Mi nivel de ansiedad iba en aumento conforme pasaban los días sin medicarme. Caminar de un lado a otro estando sola, compulsivamente morder mis uñas y rascar mis manos, se había vuelto habitual, además de sentir a su vez, como la tortura del tiempo pasa más lento. Por más que intento respirar profundo, me acosa esa sensación paranoica en la que percibo la presencia, no solo de Mikele, sino de otros más, siguiéndome a todos lados. Tengo mucho miedo, pues al parecer esa barrera que direccionaba mis sentidos en el camino correcto se desvía en una tangente sobrenatural, sofocante e intolerable.
Desesperada me pregunto en dónde Alma pudo ocultar mis medicamentos. Pero la casa es muy grande y con tantos ojos rondado cada rincón es imposible pasar desapercibida para buscarlos. Mi fiel proveedor, supo de mi recaía por cortesía de las viejas amigas de mi hermana, esas brujas se encargaron de esparcirlo por mi antigua escuela, de manera que cuando intenté contactarlo se negó a venderme, pues, podría ser perjudicial para su negocio. ¡No importó cuantas veces le aseguré que no se repetiría esa situación y que nunca revelaría su identidad! Incluso le ofrecí el doble, sin embargo, él simplemente me bloqueó de redes sociales y ahora no puedo contactarlo.
Me hago un ovillo. Sin duda la ansiedad no me dejaría ir esta vez.
«¿Y si hago entrar en razón al profesor? Tal vez me pueda ayudar a obtener algo para sobrevivir unos días más» acoto fuera de mí.
“Tú no estás loca”.
Me estremezco ante esas simples palabras las cuales me descolocan. ¿Y si mi problema no son delirios ni brotes esquizofrénicos entonces que son? ¿Cómo puedo resolverlo? Muy confundida tiemblo y sujeto con fuerza mi cabello revuelto mientras que las lágrimas inundan mis ojos.
“Daniela, no importa cuántas veces tomes esa basura — dijo sin dudar una sola vez —. No estas atacando el problema” ¿Cómo hago que se vayan? pregunta mi lado racional “No resolverás nada, no los harás desaparecer, sólo te haces más daño.” insistió el profesor. ¿Si no estoy loca como doy explicación a lo que sucede? ¿Qué problema debo resolver para que ellos me dejen en paz?
Con los ojos cerrados, mantengo una barrera imaginaria con el exterior. Sé qué si los abro, podré verlo de reojo ¡Y me rehúso a enfrentarlo, no puedo!
Incluso la escuela se ha vuelto un infierno, todos me observan, comentan y me señalan como la loca suicida, complot orquestado por mi hermana quien no lo pensó ni dos veces para tirar madera al fuego, manteniendo una postura compasiva pero punzante para mantener su popularidad indemne. Decidí alejarme de todos, incluso del profesor y Sam hasta que todo se calmara, lo menos que quería era causar problemas.
En más de una ocasión sus amigos, de alguna forma, lo presionaron para que se alejara de mí, más de una vez los vi murmurándole cosas mientras me miraban de reojo.
Era mucha presión, estaba sola de nuevo… Supongo que hasta el metal más fuerte puede quebrarse.
19.03.21
Me dejo caer al suelo. Entre mis puños arranco el fino césped para lidiar con la frustración. Odio mi condición, odio padecer de este calvario, odio no poder ser feliz, odio estar sola, odio ser yo...
— ¿Daniela? — la voz de Sam me toma por sorpresa.
Muy rápido estrujo mis ojos y seco mis lágrimas, luego me pongo de pie y afirmo mis lentes. ¿Cómo era posible que estuviera en mi casa? ¿Cómo dio conmigo? Estupefacta lo miré como si no fuera real, como si se tratara de un espejismo. Esa mañana estaba al borde de colapsar, y sin muchas opciones, salí al jardín a desahogarme, ya no me sentía en paz estando encerrada, no con él aguardando en la distancia.
— ¡Sam! — exclamo sorprendida.
— ¿Todo está bien? — me pregunta con timidez y evidente preocupación —. Verás, estuviste evitándome en la escuela… estas más retraída de lo normal… yo… Dani, estoy preocupado. Necesito saber qué pasa.
No podía creerlo. Me encontraba al desnudo, ni siquiera podía fingir una risa e inventar una excusa. De un momento a otro mis mejillas se humedecieron, mis labios se contraen para evitar decir algo indebido, tiemblan porque es allí cuando inicia la batalla entre abrirle o no mi corazón, poniendo en bandeja mis penas, miedos e incertidumbres.
Al verme tan frágil chasquea con la boca y me jala para abrazarme con fuerza. Su atrevimiento me toma desprevenida, su calidez me brinda unos segundos de consuelo. Siempre intento mantenerme en pie por mis propios medios, pero cuando otra persona me ofrece su mano descubro que soy tan frágil como la cristalería fina.
Estallo en llanto y me refugio en sus brazos. Sujetando con fuerza la parte trasera de su chaqueta. Me deshago y él se esfuerza en sostenerme. No me detengo a pensar en nada más que en como el dolor guardado por tantos años se libera, últimamente con más frecuencia.
…
El viento se las apaña en mover los mechones crespos de mi cabello. Es hermoso ver como las fuertes olas de la playa chocan con la orilla, mientras el agua cristalina fracciona la luz, el aire se percibe salino, incluso el canto del mar me relaja. Ya puedo respirar con tranquilidad, de hecho, me siento mucho mejor después de desahogarme con Sam, quien de hecho resultó ser muy bueno lidiando con estas cosas. No preguntó de más, se limitó a ser mi soporte, y después de llorar y quebrarme por completo, tomó mis pedazos para volverlos a unir en el minuto que me alejó y tomó mis manos brindándome confianza con su verdosa mirada.
Ahora estábamos sentados en la arena, frente a la playa. Caminamos sin rumbo, en total silencio hasta llegar acá. No me siento incomoda o presionada a hablar, le agradezco por eso, pero soy consciente de que le debo una explicación, y algo me dice que por eso espera en silencio a que dé el primer paso.
— Perdón —. Suscito un poco apenada, por ello evito mirarle.
El pasa su mano por encima de mi hombro y me acerca guardándome bajo su protección.
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Editado: 13.05.2022