tienes una sugerencia coherente para sustentarte —silencia ella, con un gesto brusco, haciendo que sus gruesos labios se contraigan. Afuera la ciudad se ilumina con la gran Cúpula y sus iridiscencias, y las luces de los altos baluartes y los faroles de las líneas colectivas y las plataformas titilantes como si tuviesen vida propia; Kasttell es mágica—. Soy la última persona que confiaría en un Kasttell y lo sabes, pero hemos hecho todo lo posible para recuperar el control, y lo hemos logrado. Esperemos que pasen las fiestas, confiemos en que Capital no intervendrá, no hasta que se vean asediados de verdad y nuestros hombres estén en posición. 




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