13.01.2017
Desperté de golpe, con el corazón acelerado. El retumbar en mi pecho se fue normalizando a medida que pude convencerme de que se trataba de un sueño, sin embargo, esa sensación en mi cuerpo realzaba la agitación rezagada en consecuencia de la confusión — no supe en qué momento me quedé dormida, para empezar —, por suerte nadie se percató de mi estado. Estrujo mis ojos y visualizo el paisaje por el vidrio de la ventana, y con sorpresa me doy cuenta de que todo era diferente a lo que recordaba... ¿Dónde estaba el cielo azul y el mar? ¿Dónde estamos?
Nos adentrábamos en las fauces de una carretera serpenteante y montañosa, atravesando un traslucido velo de neblina, hacía frío tanto que si me acercaba podía ahumar el vidrío de la ventana con mi aliento y hacer un dibujito — me contuve, por si acaso de hacer mi pobre dibujo —. Centro mi atención en el exterior y hay algo que no termina de convencerme…
Siento un fuerte escalofrío.
La temperatura estaba mucho más baja de lo que estaba acostumbrada. Para entrar en calor busco abrazarme a mí misma y frotar mis brazos. Doy una barrida rápida y al parecer soy la única afectada, mi familia se mostraba conforme con el cambio de clima.
"Bienvenido a El Valle", leo exitosamente del letrero de madera — el cual había sido devorado por el moho, la erosión, y a su vez, por las hierbas, enredaderas y toda clase de helechos. Por suerte aún se conservaba legible.
Una oleada fría y caliente me estremece sin dar tregua...
En el aire había algo que no alcanzaba a agradarme. De un momento a otro, la ropa me ahogaba, básicamente me siento presionada de alguna forma. Hay algo, algo que no me gusta, que me incomoda y asfixia...
Según había escuchado, en aquel pueblo los españoles habían masacrado a tres tribus nativas en lo que fue La Guerra Del Acero Contra La Piedra. Pensar en ello me puso los pelos de punta, ¿cuánta sangre habrá sido absorbida por estas tierras en épocas pasadas?
Ok, en lo menos que necesitaba pensar era en el número de muertos que esta tierra tenía encima. En automático devuelvo la vista al asiento y me concentro en lo gris que es. Por suerte, Alma rompe con el silencio sacándome de mis sombrías cavilaciones. Esta vez agradecí que fuera tan inoportuna.
— ¡Niñas!, ¡bienvenidas al pueblo donde crecí! — celebró, al momento que volteaba hacia atrás para vernos desde su asiento.
Cuando la neblina desmanteló las primeras edificaciones clásicas y coloniales que rodeaban a la placita central, fue inevitable que mis ojos quedaran embelesados ante la sobriedad y estilo que ostentaba el pueblo, ciertamente era como viajar al pasado. Claro, dejando de lado los autos y la tecnología que hoy en día es imprescindible para la sociedad.
— ¡Esta de lo más... interesante! — Suelta con hipocresía. «¡Bravo pilar!, aprendiste una palabra nueva», recita mi mente —. ¿Dónde están las tiendas de ropa? ¿Si hay verdad?
Ante aquello, puse los ojos en blanco, y por piedad, trato de ignorarlas.
— Claro linda, podemos ir ahora — sugiere con entusiasmo —. Y tú, ¿no quieres venir, Dani?
— Naahh, yo paso — niego con simpleza.
— ¡Vamos Dani, será divertido! — insiste la mujer.
— No, gracias — me rehúso —. Llévate a Pilar, así le haces el favor de sacarle la correa. Prefiero que bata su cola lejos de mí.
— ¡Dios mío! ¿cómo puedo ser hermana de “eso”? — cuestiona Pilar con desagrado.
— Dani, Pilar, esas no son formas de tratarse, son hermanas — interviene Alma con sutileza.
— Perdona Alma, pero no te tomes atribuciones que no te corresponden — rebato con indiferencia.
— ¡DANIELA! — reprende Papá, al momento que detiene el auto.
Opto por ignorarlos a todos, por paz mental miro la ventana. Allí las personas caminan con cotidianidad. Sé que tendrán sus ocupaciones, pero, se ven tranquilos disfrutando de la libertad de la adultez. Yo en cambio sufro el yugo de la incapacidad civil por ser menor de edad, en pocas palabras, estoy obligada a vivir bajo la tiranía de un padre que se esfuerza por hacerse presente sólo para coaccionar mi existencia.
— Robert, no — escucho poco después.
Alma se muestra afligida, por ello le implora a su marido para que se calme. Yo me limito a ignorarlos.
— Déjala, tiene razón — continua con una clara desilusión impresa en su voz.
Instintivamente miro de reojo a mi hermana, quería ver con que frase ingeniosa la iluminaría su creatividad para aportar más leña al fuego. Ella me devuelve una mirada fría haciendo juego con una sonrisa casi imperceptible.
— No es así para mí Alma, yo sí te considero parte de esta familia. — Todo en su voz indicaba, al menos para mí, que su trato compasivo era más falso que sus uñas perfectas —. No le hagas caso, es ella quien se niega a integrarse — reprocha.
Parezco ser la única que percibe el veneno que esparcen sus palabras destinadas a enaltecerla frente a los ojos de papá y su mujer, mientras que para mí no eran más que una fatal estocada. ¡Bruja insoportable!
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Editado: 13.05.2022