Sin alguna razón las lágrimas salían de mis ojos sin control, mientras que mi corazón se envestía de una emoción que englobaba tristeza y alegría. Mis labios parecían tener mucho que decir, pero el nudo en mi garganta frenaba todo intento de verbalizar lo que estaba sintiendo. ¿Qué es esto? Me pregunto. ¿Por qué?
Muy confundida escondo mi rostro descompuesto de los presentes, no quería que me tacharan de loca o desubicada, pero ya no podía parar. Me pregunté una y otra vez porque mi cuerpo reaccionaba de tal forma, se supone que mis padres estaban de viaje, ¿siempre fui tan apegada o sentimental?
Sin verlo venir un par de brazos cálidos me envolvieron con ternura llenando ese vacío que no sabía que albergaba mi pecho. Ella no dijo nada por unos minutos, sólo se limitó a disfrutar ese momento como si hubiesen pasado siglos sin vernos. Tan maleable como una porción de plastilina ella me alejó lo suficiente para secar mis ojitos, cuidando de no estropear el sutil maquillaje que tanto Eva se esforzó en hacer y allí pude perderme en esos hermosos ojos esmeraldas que denotaban el verdadero amor, amor de una madre.
“Mamá”.
— También te eché de menos mi amor — dijo ella, con una serenidad disipando mi angustia y brindándome tanta paz y seguridad que, a su lado, nada más importaba.
— Diana me alegra tanto de que pudieras venir — intervino Mikele, manteniendo una postura solemne, el agarre de mi madre se acentuó por una razón —. Significa mucho para nosotros que estés presente.
Ella lo miró con una sonrisa sin soltarme, sino todo lo contrario afirmándose más de mí como si quisiera protegerme de algo, pero el destello en su mirar se desvaneció al instante ¿Qué pasa entre esos dos? Muy confundida no puedo evitar abrumarme ante los acontecimientos.
Rompiendo el silencio incómodo que emergió por unos largos segundos, mi padre hizo su entrada y se unió al abrazo familiar, luego de darle un beso en la mejilla a mi mamá y uno a mí en la cabeza miró a Mikele desafiante, pues este último no era más que el hombre que iba a arrebatarle la luz de sus ojos. De momento puedo recordar el día que el muchacho pidió mi mano a mis padres.
¿Qué son estos recuerdos? ¿Son míos?
Parecía que papá odió a Mikele desde el primer instante, porque sabía que tenía mi corazón en bandeja de plata y como todo padre temió por su pequeña, obvio que con el tiempo se dio cuenta que él me amaba más que nada en el mundo. Mi prometido respondió con una sonrisa plena, él comprendía que mi padre sólo quería protegerme.
— Y sigues con la pelea — se une otra persona. No puedo creerlo y mi corazón se arruga dejando un punzante dolor a causa de ello —. No te lo tomes a pecho — dice, dirigiéndose a Mikele —. Robert odia al sol por tocar a sus dos tesoros.
Tras esto, tanto Mikele como mi madre y yo reímos sin poder evitarlo ¿Por qué me estoy riendo? Por un instante me percaté de que ya no tenía dominio de mi cuerpo y que mi mente actuaba por su cuenta. Ver a Miller me dejó sin habla, por alguna razón no podía creer que estuviera aquí con nosotros porque algo en mí me dice que estaba segura de que no volveríamos a vernos y ahora estaba aquí, tan irónico y odioso como siempre.
Sacándome de la introspección, puedo darme cuenta de que mi padre comenzó a discutir con su jurado rival por meterse donde no lo llaman. Era muy sabido que era una relación muy particular.
Era impresionante como tenía esa información sin tener la más remota idea, y no poder asociarlo con una vivencia, simplemente lo sabía. Por primera vez en mucho tiempo tuve la consciencia y eso me causa mucha confusión.
Mi madre carraspeó con la garganta haciendo que los dos hombres la miraran y sacándome en el proceso de la abstracción. Ok, la habían hecho enojar. Ella podía ser amorosa y amable, pero cuando se enojaba hacía temblar hasta la persona más temeraria. De inmediato, los dos buscapleitos dejaron de hablar y se quedaron quietecitos.
Luego de esto, ella volvió a sonreír y me miró para revelarme una confidencia.
— Pueden pasar los años y estos dos siguen tan revoltosos como cuando éramos adolescentes —. Ante aquello, ambas reímos.
¿Por qué estaba riendo? tenía muchas dudas y lo que más que deseaba era respuestas. Aun no podía creer que mi madre y Miller estuvieran aquí, se supone que no… Es ahí cuando me tomo el tiempo de ver a mi prometido, y me sorprende cuando nuestras miradas se cruzan, él me escrutaba con la mirada como si estudiara mi interior.
“Sales de su control” aquel pensamiento ajeno asalta mi mente, me desconcierta de momento.
— Muchas felicidades — congratula el Profesor Miller, trayéndome al tiempo presente —. Quien Diría que mis mejores estudiantes terminarían juntos.
— Cariño, tu madre y yo estamos muy orgullosos de ti — dice mi padre llamando mi atención —. Te vez hermosa.
— Y yo estoy feliz de tenerlos aquí — respondo llena de una emoción que me supera —. Esperen a que Pilar los vea, ¡estará muy feliz!
— ¿Quien? — inquirió mi padre lleno de confusión.
Me detengo a mirarlo y entonces caigo en cuenta de que no tengo idea de lo que dije, ese nombre simplemente saltó de mi boca como si fuera lo más natural del mundo. ¿Quién es Pilar? ¿Por qué dije eso? ¿Qué rayos pasa conmigo hoy? Pilar… Pilar… ese nombre me suena de algo, pero no alcanzo a recordar. Me encojo y llevo mis dos dedos a mi sien tratando se masajear la zona, la cual se tensó en el segundo que me di cuenta de mi error. Otra vez estoy diciendo cosas raras — me reprocho — poniendo a todos incómodos ¿Qué pasa conmigo?
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Editado: 13.05.2022