¿Por qué no puedo ver tu rostro?, me pregunto mentalmente.
Me encuentro acostada en un hermoso prado con la cabeza reposando sobre su regazo. Con manía él se dispone a jugar con un mechón de mi cabello. Está hablándome, lo sé porque sus labios se mueven, no porque pueda escuchar lo que dice.
Me sonríe.
Esta persona se encuentra a contraluz, pero aun así puedo ver como una sonrisa acuna sus labios... Fuerzo la vista para detallar su rostro, pero de pronto, impidiéndome ver más allá, la agresiva luz me obliga a apartar la mirada lejos de él.
¿Quién es? ¿Dónde estamos? Hay tantas preguntas que quiero hacerle, pero no puedo hablar, por más que formule mentalmente lo que quiero decir, mis labios se niegan a articular palabra. Es en cierta forma, frustrante... Sin embargo, pese a eso, le devuelvo la sonrisa, ¿Por qué?
Al parecer mi cuerpo aún estaba atado al ligero hilo de lo que parecía ser la hermosa ilustración de un sueño, donde no soy dueña de mis actos pues impera la inconciencia y solo queda dejarse llevar. Desgraciadamente mi conciencia y mi cuerpo parecen estar desconectados..., a pesar de eso, no tengo miedo, ni angustias. A su lado, me siento segura.
— Daniela... — escucho en un susurro. Era una voz desconocida —. Daniela... ven...
¿Quién llama?
Su voz es tan lejana, pero me estaba llamando...
Por alguna razón mi acompañante acentúa su agarre en mis hombros, obligándome a que le preste atención. Pero sigo sin poder ver de quien se trata y sin escuchar una sola palabra, parece conocerme bastante bien...
«¿Quién eres tú?» Volví a preguntarme.
Él parecía angustiado y consternado. Me sujeta con fuerza, como si quisiera impedir que me fuera a algún lado...
Poco a poco percibo como su agarre parece amenizarse cada vez más. Hasta que simplemente no siento nada, y me escurro de sus brazos y me hundo en la oscuridad. Soy lamida por el embotamiento y lentamente los parpadeos se tornan más prolongados, hasta que no tengo la fuerza para volver a abrir los ojos...
Me es difícil saber cuánto tiempo paso así. De pronto me comienzo a cuestionar sobre si tengo los ojos cerrados, o los abrí y mi entorno está sumido en la más densa oscuridad. Minutos después, comienzo a alarmarme, sé que estoy sola, y pensar en ello me hace sentir muy inquieta... hasta que unas gruesas manos se apartan de mis ojos.
«Entonces alguien estaba cubriendo mis ojos con sus manos...», concluí.
El hermoso paraje natural había desaparecido, ahora me encontraba dentro de la habitación sellada. Era de día y pude vislumbrar todo mi entorno a plenitud, todos los objetos en su interior fueron cubiertos con mantas blancas; había también una infinidad de cajas apiladas en las esquinas, sin duda aquel lugar era una amplia mina de antigüedades.
La persona que me hacía compañía se mantuvo a mis espaldas, su presencia me inquietaba ya que se ceñía sobre mí como un incómodo peso. En ningún momento tuvo la decencia de mostrarse ni yo de voltearme, podía sentir su pesada mirada anclarse sobre mi nuca, aquello no me asustaba, sólo era inquietante.
La persona detrás de mí me aproxima desde su posición algo que se esmera por colocar en mis manos, su efímera cercanía me estremece, luego retrocede...
Con extrañeza veo lo que me dio, es una flor azul, la cual me es muy familiar, pero antes de que pueda pensar en su nombre, la planta que ya conozco comienza a germinar de entre los maderos gastados del suelo hasta alcanzar su madurez.
— Achusa Calcárea Boiss — dejo escapar en un murmullo.
— ¡Daniela vuelve! — Escucho repentinamente a lo lejos —. ¡Ya sabe de ti, debes regresar!
«Eres tú ¿Dónde estás?» le pregunto por lo bajo... Con lentitud como si mis labios pesaran.
De pronto, ya no siento la presencia a mis espaldas, y por alguna razón todo el espacio comienza a estremecerse a causa de un temblor. Los objetos, todo lo que integra la habitación comienza a tambalearse con mucha facilidad.
Mi corazón trastabilló.
Puedo sentir ese amargo punzón en mi pecho, la incertidumbre alimenta mi temor, algo malo está por pasar. Parpadeo con fuerza, y dirijo la mirada hacía la pequeña flor en mi mano, esta se ennegreció y se disecó hasta volverse simple polvo que el viento terminó por llevarse. Mecánicamente vuelvo la vista a la hermosa planta que superaba por poco mi tamaño, esta se pudrió ante mis ojos reduciéndose a una masa pestilente a medida que la luz de día fue engullida por la más temible oscuridad.
Vuelvo a ser abrazada por las sombras...
Aunque sé que estoy despierta, no puedo ver la mano que me afano por agitar a pocos centímetros de mi cara.
Tengo miedo. Esta oscuridad es distinta, propaga inseguridad e incertidumbre, haciendo que mi corazón bombee despavorido, tengo mucho miedo. Entonces decido correr, no me importa que no pueda ver el camino... pero al hacer amago en moverme, algo me retiene las muñecas y los tobillos… estoy atada… atrapada. Aquello solo aflora aún más mis miedos, y torna cada vez más sensible mis nervios...
No podía ver nada, no podía escuchar más que mis sollozos desesperados. No podía ir a ningún lado.
Supe que mi entorno había cambiado cuando un poco de luz escapó de las entrañas de la oscuridad. Y ahora me encontraba en un cuarto, con inaccesibles ventanas, reforzadas con barrotes, era un lugar que conocía bastante bien.
Sobrellenada por el pánico, me estremezco hasta la médula. Sabía lo que eso significaba. Grito a todo pulmón y me retuerzo para zafarme de las gruesas correas de cuero que me retienen, pero todo fue en vano.
— ¡Ya vienen, ya vienen por mí! — Aquello escapa de mi garganta en un susurro.
Gimoteo y lloro como una niña. Estoy sumamente asustada..., y mis miedos no estaban infundados. En un parpadeo logro divisar la infinidad de sombras — siluetas con forma humana que carecen de rostro —, esas criaturas rodean mi cama. Al borde del infarto, grito con más fuerza, aspirando que alguien acuda a salvarme... pero nadie llega…
#1815 en Paranormal
#8199 en Thriller
#4611 en Misterio
fantasma y misterio, muerte odio, codicia asesinatos terror psicolgico
Editado: 13.05.2022