Cuatro días después, Acción de Gracias ha terminado y estamos de regreso en Westchester. Jeon apenas ha conseguido llegar a la puerta de mi apartamento antes de que me encuentre sobre él, besándolo con todo lo que tengo.
Deja caer mi bolso con sorpresa, y casi tropezamos con él.
—Taehyung, calmate…
—No me digas que me calme —digo, y lo empujo la corta distancia hacia el sofá—. Jungkook, cuatro días. Cuatro días de caricias interminables, orgasmos interrumpidos, y drama familiar. El tiempo para andar lento ha pasado. Ahora, por favor, cállate y bésame.
Lo que sea que vaya a decir a continuación es sofocado por mi boca, y me siento a horcajadas sobre él mientras entierro mis dedos en su cabello.
Se siente increíble. Sabe extraordinariamente.
Sé que estoy fuera de control, pero él me ha puesto de esta manera. Nuestra semana con su familia terminó siendo bastante agradable, a pesar de alguna tensión cuando su papá se hallaba cerca. Pero encontrarme en lugares cerrados con él durante veinticuatro horas al día fue una tortura sexual. Entre hacer turismo con su hermana y las comidas familiares, rara vez tuvimos tiempo a solas. Y cuando lo teníamos, siempre se detenía antes de lo bueno. Todo el fin de semana resultó ser una ronda gigante de juegos previos insoportables, y si no dejaba de estancarse y me daba algo de alivio jodidamente pronto. Estoy más tenso que la última cirugía estética de Jane Fonda, maldita sea.
—Quítate la camisa. —Beso todo su rostro, luego me muevo hacia su cuello mientras añado algunos mordiscos, porque sé que lo vuelve loco.
—Espera… sólo… Oh mierda…
Lo muerdo en el punto en donde su cuello se encuentra con su hombro y succiono. Levanta su pelvis tan de repente, que casi me hace caer de su regazo.
—¡Jesús, Taehyung!
—¡Camisa! ¡Fuera!
Tiro de ella y se la saco por la cabeza. Su cabello parece como si lo hubiera electrocutado. Con la forma en la que mis neuronas ahora se disparan, probablemente podría hacerlo.
Cuando lanzo su camiseta lejos, cae en la lámpara a nuestro lado y golpea el suelo en una explosión de porcelana. Arrastra su boca lejos de mí por suficiente tiempo como para evaluar los daños.
—Asesinaste la lámpara.
Hago círculos con mis caderas. —Deja de hablar. La lámpara no es importante. Que te desnudes sí.
Busco a tientas mientras desabotono mi camisa. Dice algo en protesta, pero la rompo de todas formas. Aterriza en el suelo junto al cadáver de la lámpara y me quedo desnudo de la cintura para arriba. Me acerco más. Quiero lamerlo todo. Empiezo por su cuello y me deleito con lo salado y dulce de su piel, mientras muevo mis caderas para frotarme contra él.
Oh, se encuentra duro y perfecto.
Todas sus otras partes saben bien, y me pregunto si eso también sabrá así. Sólo pensar en ello me pone incluso más desesperado, y me tiene que dar algo en serio antes de que estalle en llamas.
—Pantalones —digo, y apenas es una palabra. Es más como un ladrido ronco.
—¿Qué?
Apenas puedo formar palabras, pero lo intento. —Jeon, por el amor de todo lo que es santo, ¡sácate tus malditos pantalones!
Mi grito le sorprende tanto que se queda quieto, así que tomo el asunto en mis propias manos. Dice protestas vagas mientras busco a tientas su cinturón, pero a este punto, todos sus argumentos son inválidos.
Su cinturón es del tipo estúpido que sólo tiene una hebilla de metal sólido que se mantiene unida con alfileres o algo así. Tiro de ella, frustrado.
—Mierda…
—Taehyung…
—¿Cómo diablos funciona esta cosa? —La agarro con las dos manos y tiro y empujo en un intento de que se abra con la fuerza bruta, pero no va a ceder—. Demonios, Jungkook, ¡ayúdame!
Parece como si estuviera en una película de desastres y el cinturón es el iceberg que va a hundir el buen barco Orgasmo. Debe ser destruida.
Al menos, la hebilla cede, y hago un pequeño sonido de victoria antes de desabrochar sus pantalones frenéticamente.
—Te deseo —digo mientras meto mis manos en sus boxers.
Oh Dios, sí. Eso, justo allí. Eso es lo que deseo.
—Ooooooh… Jesús. —Sus ojos divagan cuando cierro mi mano a su alrededor.
—Por favor, Jungkook. —Estoy tan quejoso, que casi me encuentro avergonzado—. Rosé no va a estar en casa hasta mañana. Tenemos todo el lugar para nosotros. Por favor.
La mirada en su rostro me dice que se encuentra a punto de decir algo que no quiero escuchar, así que lo beso para callarlo y lo acaricio lentamente. Gime y agarra mis muslos. Ninguna de esas cosas me hace menos frenético.
Me levanto y desabrocho mis pantalones luego los dejo caer sobre mis rodillas en un tiempo récord. Trato de pararme sobre ellos para quitármelos, pero son pantalones ajustados, y los estúpidos no pasarán tan fácil.
—¡Demonios!
Levanto de un tirón mi pie derecho y trato de liberarlo, pero termino perdiendo el equilibrio y termino cayendo de cara sobre la entrepierna de Jungkook. Mi barbilla golpea algo suave, y él se dobla y se hace un ovillo.
—Mieeeeeerda.
—¡Lo siento! Oh por Dios, ¡lo siento muchísimo!
Se derrumba de lado en el sofá. Trato de levantarme, desesperado para ayudarlo en alguna forma, pero mis pies siguen encerrados en mis pantalones, así que sólo me caigo de nuevo.
—¡Diablos!
Jeon gruñe, su rostro vuelto hacia el cojín del sofá. —Kim, si vas a destruir las bolas de tu novio, vas a tener que empezar a usar malas palabras reales.
Me siento en el piso y tiro de mis pantalones hasta que mis pies se hallan libres, luego me arrodillo delante de él. —Lo siento mucho. ¿Te encuentras bien?
Su voz es tensa cuando dice—: Bueno, ya no tengo el problema de venirme en tiempo récord, eso es jodidamente seguro.
Me inclino y acaricio su cabello. —Lo siento.
—Sigue diciendo eso. No ayuda.
—No sé qué más hacer.
Mira mis pantalones a mi lado. —Eres la única persona que conozco que puede convertir el desvestirse en un deporte extremo. ¿Por qué diablos la prisa?