Mañana te Olvidaré

Capítulo XIV

(Renata)

 

Dos semanas transcurrieron en medio de la soledad de un verano frío. La época de exámenes logró que la mayoría se concentrase en los libros, ante el fantasma de las malas calificaciones que los amenazaba desde el fondo del descuido de tres meses.

El mundo se detuvo de repente, como si nada tuviera sentido. Sentí eso al menos, viéndome rodeada por fórmulas, fechas, conjunciones, idiomas extranjeros y notas musicales para memorizar. Ya no era divertido estudiar, ni siquiera ante la promesa de ser otra vez la número uno.

Tomás me había asestado un duro golpe del que aún no lograba recuperarme. Luego de que tomara fuerzas para preguntarle por la rosa, llena de no sé qué esperanza absurda, me hizo entender que su promesa había sido cumplida y ahora era libre de ella. Así, claro y cruel como un rayo cortando a la tierra por la mitad. No me equivocaba en suponer lo poco que aquel recuerdo significaba para él. Una cosa menos que lo unía a mí, eso era todo.

Mi vacío se llenaba con más vacío, volviéndome un abismo donde fácilmente caería de atreverme a mirar hacia el fondo. Mi propia alma era una trampa mortal, y justo cuando necesitaba realmente un héroe Moonray había desaparecido.

Con Anthony tampoco pude desahogarme, puesto que tenía sus conflictos, y de mayor seriedad que los míos. Algún problema familiar lo asolaba profundamente, y a pesar de estar ahí no quise acercarme a molestarlo. No tenía qué decir que lo pudiese confortar, además era injusto preocuparlo por tonterías.

A mis amigas preferí ignorarlas. Algo me obligaba a suponer que mi problema no se solucionaría con su asistencia. Me quedé sola, por voluntad de tocar fondo en mi miseria, esperando que el suelo me ayudase a impulsarme hacia arriba otra vez.

Era lunes. Una mañana triste y apagada tal como las últimas cernidas cobre la ciudad. Nuestra clase de literatura daba inicio con un ambiente tenso a causa de lo que se avecinaba.

- Espero estén listos.

La lcda. Carpio lucía hoy más bella que nunca. La sonrisa sádica le sentaba a la perfección con el traje negro que llevaba puesto. Los tacones altos acentuaban la buena forma de sus piernas, visibles a través de la abertura lateral de su falda larga.

Tal como había explicado con dos clases de antelación, el examen de su cátedra tomaría un rumbo diferente al acostumbrado. El ansía por avistar los trabajos de sus estudiantes le dio la idea de evaluar el rumbo de las investigaciones a cambio de nuestra nota.

- ¿Alguien desea comenzar? – barrió con su mirada la clase completa -. No me obliguen a ser mala y sacarlos por la fuerza.

Era claro que nadie deseaba ser voluntario. La misma Alexis se daba golpes contra la mesa del pupitre, como queriendo mitigar su ansiedad.

- ¿Y bien?

No tuve miedo de su voz, tampoco de la posibilidad de que me eligiera. Su vista se fijaba en mí continuamente, como siempre desde la primera clase.

- Vaya que son cobardes – se mostró decepcionada -. Les puse a todos un 20 en la calificación del examen, no tienen de qué preocuparse.

Todos alzaron a mirada, confundidos e incrédulos. La profesora empezó a recorrer el salón lentamente, con el sonido de sus tacones contra la baldosa amplificados a causa del absoluto silencio.

- Como lo oyen – prosiguió -. Mi intención no es dejarlos de año ni perjudicarlos, sólo deseo que se comporten de manera responsable. A principios de año les hice elegir un tema, el que quisieran. No me negué a ninguna de las tonterías que escogieron, sólo les pedí que tomaran en serio el trabajo. Les queda tiempo de rectificar, a quienes no lo han hecho. Elijan una temática que los apasione, dedíquense por entero a desarrollarla. Sé que una tesis exige sacrificios, pero lo que quiero como resultado es un reflejo de su alma, de lo que dicho tema representa para ustedes. Tiene, por lo tanto, un componente subjetivo. La cientificidad no es lo que me interesa, si no que pongan en el trabajo una parte de su ser.

Damian levantó su mano, un poco nervioso cuando los ojos de la lcda. se concentraron sobre él.

- Endara – le dio la palabra.

- Eh… ¿en serio tenemos 20? – preguntó, haciendo que algunos se rieran -. Es que, no nos ha tomado ninguna prueba.

- Lo he hecho todo el tiempo.

La respuesta de la profesora lo dejó callado.

- La verdad, ustedes no se merecen buena nota. No ahora. Me han decepcionado hoy – regresó a su asiento y cruzó las piernas con cuidado mientras emitía un largísimo suspiro -. Pensé que les resultaría interesante una revisión de su trabajo, pero el terror de sus ojos me dice que no han avanzado mucho.




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