Atrapada en un callejón sin salida, sentada en mi pupitre me limito a mirar por la ventana del aula de clases, tratando de tomar un respiro. Este laberinto sinuoso me atormenta, es un rompecabezas con piezas que no encajan, no importa en qué dirección las ponga. Es en cierto modo frustrante. Ni cuenta me di cuando todos abandonaron el salón.
— Dani — la voz dubitativa de Sam me trae de vuelta.
Él mantiene su distancia. Me duele ver a lo que hemos llegado. No lo culpo, no tengo derecho a hacerlo, nuestra amistad no hizo más que causarle problemas, y a pesar de todo Sam siempre fue paciente, atento, un buen amigo, dispuesta a no delatarme, hago a un lado esos pensamientos y permanezco firme, afianzada en la diplomacia para manejarlo de la mejor manera.
— Hola Sam — saludo, tratando que no se note el nudo que ata mi garganta.
— ¿Estás bien? — me pregunta. Se le ve algo inquieto.
— Sí, tranquilo, estoy bien — miento —, sólo me quedé… tu sabes… durmiendo despierta — rio de forma nerviosa mientras me pongo de pie.
Sal de ahí, me digo, sólo lo harás más difícil.
— Nos vemos — digo una vez que paso a su lado.
Seguido de esto, él sujeta mi brazo. Y su simple tacto trae consigo un vívido recuerdo. Puedo ver a Sam viéndose en el reflejo de un espejo, luego se inclina hacia el lavamanos para mojarse la cara, está preocupado y nervioso, es allí cuando claramente se deja ver Mikele emanando furia. De su parte sólo bastó un ademán con su mano para hacer que Samuel se golpeara contra el mesón y cayera inconsciente en el suelo. Luego escuchaba los gritos del pobre por las horrendas pesadillas de la ira de fantasma recreo para castigarlo…
Traumatizado por el infierno que le hicieron vivir, el chico temblaba indefenso. Y fue entonces que Mikele se mostró ante él mostrando una expresión sombría y casi asesina.
— Ella es mía ¡No te le acerques! — advirtió —. O vas a lamentarlo.
Al despertar de aquella pesadilla ambos nos separamos afectados por una descarga energética muy intensa. Ambos exaltados nos miramos estupefactos, al parecer no fui la única que sintió algo. En su mirar no había más que preocupación y algo de temor. Temblando por lo que acababa de mirar llevo mis manos al rostro, afectada por los sentimientos de Sam, confundida por las intenciones de Mikele y por las horribles cosas que hizo… no entendía nada, no quería hacer más que llorar y escapar de todo, quería que todo se terminara.
Unos brazos me acogieron sin verlo venir.
Mi corazón falló, y mi respiración se detuvo por unos segundos en los que Sam me acunó en su regazo y allí me fue posible escuchar los latidos acelerados de su corazón. Una vez más el muchacho se sobreponía, sabía las cosas horrendas que había afrontado por mi culpa, pero aun así me acogía en sus brazos para decirme abiertamente que estaría para mí pase lo que pase.
— Perdóname por haberme tardado — susurra con la voz quebrada.
Eso me parte el alma, pues él tenía miedo, y no era para menos. Por ello correspondí ese abrazo, era lo menos que podía hacer.
El sonido seco de algo cayéndose al suelo no sobresalta y de inmediato nos separamos aterrados pensando lo peor. Mi corazón se arruga al ver a mi hermana, estupefacta. Aunque de inmediato recoge sus cosas y se esconde tras la armadura de la frialdad y luego de lanzarle una mirada fulminante a Sam, se abre paso en el aula sin perder su temple altivo y de diva.
— Daniela ven conmigo, necesito que hablemos de cosas importantes — zanja dando por hecho que Sam no sería bienvenido.
Yo sólo asentí. En cuanto doy un paso Sam me retiene.
— Déjame ayudar Daniela — solicita con firmeza —. Sé que puedo ser de utilidad, no quiero y no voy a dejarte sola con esto.
— ¿Quién te crees que eres? Ubícate — espeta con desprecio mi hermana —. En asuntos familiares las personas como tú sólo sobran
Ignorando sus palabras Sam no me quita la mirada de encima. Sus ojos me gritaban “¡Tú también lo viste!, corres peligro”
— Daniela por favor, no me hagas a un lado — pidió.
— ¡Suelta de una vez a mi hermana! — intervino Pilar ya perdiendo la serenidad.
— ¡Basta! — grito al mismo tiempo que me suelto de ambos y tomo distancia.
Los dos me miran absortos.
— Pilar, necesitamos toda la ayuda posible, solas no podremos descifrar este misterio — reconozco. A Sam se le ilumina la mirada, por ello le miro y lo saco de su error —. Sam, te agradezco que mantengas distancia, Pilar tiene razón, son asuntos familiares y ya viste de primera mano que no es un juego. Puedo aceptar que nos des tu punto de vista, a medida que vayamos armando la investigación, pero más de eso no.
— ¡Dani! — chilla haciendo un berrinche.
— Hermana no te preocupes, Sam es de confianza — aseguro, ella no se muestra muy convencida pero no alega nada más y tras batir su lacio cabello se da media vuelta y se va.
Al ver esto, comparto miradas con Sam, sigue sin creerlo.
— Sí, somos hermanas — respondo.
Luego de esto nos limitamos a seguirla.
…
—¡Estamos perdidas! — suspiró mi hermana.
Después de contar sobre mi “fabuloso” hallazgo. Sentados en la grama bajo el gran sauce llorón, nos devanábamos los sesos para encontrar respuestas.
— No lo veo así… — comentó Sam, tiempo después.
— Nadie pidió tu opinión — atacó mi hermana. Él la miró con severidad y puso los ojos en blanco con evidente fastidio.
Era tangible la tensión entre ambos, ella lo odiaba a muerte. No creo que sea fácil hacer que trabajen juntos y no creo que sus constantes roces ayuden al progreso de la investigación, por eso los miro feo para que se enfoquen.
— Hermana, quieta — advierto, ella en respuesta se cruza de brazos y mira a otro lado. Luego me dirijo a Sam —, continúa.
Pilar infló sus mejillas, forzándose a contener su veneno verbal. Lo agradecí, lo menos que quería era un baño de sangre entre mis aliados.
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Editado: 13.05.2022