17. 01. 2017
Con la clase de biología vista culmina mi segundo día en la escuela.
En ningún momento pude quitarme la imagen de Alma. Ella se mostró tan jovial y feliz en la cena del día anterior. Muy emocionada me bombardeó con toda clase de preguntas, para saber cómo me había sentido en mi primer día, si había hecho amigos... entre toda clase de cosas, “Te gusto alguien” … esa pregunta no fue de total agrado para mi papá, quien nos hizo recordar que estaba presente..
“¿Te gusta alguien?” con solo recordarlo me pongo roja como tomate, pues sola se me viene esa persona a la mente… No puede ser, en verdad es imposible, el ya no está.
A todas sus interrogantes me limité a decir que todo me había salido bien, omitiendo toda clase de detalles. Mientras analizaba cada una de sus expresiones y me pregunté: ¿Cómo era capaz de ser tan feliz cuando toda su familia había muerto de esa forma? ¿Por qué regresó, si sangre empañaba esta casa? aquello no parecía importarle en lo absoluto...
Por otro lado, mi día transcurrió sin que aconteciera ningún evento fuera de lo normal. Ya comenzaba a dar gracias a Dios por escuchar mi clamor y a el medicamento por hacer su trabajo.
Salí del instituto cuando el sol estaba a pocas horas del atardecer, las nubes se mantenían cubriendo el cielo con persistencia, no tenía frío, pero sí estaba fresco. Unos estudiantes se agrupaban en los jardines frente a la escuela, comentando y riendo, otros se alistaban para irse, por otro lado, había quienes hacían tiempo para que los vinieran a buscar y entre ellos estaba yo, caminando a la parada de transporte para tomar un colectivo, un pequeño auto negro donde cabían a lo mucho 4 personas, y cuya ruta me acercaba a mi casa. La mujer de papá tenía que afinar unos pendientes, y nos dijo que sería imposible venir a buscarnos, por ello le dio el auto a mi hermana para que no tuviéramos problema con el transporte. Lo que no pasó por su mente es que dicho personaje me prohibió irme de regreso con ella, pues mi presencia dañaría su "reputación"...
Suelto un desaire sin poder evitarlo, ¡No sé qué se cree! Pero, en fin, lo cierto es que me toca esperar a que llegue el dichoso carrito, por los vientos que soplan, me quedaré aquí un buen rato.
Para hacer tiempo veo con envidia como los otros estudiantes abandonan uno tras otro la escuela, viven tan cerca que se pueden ir a pie. En cambio, a mí me tomaría una hora de trayecto si me animo a caminar... es demasiado para mí, así que me quedo sentada a esperar.
Poco a poco las voces de los chicos se hacen cada vez más lejanas, hasta el punto de que se disipa por completo. Lo único que puedo escuchar es el siseo de los árboles meciéndose de un lado a otro, una sensación extraña me invade de repente, como una oleada de terror que hace cala en mis huesos. De momento la respiración se me tranca, siento una presencia justo a mis espaldas, quiero voltear, pero el peso de su mirada cae como yunque sobre mis hombros y me paraliza.
«¿Qué pasa?». No puedo evitar inquietarme.
«No soy dueña de mi cuerpo y eso me altera más — Justo cuando pensaba que todo iría bien — ¿Por qué me pasa esto? había tomado mi medicamento, incluso aumentado la dosis, ¡no puede ser!» mis pensamientos se arremolinan unos con otros.
Las piernas me tiemblan como gelatina y me era imposible usarlas alejarme…
Todo mi ser pareció quebrarse cuando escucho su voz.
— Ellos están malditos — Aquel susurro fue diluido por el viento en menos de lo que canta un gallo, pero tuvo permanencia en mi carne pues se me puso de gallina.
Desconozco el tiempo que pasé dentro de ese escalofriante episodio. Para cuando desperté, me doy vuelta sin saber con qué me encontraría, por suerte no había nada de que temer, no eran más que unos cuantos estudiantes. Mi corazón retumbaba y gritaba con desesperación dentro de mi pecho, pero mi malestar pasaba desapercibido para aquellos espectadores, cuyas expresiones denotaban en algunos: desagrado y en otros: burla. Para ellos no era más que un bicho raro.
En un parpadeo el sonido cotidiano vuelve a instaurarse, y puedo escuchar sus cuchicheos.
«¿Por cuánto tiempo estuve petrificada? — Me pregunto mentalmente — Bien, eso no importa. Aléjate de ellos»
Sin perder el tiempo me apresuro para marcharme caminando, pensando que ir a pie no seá tan mal de morirse. En el camino me detengo a reflexionar acerca de lo ocurrido, y trato de convencerme que todo se debe a la paranoia, y que ya es psicológico el asunto. Inconscientemente estoy predispuesta a que el medicamento falle, debo tener fe para que funcione...
Esto logra calmarme por el momento. De igual forma, busco autoconvencerme de que esa pesadez — difícil de ignorar —, fue producto de mi predisposición patológica, y en consecuencia me estaba ganando la ansiedad. Respiro y concentro mis energías en ir a casa. Aunque, para ser sincera, dicha sensación me alcanza a donde quiera que vaya, este pueblo me pone los pelos de punta...
Justo cuando voy caminando por la acera, algo llama mi atención, vi a mi hermana enganchada del brazo de Sam mientras salían en grupo de una cafetería. Eso me hizo recordar que ciertamente no le había visto en todo el día... ya veo porqué, no asistieron a clase. Respiro profundo, me digo que no es mi asunto y continúo caminando. Eso sí, apresurando el paso, y rogando ser invisible para no llamar la atención.
— ¡Dani! — Grita Sam, mientras agitaba los brazos para llamar mi atención, provocando que el grupo de chicos que le hacía compañía, posaran su vista en mí.
«No puede ser verdad...», aúlla mi fuero interno.
Fue inevitable que mis ojos no buscaran al chico efusivo, sino a la hermana furiosa que solo deseaban desaparecerme del mapa. «Rayos, esto no pinta nada bien», advierto. Y cómo si no pudiera ser peor, él la hizo a un lado inconscientemente para correr hacia mí, hasta que me alcanzó.
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Editado: 13.05.2022