Después de unos minutos, un doctor que no era el de los lentes resbalosos entró a la habitación y le dio la noticia a Sarah que su hijo había salido bien de una operación que le habían tenido que hacer de emergencia. Ya estaba fuera de peligro, sólo tenía que quedarse en la incubadora todo el tiempo que fuera necesario para ganar peso y que sus órganos maduraran.
La noticia no la tomó por sorpresa, sólo agradeció y sonrió.
—Sarah —le dijo cuando se habían quedado solas de nuevo, quería distraerla de todo por lo que estaba pasando—, crfeo que estoy enamorada completamente de Leonard, pero no sé qué hacer.
—No puedes hacer nada, Day. La decisión está en él.
—Pero ni siquiera sé a dónde llamarle ni dónde buscarlo. Muero por verlo, me gustaría que me dijera lo que sucede, que me lo diga con sus propias palabras.
—Amiga, yo te recomiendo que vayas a tu casa y descanses. Cuando estés en tu cama invócalo y verás que aparece. Dile con tus pensamientos que crees que es un sueño o algo así, que no tenga miedo de aparecerse y verás que no miento. En cuanto a que te explique lo que está sucediendo es algo difícil, creo que ya mencionó que no puede decirte la verdad pues estaría infringiendo las reglas de Dios.
—Está bien, te haré caso. Creo que necesito descansar, pero ¿estarás bien si te dejo sola el resto de la tarde?
—Claro que estaré bien, ¿no has visto que ahí está un botón para llamar a las enfermeras? —Señaló hacia el respaldo de su cama—. Si me aburro lo pulso y me pondré a platicar con una de ellas, por eso no hay problema.
—Trent vendrá, supongo. ¿Crees que se vaya con Summer y Lily a España?
—No lo creo. Estaría cometiendo un grave error si lo hace.
—Lo sé, pero...
—No te preocupes tanto, Day.
—Estoy... nerviosa. Sorprendida... no sé cómo estoy.
—Day… —Sarah le tomó la mano mientras ella tomaba su bolsa de la mesita de noche que estaba a un lado de la cama.
—¿Sí? ¿Necesitas algo? —Sarah no contestaba ni le soltaba su mano, sólo la miraba intensamente—. ¿Quieres que me quede contigo?
—No, es sólo que… —la soltó un poco y agachó la mirada—. Caleb pasará mucho tiempo aquí, mañana mismo llamaré para renunciar en mi trabajo o que me asignen algo que pueda hacer desde casa. Me gustaría que… Me gustaría que no te fueras a Raven Woods y te quedaras aquí con Caleb y conmigo.
—¿Cómo dices?
—Que me gustaría que te quedaras, por favor, te voy a necesitar...
—Es sorprendente —Day la interrumpió, tomó su enorme bolso negro y se acercó a la puerta—. Tú y Trent algo han de estar planeando, pero no pienso caer.
—Pero, Day. Mi hijo…
—No metas a tu hijo en esto o comenzaré a creer que te provocaste el parto sólo para que no me fuera.
—¡¿Cómo puedes pensar eso?!
—Lo siento, Sarah, no fue mi intención. Pero no puedes utilizar a tu bebé para estos fines. Sí, estaré muy preocupada y sí, me dolerá en el alma irme sabiendo que él está internado y que no podrán estar juntos hasta que pueda salir de esto, pero… en realidad no me necesitas aquí, no puedo hacer nada. Y se me hace de muy mal gusto que hagan todo esto, ya estoy grande y ya puedo tomar mis propias decisiones. Decidí aceptar ese trabajo y sigue en pie eso. Me voy a ir, aunque tú o Trent no quieran. No me pueden detener.
Las dos se quedaron en silencio y se miraron a los ojos, la mirada de Sarah demostraba que Day estaba diciendo la verdad, estaba utilizando a Caleb para sus propios beneficios. No quería que se fuera a trabajar lejos y mucho menos a ese lugar, pero Day no lo iba a permitir. Tenía 31 años y por fin le iban a asignar un proyecto con futuro, de eso dependía un posible ascenso en su carrera. Ella se iba a ir y nadie lo impediría, ni con todos los pretextos o mentiras del mundo podrían detenerla.
Salió de la habitación enojada y sin despedirse, preguntó a las enfermeras si podía ir a ver a Caleb pero por supuesto, estaba prohibido, así que se marchó algo decepcionada y triste por eso. En cuanto subió a su auto le mandó un mensaje de texto a Trent diciéndole que hiciera lo posible por ir al hospital para estar con Sarah.
“Yo puedo cuidar a Lily”, escribió al final.
“Lily se ha ido con Summer, al menos por ahora. Me baño y me voy al hospital. ¿Nos vemos más noche?”
No contestó el mensaje y comenzó a llorar, la pequeña Lily se había ido y ni siquiera se había despedido de ella. Sentía que no era justo, pero sabía también que no podía hacer nada, ni siquiera reclamar algo porque a ella no le correspondía eso, y Summer ya lo había dejado bastante en claro.
Ahora sólo deseaba irse a casa e invocar a Leonard tal como le había dicho su amiga; si no aparecía al menos se quedaría dormida y soñaría con él, tendría un sueño tan real como el de aquella noche en que le contó la historia de los ángeles.
Al llegar a su casa no quiso contestar las preguntas ni de su madre ni de su padre, por lo que entró y se fue a su recámara. Estaba desesperada, sentía algo en su pecho, pero no sabía lo que era. ¿Sería un presentimiento? No podía saberlo y tampoco quería averiguarlo.
Tomó un baño, cenó y se fue a su habitación para acostarse. Leonard tenía que ayudarla, tenía que verlo, necesitaba verlo. Tenerlo cerca y tocar su piel la hacían sentirse segura. Si así se sentía estar en el cielo con los mismos ángeles, quería irse en ese momento al mismo paraíso, pero estando con él. Si no no servía de nada.