No importa lo que haga, este sentimiento no se va…
Luego de la “clase” más extraña de mi vida, donde no pude evitar sentirme incomoda por las miradas que me arrojaba el tutor pelirrojo, en las que no evitaba sentirme al descubierto… algo dentro de mí me decía: “él sabe más de lo que dice”. ¿Qué es lo que sabe exactamente? Me hago bolita sintiendo mucha preocupación.
A lo lejos veo el alhajero corroído por el salitre. Lo tomo con delicadeza, y abatida por un extraño sentimiento lo acerco a mi oído y lo agito para tener una vaga imagen del objeto que guarda dentro, y el sonido que emite claramente me hace pensar que hay un objeto pequeño de material contundente. Mi corazón cincela mi pecho en cada latido, mis nervios perlan mi frente, mis manos tiemblan victimas de aquello que encontraré. Me tomo mi tiempo para examinar el objeto y veo una pequeña ranura, en forma de llave de cuerda, y entonces recuerdo que una de las cosas que encontré en ese sobre dorado era una llave que si tenía suerte podría ser la pieza faltante para poder abrirlo. Tomo la llave de mi mochila y la inserto en la ranura correspondiente, me cuesta un poco, pero luego de varios intentos el mecanismo cede y la tapita se abre dejando ver lo que parecía ser una llave pequeña que una vez fue dorada…
— ¿Otra llave? — pregunté incrédula.
Suelto un respingo y me dejo caer en la cama, sintiendo una fuerte decepción pues sólo había una llave, nada más. ¿Qué se supone que haré con esto? Me pregunto ¿a dónde nos llevarán estas pistas? si es que van a algún lado. No entiendo nada, no sé, ¿qué se supone que debo hacer? Llevo una almohada y la planto en mi rostro, deseando desaparecer.
No puedo evitar recordar las palabras de Pilar, la pobre tiene la obligación de mantener su estrecha relación con Alma, y ya está llegando a su límite, se le hace difícil seguir fingiendo que todo está bien entre ellas, sobre todo cuando sabe lo manipuladora y malvada que es. Mientras lidiamos con ella, papá brilla por su ausencia, ¿Qué tanto hace? ¿Cómo se le ocurre abandonarnos así? Esas interrogantes dejan una sensación asfixiante que comprime mi pecho hasta que las lágrimas están tentadas a salir.
— Mamá ayúdame — musitó entrecortada por el llanto que me esfuerzo en contener.
Una melodía poco audible se reproduce en la distancia escapando de la hermeticidad de mi preciado baúl de recuerdos. Mi corazón se salta y seguido de esto me incorporo, no cabe duda, es esa melodía, la que apareció grabada en mi teléfono, sólo que ahora eran como esos tintineos metalizados, propios de una caja musical. Me invadió un escalofrío al tener en cuenta de que nada humano lo provocó, y por ello me estremezco, pues otra vez me toca enfrentarme a él. ¿Esto califica como interacción paranormal? ¿Qué se supone que haga ahora, saludo? Su cercanía cercena mi quietud, sé que está a mis espaldas, me observa. Otra vez está preocupado, su angustia es abrumadora.
Trago en seco y de un momento a otro la música deja de sonar. «No seas cobarde, me digo, baja de la cama, busca lo que produjo el sonido debo verlo con mis propios ojos, tal vez es su forma de comunicarse conmigo». Respiro profundo para componerme, no puedo dejar que el miedo me domine. Pero en cuanto la música se renueva no puedo evitar olvidar lo primero que no debía hacer, y es no cundir al pánico.
Vuelvo a respirar. Miro el baúl a lo lejos y me dirijo hacia allí, lugar que guarda cosas de vital importancia para mí. Separo la llave de mi llavero con manos temblorosas, y con los nervios a flor de piel la inserto girando con ella el mecanismo de la cerradura oxidada, levanto la tapa de madera marrón milenaria — haciendo lo posible para no acobardarme —, en su interior pude vislumbrar un alhajero ovoide, con inscripciones y detalles florales en tinta color salmón y otros detalles de un rosa pálido, de la curiosa base de porcelana se erguía una bailarina, en su característica pose de empeine y brazos arqueados por encima de la cabeza, la pintura que daba vida a su faz, se veía algo desgastada, era antigua.
Había estado conmigo desde siempre, no recuerdo el momento en que la obtuve, pero no niego la familiaridad que me hace sentir. No suelo hurgar entre esas cosas, por múltiples razones, me da miedo enfrentar un pasado que me asusta no recordar y por lo cual es muy doloroso. Desde ese día que saque su anuario para confirmar mis sospechas sobre la relación de mi madre con el profesor, tuve cierta curiosidad, pero nunca me arme de valor.
Por un momento me vi tentada a tomar uno de los álbumes y, de hecho, no pude resistirme. Minutos después ahí estaba yo, Riendo por lo bajo, derramando pocas lágrimas cargadas de nostalgia y pesar. En la mayoría de las fotos estaba mi madre conmigo y Pilar.
Luego de pasar unas páginas pude ver aquella foto verano en la q ue disfrutábamos en la piscina del patio trasero... En ese momento, Pilar le había hecho un hoyo a mi muñeco inflable. Y obviamente estaba llorando, mientras mi hermana mayor se limitaba a lucir hermosa...
Vi pocas fotos de navidad unas cuantas de mis pocos cumpleaños antes del accidente, y luego una foto en una playa que reconocí de inmediato. No puede ser… en ella aparecíamos mi madre y yo en la orilla muy sonrientes mientras ella sostenía su sombrero como si quisiera evitar que el viento se lo llevara. Era una imagen que figuraba en mi imaginación idealizado como un sueño lejano y lo más extraño era que no estábamos solas y eso me hizo preguntarme ¿Quién tomó la foto?
Segundos después volví a escuchar esa melodía y en el acto mi cuerpo se tensó. La melodía provenía de lo que yo creía un simple alhajero, intento hacer memoria al respecto, pero no recuerdo haberla escuchado sonar antes. Insegura tomo el alhajero y miró incrédula cómo la bailarina giraba sobre su eje siguiendo a la música que ciertamente fue grabada en mi celular.
Cuando la música terminó examiné con atención la caja de música y aparte de la llave cuerda tenía un cerrojo delicado…
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Editado: 13.05.2022