Mañana te Olvidaré

Capítulo III

(Renata)

 

Un aire de misterio flotaba en derredor de los terrenos del colegio a modo de una nube gris condensándose poco a poco. Los autoproclamados poseedores de “habilidades especiales” andaban pendientes de la supuesta energía sobrenatural que vagaba libre por el ambiente. En tanto, los demás continuaban atraídos por la repentina aparición de un personaje oscuro y enigmático.

De las muchas historias que circulaban entre los estudiantes de la escuela y el colegio, la leyenda de Moonray era la más famosa y atrayente. Un arquero combatiente de las fuerzas de la oscuridad y las injusticias que atendía al llamado de los estudiantes que lo necesitaran. Su nombre estaba asociado al aspecto con que se presentaba ante los demás: con un largo cabello color plateado y un emblema en el pecho del mismo tono en forma de luna creciente. El resto de su atuendo era de color negro, incluidos el traje, las botas y el antifaz. Su origen se remontaba hace nueve años atrás, donde logró un estado de celebridad fugaz antes de desaparecer sin dejar rastro ni revelar a nadie su identidad. Nuestra generación lo consideraba un héroe y le atribuía poderes que se engrandecían dependiendo de quién narrara la historia. Cuento tras cuento, año tras año, y rumor tras rumor muchos habían dejado de creer en él más que como un mito. Le tenían como una figura metafórica de la valentía y el romanticismo que toda mujer desearía encontrar en un hombre y todo hombre quisiera demostrar ante una mujer. Sin embargo entre las brumas del amanecer de una mañana cualquiera los pasos de este personaje volvieron a escucharse sobre los tejados del edificio. Moonray reapareció de repente y de la nada para salvar de apuros a una estudiante de sexto año, demostrando con su precisión y conocimiento que nunca dejó de estar pendiente de cuanto pasaba, y lo más importante, que siempre fue parte del cuerpo estudiantil.

Iriana -amiga mía y de Vanessa- era una dulce jovencita de diecisiete años, capitana del equipo de animadoras del colegio y única miembro no feminista de mi grupo. La consideraban uno de los principales referentes femeninos de la institución, admirada por su gracia y cordialidad. A más de esto, algunos veían en Iriana una especie de ser divino e iluminado a causa de la buena fortuna que parecía perseguirla dondequiera que iba.

Cada día acostumbraba salir muy temprano de su casa, luego de preparar el desayuno a su hermano y a sus padres. Caminaba lentamente por las calles del barrio deteniéndose frente a cada flor, hierba o animal que encontrase en su camino. Cuando algo en el camino captaba su interés podía pasar horas mirándolo fijamente y sin moverse de su sitio. Poseía el don de la paciencia absoluta y una suavidad de carácter que rayaba en lo desesperante. Para las personas que solían formarse impresiones en base al primer vistazo ella era intrigante e incomprensible. La mirada sencilla de sus ojos castaños resultaba difícil de descifrar, tanto como sus silencios o sus arranques de efusividad en medio de una rutinaria conversación.

Iriana era una conocida mediadora en el salón de clase, logrando con su sola presencia que los ánimos caldeados se apaciguaran. Los profesores la querían, los inspectores confiaban en ella, y los estudiantes estaban todos de su lado. El universo entero parecía estar a sus pies.

- Fue increíble – nos comentaba -. De no ser por la intervención de Moonray no sé que hubiese pasado conmigo. Me salvó de esos niños malvados.

Iriana se sentía tan orgullosa, tan afortunada, que no admitía críticas ni observaciones acerca de la hazaña del héroe misterioso. Un grupo de escolares le habían seguido el paso desde algunas cuadras antes de llegar a las puertas del colegio, emboscándola allí para arrojarle globos rellenos de pintura. Estaba a punto de ser bañada en pintura de colores, acorralada y sin saber qué hacer, cuando Moonray apareció para interponerse entre ella y las malas intenciones de los niños.

- Es una tontería – dije -. Cualquiera hubiese podido ayudarte a espantar a esos niños malcriados. Bastaba con que pidieras favor a alguno de tus admiradores. No le veo nada extraordinario a la intervención de Moonray.

- Puede ser - aceptó Iriana con recelo -. Lo que importa es que nuestro superhéroe está de regreso. ¿Recuerdas Renata? Era maravilloso cuando estábamos en la escuela y podíamos contar con él. A ti te ayudó en varias ocasiones, salvándote de muchas caídas. ¿Lo has olvidado?

Solía ser una despistada en la niñez, tropezándome hasta con el aire y cayendo de bruces a cualquier superficie. Mi equilibrio, tanto físico como psicológico, siempre me ha dejado mucho por desear.

- No – respondí, obligada a admitirlo.

- Comprobado entonces – sonrió emocionada -. Moonray es un superhéroe.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.