Mañana te Olvidaré

Capítulo I

(Renata)

 

“Existen miles de preguntas que nadie puede responder. El ser humano ha buscado conocimientos por siglos, llenándose de experiencias y escribiendo libros. A veces todo lo que creemos es hipotético, puesto que son las mismas preguntas y los mismos temas de hace decenios los que nos tienen hoy al borde de la filosofía y la locura. Intentamos definir lo indefinible, palpar lo intangible, comprender racionalmente algo que quizá sólo puede entenderse con los ojos de la subjetividad.

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? A estas tres legendarias interrogantes algunos se prestan a añadir: ¿podemos ir acompañados? Y aquella pregunta sencilla y mal formulada es la esencia de uno de los temas más extensamente explorados y más infinitamente ignorados de la humanidad: el amor.

Sea como fuere, en determinado instante todos se han preguntado qué es el amor, han formulado su propia hipótesis y con el tiempo la han puesto en práctica en su vida. Es la esperanza que todos guardamos, la de hallar a la persona adecuada”.

 

Mis oídos continuaban escuchando cuando la profesora de literatura se había detenido y el salón estaba en silencio. Todos me miraban, unos con curiosidad, unos con aburrimiento y otros con cierto dejo de admiración. Yo los miraba a todos desde la única perspectiva que podía brindarles: la de una chica descubierta en uno de sus secretos. Esperaba el castigo por parte de la autoridad, la reprimenda merecida por andar distraída mientras explicaban las normas de la cátedra. No existía excusa ni tenía ánimos de inventar alguna. Era el primer día de clases en nuestro último año de secundaria y sin embargo mi mente continuaba de vacaciones.

- Lo lamento – dije, bajando la cabeza.

La lcda. Carpio me miraba fijamente con mi hoja de cuaderno en su mano. Mis ojos se hallaban expectantes en su reacción, repasando su rostro inexpresivo y su aspecto juvenil pero severo. De repente una risita desde el fondo del salón me hizo desconectar de la situación. Era su maldita risa, reconocible para mis recuerdos entre miles de otros sonidos y tan molesta como el taladro de un dentista. Resistí el voltear y caer en su juego, pues sólo aumentaría mis presentes problemas.

- Te la devuelvo – la voz de la profesora me regresó a tierra. Me tendió la hoja de manera natural, casi cómplice -. Termina la idea. Es un tema que a todos les interesará cuando esté listo.

- ¿Eh?

Pidió que regresara a mi lugar, y aproveché entonces para dirigir una mirada despectiva al estudiante situado dos puestos tras el mío.

- Como les iba explicando antes de la interrupción – continuó su calificación total del tercer trimestre constará en el desarrollo de una tesis. Tienen un mes para elegir el tema que deseen, pero a partir de entonces seré estricta respecto a la manera y el enfoque que utilicen para desarrollarlo. Piénsenlo cuidadosamente.

Sus ojos parecían extasiados con el temor que se percibía en sus estudiantes. Esto los hacía brillar, no para verse menos oscuros si no para volverse más siniestros. Su belleza acompañaba bien a su carácter, con un cabello largo y castaño que caía como cascada por su espalda, y una figura esbelta que atraía más de una admiración. No obstante las apariencias y sus veintiocho años de edad, tenía la fama de ser la docente más “problemática” del colegio.

- ¿Puede ser cualquier tema? – preguntó una de mis amigas. Se la notaba confundida y bastante sumida en sus reflexiones.

- Así es, srta. González – sonrió la profesora -, son libres de elegir. Quiero que se conecten de manera especial con el trabajo. Investiguen acerca de aquello que siempre quisieron saber, de algún tema que los llene de interés y curiosidad. Por lo pronto – dirigió su vista a mí cuando decía esto - ya sabemos cuál es el tema de la srta. Alvarado.

Mis ojos se dirigieron instintivamente al piso durante el resto de la jornada. Pensaba quizá, deseando descubrir respuestas entre las frías y acromáticas baldosas del salón y los corredores. Arriba las nubes se engrosaban e iban cubriendo el cielo. Posiblemente llovería, pero por el momento solamente volvían la mañana algo tétrica y llena de melancolía.

Cuando vi pasar a una pareja de mi salón tomados de la mano y sonrientes como de costumbre, me puse a formular ideas para cómo debía dirigir mi investigación. El amor. Me costaba aceptar la forma en que el tema me había sido asignado, como burla del destino, pero en el fondo me encontraba gratamente satisfecha con la oportunidad.

El librero de mi habitación luce decenas de libros referentes al tema, tanto de naturaleza psicológica como mágica, novelesca, etc. El amor es un tema profundamente explotado por la mente de la humanidad, y la razón principal es que nadie ha llegado a conclusión alguna. No deseaba que mi tesis fuera una recopilación de aquella información. Era valiosa para mí, certera y científica en ciertos casos, pero mi intención de enfoque era distinta. A lo largo de los años había tenido que presenciar todo tipo de relaciones y esto me planteaba la idea de un trabajo de campo. Alrededor yacía un mundo lleno de historias para contar. Bastaba dar un vistazo para que los objetos de estudio aparecieran por doquier.




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