Mañana te Olvidaré

Capítulo VI

(Narrador)

 

La pesadilla de Vanessa dio inició una cálida mañana de sábado. Por un hecho fortuito se había quedado encerrada en uno de los salones posteriores del campus junto con Damian. El equipo femenino enfrentaba aquel día su primer partido del intercolegial, prescindiendo de su capitana y jugadora estrella.

Tras insultar, gritar pidiendo ayuda y dar golpes a la gruesa puerta de hierro se había sentado contra la pared a sollozar y maldecir. Damian permaneció callado durante un largísimo rato, limitándose a observarla y dar vueltas nerviosas por entre el perímetro de la habitación. Le sorprendía el descubrir a Vanessa como un ser frágil y dudaba en acercarse imaginando las posibles reacciones.

- Anímate – dijo al fin y decidiéndose a tomar asiento junto a ella -. Tarde o temprano nos sacarán de aquí.

- Será tarde para entonces. El partido habrá terminado.

- No es tan grave.

Decir aquello fue un error. Damian lo supo cuando ella frunció el ceño y lo miró con desprecio.

- Es tu culpa.

- No.

- Sí. Es tu culpa – susurró esta vez.

Su afectación era visible. Se notaba en lo apagado de sus ojos negros y su gesto de tristeza que Damian jamás había presenciado. Experimentó una emoción nueva y desagradable al verla así, quizá culpa. Había sido suya la idea de revisar los salones abandonados. La entrada se cerró al soplar del viento y los encerró en una sala sin luz ni ventanas en que la única conexión con el exterior era una rendija de medio centímetro bajo la puerta.

Afuera empezó a llover y el sonido de las gotas aumentó la melancolía del ambiente dentro de la sala.

- Lo lamento – dijo en voz baja.

Vanessa subió la vista y la fijó en él un par de segundos.

- Cúlpame cuanto quieras pero la verdad es que me es grato estar cerca de ti. Creerás que lo hice con intención.

Ella negó con un movimiento de cabeza.

- Verás que las chicas ganarán.

Los ojos de ambos se dirigieron hacia el chirrido proveniente del fondo. Una rata apareció y estuvo explorando el suelo durante algunos minutos, deslizándose por las esquinas antes de desaparecer por un agujero de la pared.

- Deja tu cara de tristeza por favor – continuó él , no soporto verte así.

- Suena como si te importara.

- Me importa… al parecer. No lo sé.

- Cállate y deja de pensar. Quédate con la duda y ambos continuaremos con nuestras vidas.

- ¿Eso prefieres?

Vanessa volvió a sumergirse en el silencio. Pensaba en las caras confundidas de sus hermanos cuando no la vieran participando del partido. En cuanto a su padre, no era seguro que hubiese encontrado un espacio libre para venir a apoyarla, pero de ser así sería una persona más a la que estaría preocupando con su ausencia.

Era complicado ser la única mujer de la familia. Para congeniar con sus hermanos menores había tenido -casi imperceptiblemente- que adquirir costumbres, gustos y expresiones similares a ellos. En casa no había nada remotamente femenino, y el comportamiento de Vanessa era el ejemplo más claro de un renunciamiento a las características de su propio género. Distaba de ser suave, dulce o hablar bajo cuando trataba de conseguir algo. Nadie que la conociera recordaba haberla visto llorar jamás, a no ser durante su nacimiento.

- ¿Le temes a la oscuridad? – preguntó Damian de pronto.

- No.

Los ojos del chico iban de un lado al otro, tratando de distinguir objetos dentro de la negrura que los rodeaba. Vanessa sonrió.

- ¿A la soledad? – volvió él a preguntar.

La respuesta tardó, pero ella reiteró su negativa.

- Yo les temo a ambas – dijo él con vergonzosa gracia -. No se lo digas a nadie.

- A nadie le importa.

Damian hizo una mueca de descontento.

- Eres mala.

- ¿Apenas te das cuenta?

- No. Ya lo sabía.

Ella lo miró de reojo.

- ¿De qué te quejas entonces?

Él no respondió.

- ¿Cuándo lo admitirás? – el tema cambió de repente.




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