Luz de Luna

oscuridad y un susurro

Era una fría noche. Parecía que las estrellas no estaban en el cielo, pues una oscura nube cubría el cielo nocturno. Frank, acostumbraba a estar solo por las noches. Los padres, eran demasiado irresponsables. Como de costumbre no se encontraban en la casa. Dios sabe dónde estaban ahora. Bueno. Uno de los aspectos destacables de la vida de Frank, él era un adolescente cerrado, que guardaba todo para sí. De cierto modo, le gustaba estar solo, pues no escuchaba las molestas voces de la gente, que a veces sólo hablan tonterías. Pero, al estar solo, se volvía más vulnerable. La tristeza entraba en su ser y un sentimiento tipo nostálgico lo invadía. Se sentaba en la escalera de su casa, observando el suelo. La sala de estar, y todas las demás habitaciones estaban con la luz encendida. Un silencio destacable reinaba en el entorno. Sólo el respirar se podía escuchar. El caso es que, a Frank le dieron ganas de irse hacía el balcón de su casa, y ponerse a observar las estrellas. Miró hacía el cielo, pero allí no había estrellas. Con suerte se podía observar la luna. Al sentir esta terrible soledad, su pena fue creciendo. Sintió un nudo en la garganta. Se sintió como muchas otras veces, prisionero de su nostalgia, y se comenzaba a sentir mal. Entonces es cuando, Frank actúa las cosas sin pensarlas. Buscando una salida quizás, algo que le deparará el destino, se pasó hacía el árbol que estaba pegado al balcón, y se deslizó por éste hasta quedar de pie en la calle. Allí, sin rumbo, se largó a caminar por las calles. Precisamente a esta hora, (las 3 de la mañana), todos dormían. Por lo tanto, parecía un lugar fantasma. Todos los apartamentos del complejo en donde vivía Frank, yacían con las luces apagadas. Ni siquiera un ladrón andaba a esas horas de la noche. Ni un animal, nada. Sólo Frank. Se encaminó por las calles oscuras, hasta que dio a un callejón oscuro. Allí no había nada que hacer. Se quedó un rato parado pensando. ¿Qué pensaba?, seguramente cosas negativas, pues estaba deprimido. El cansancio lo llevó a sentarse entre unos cubos de basura y periódicos. Allí puso su cabeza sobre sus brazos y unas lágrimas se asomaron en sus ojos. Pero no lloró. Él jamás lloraba. Toda la pena y tristeza que tenía dentro de él, ahí se quedaba.

 

Allí estaba en esa posición, hasta que una voz femenina se dejó escuchar:

 

 

-Finalmente. Me encuentro aquí. Estaré a salvo.

 

 

Frank levantó la mirada, y vio la silueta de una chica, que desaparecía entre las sombras.

 

 

-¡Hey!, ¿hay alguien ahí?

 

 

No hubo respuesta.

-Mejor me voy. El sueño ya me está haciendo alucinar. Será mejor volver a casa, donde seguramente mis padres aún no estén.

 

-Ese chico... Susurró de nuevo la voz, sin que éste se diera cuenta.

 

 

Día de colegio. Frank ya estaba a las puertas del colegio, con su uniforme, su bolso con cuadernos, menos la tarea de historia.

 

-Estoy frito. Pensó.

 

Era el mes de diciembre. Ya iban quedando las últimas semanas de clases. Por eso, hacia los últimos esfuerzos para, asistir pero eso no significaba que no se le fuera a olvidar la tarea. En la entrada se encontró con un amigo, Ignacio.

 

Como de costumbre, Ignacio le pidió la tarea a Frank.

 

-Ni lo pienses, se me olvidó hacerla.

 

Ignacio no aguantó más la risa y la soltó, luego dijo:

 

-No es posible, me causa tanta gracia que a ti se te haya quedado. Bueno, estaba bromeando al pedírtela. Si la hice.

 

Era un milagro que Ignacio hubiera hecho su tarea. Se apresuraron hacía el salón de clases. La clase ya comenzaba. Allí estaban todos los compañeros. Un minuto más, y Frank e Ignacio llegaban atrasados a clase.

 

Entonces, ingresó al salón la profesora de historia. Una rubia alta, y muy bonita, por cierto. Pero de un carácter de mil demonios. Severamente estricta cuando era necesario. Esto hacía, especialmente, a los que se les había olvidado la tarea, temblar de miedo.

 

-Frank, amigo... Estás muerto. Dijo Ignacio.

 

Conforme iban pasando los alumnos a presentar la tarea de historia, el nombre de Frank se acercaba. De repente, la señorita pronunció el nombre de Ignacio. Le dirigió una mirada de cierta desconfianza, pues era caso sabido que éste acostumbraba a dejar olvidadas sus tareas.

 

-Señorita... Aunque usted no me crea, ¡He traído mi tarea!

-Pues así debe ser. Señor Ignacio.

 

Ignacio pasó adelante con su tarea. Fue carcajada general, cuando la calificación fue pésima. Primera vez que no se le olvidaba la tarea, y encima la hacía mal.

 

-Muy Bien. ¡Frank!

 

Frank pasó adelante. Sin vacilar, le comunicó a la señorita que su tarea se le había olvidado. Unos segundos después, se encontraba castigado en el pasillo, fuera de la sala de clases.

 

-Bueno. No es para tanto. Ya quedan pocos días de clase.

 

Unas voces de chicas se escuchaban a lo lejos. Se venía acercando un grupo.

 

-Oh Frank... Dijo Lisa cuando se percató de que Frank yacía sentado en el banco.

 

Lisa, era considerada como la niña más linda del salón, y quizás de toda la escuela. Tenía un cabello naranja precioso, unos ojos cafés y su mirada inspiraba un tipo de ternura. Frank quizás sabía que Lisa gustaba de él, Pero aún no tenía claro por qué no se había decidido por pedirle que fuera su novia.

 

-Frank... ¿Qué haces aquí?, vamos acompáñame.



#11430 en Fantasía
#4617 en Personajes sobrenaturales
#16569 en Otros
#2077 en Aventura

En el texto hay: vampiro, vampiras

Editado: 11.10.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.