Así es como una sola decisión puede cambiar todo el rumbo de tu vida.
Así es cómo nos encontramos en un vuelo directo a Carolina del sur.
Para ser más exactos Beaufort, Carolina del Sur.
Beaufort es una ciudad ubicada en el condado de Beaufort en el estado de Carolina del Sur. Se caracteriza por tener un clima extremadamente excitante y ser punto estratégico para los turistas. El vuelo toma un tiempo de cuatro horas y un poco más.
Mis padres se encuentran sentados a mí lado, sumidos en un profundo sueño; la cabeza de mí madre descansa sobre el hombro de mí papá y éste posa su cabeza sobre la de ella. Para ser sinceros, es una imágen muy tierna de ver.
Volteo mí rostro hacía la ventana y no puedo evitar pensar en que es lo que me espera al llegar; nunca es fácil comenzar, conocer nuevas personas o hacer nuevos amigos, ser la niña nueva y que la atención de todos esté sobre ti.
Tomo mis audífono, pongo cada auricular en cada oído y recuesto mí cabeza contra la ventana.
No puedo evitar temerle a lo desconocido. Y con esa frase en mí cabeza, mis ojos se cierran.
Siento un pequeño vacío en mí estómago y al despertar escucho una voz salir por las bocinas indicando que estámos a punto de aterrizar; nos dan la órden de ajustar el cinturón y de lejos, logro ver por la ventana la pista de aterrizaje.
Hemos llegado.
Sigo a mis padres y al bajar una delicada brisa golpea mí rostro, haciendo que un escalofrío recorría mí espalda. Al entrar al aeropuerto vemos a un hombre con una cartel que ponía nuestro apellido.
"Bienvenidos familia Kepler"
Mí padre se acerca a él y con un saludo cordial nos indica que lo sigamos.
Nos acercamos a un auto negro que al parecer nos esperaba en la entrada y nos subimos todos en la parte trasera, los ojos de mí madre se iluminan al ver a través de la ventana y en el fondo, eso hace que me sienta menos ansiosa. Mí padre que se encuentra en medio de las dos, nos toma a cada una de una mano y las entrelaza con las suyas.
Por primera vez desde que abordamos el avión, siento que este viaje valdrá la pena.
- ¿Desean que encienda la calefacción? - el hombre que nos esperaba en el aeropuerto se gira hacia nosotros a lo que mí padre asiente con la cabeza musitando un "gracias" - precisamente deciden venir en el día más frío del año.
Y de hecho era cierto, no había notado que el cielo estaba completamente cubierto de nubes grises que no daban paso a ningún rayo emitido por el sol, las personas llevaban un abrigo y un paraguas en su mano. Los árboles con ese color verde húmedo que daba la sensación de convertirse en un denso bosque.
Las casas tenía un aspecto de campo; largos corredores que dan al jardín delantero, cercados con madera sutilmente cortada y sillas mesedoras. Además, notablemente rodeadas por árboles y grandes zonas verdes.
- Amaré este lugar. - musito más para mí misma, tratando de convencerme de que los cambios son buenos y necesarios.
Finalmente llegamos a la que desde ahora sería nuestra casa, nuestro hogar. Con la misma apariencia de las casas anteriores, pero esta vez se lograba ver un pequeño muelle saliendo por la parte trasera de la casa, las aguas se mecian levemente a causa del frío viento y demasiados árboles cercaban los alrededores.
- Te lo dije, te gustaría esto. - Mí madre se acerca a mí y con una sonrisa cálida me abraza. - Vamos, entremos que de lo contrario moriremos congelados aquí afuera. ¿Quieres conocer tu nuevo cuarto?
Asiento y corremos juntas hacía el interior de la casa cuando ya se empezaron a sentir caer pequeñas gotas de lluvia.
En el interior un ambiente cálido nos recibe y logro ver a mí padre encendiendo la chimenea.
- ¡¿Hay chimenea?! - exclamo sorprendida y me acerco a ayudarle a mí padre.
Me arrodillo a su lado y logro ver una pequeña llama de fuego y después como ésta se expande por el resto de madera, cruzamos nuestras miradas y sonreímos antes de levantarnos del suelo y seguir a mí madre.
Cada parte de la casa estaba eficazmente distribuída. La sala de estar, el comedor, la cocina, el baño y las habitaciones, además, cada habitación contaba con su propio baño.
Mí madre me indica una puerta al fondo de un pasillo y al abrirla me encuentro con el que al parecer ahora es mí habitación. La cama cerca de la ventana, el armario al lado de la puerta del baño, un escritorio con algunas cosas encima como lámpara, plumones y demás.
Subo mí equipaje a la cama y poco a poco, voy ubicando cada cosa en su lugar. Mí laptop sobre el escritorio, mis libros en mí pequeña biblioteca improvisada y finalmente mí ropa en el armario.
Al terminar, salgo para ver cómo se encuentran mis padres. Su habitación se encuentra al lado opuesto de la mía y me acerco para ver si están allí.
Cada uno está deshaciendo su equipaje mientras charlan animadamente, me acerco sigilosamente y al llegar a mí padre me lanzo sobre el y lo abrazo con brazos y piernas.
- ¡ABRAZO DE PANDA! - Grito mientras río y mi padre se sobresalta.
- Hey niña, ya no hagas eso. - me reprende mientras aún estoy en su espalda. - Ya no eres una niña. Sí, eres mí niña. Pero ya no eres una niña. ¡Díganme qué lo entienden!
Mí madre y yo reímos y al final, optamos todos juntos por ver una película mientras tomamos chocolate caliente.
- Al fin y al cabo, debemos aprovechar que decidimos llegar el día más frío del año - dice mí padre imitando la voz del hombre que nos recibió en el aeropuerto.
- !Hey! Eso es grosero. - le reprocho con mí ceño fruncido. - Hazlo de nuevo.
Todos reimos y así, lentamente, se nos fue el día. Entre película y película, chocolate y malvaviscos.
Mañana será un nuevo día y no sabemos que nos traerá con él, pero si sé algo, ya no será el día más frío del año.
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Luz en mí mundo ha regresado.