Una tarde de verano al encontrarme en el jardín de casa pintando las lilis rojas de mamá, sentí repentinamente las contracciones de parto.
¡No puede ser!
Aún faltan 20 días para su nacimiento, sin embargo éste bebé como sus dos hermanos decretaba el día de su entrada triunfal al mundo. Debido al adelanto del parto no tuve la maleta lista del bebé y salimos apresuradamente al hospital. Más tarde Gabriel y Cristina pasarían a dejarnos todo lo necesario para el bebé del que desconocíamos su sexo, pero previamente habíamos comprado todo lo necesario en tonos pastel.
Fue un parto casi sin dolor, una vez más me encontraba sorprendida con los cambios durante mi embarazo y más asombrada permanecí cuando se acercó Ji con el bebé en sus brazos para darle la bienvenida a la vida juntos con nuestros besos y cariños al decirme sonriente... ¡Es una hermosa niña! blanca como la luna, pesó 3.800 Kilogramos. Habían hecho efecto todos los pasteles que me devoré durante los casi nueve meses de gestación, es una niña sana y grande al medir 57 centímetros. Es muy bella y tiene un singular toque místico en su ser que se puede sentir al verla. El nombre que nos cautivó para ella fue Jun Park, que significa "Gobernante" Talentosa y bella" Indudablemente eso es ella.
Con los años transcurriendo y haber empezado a escribir nuestra historia como novios en la cual me alejé de su vida por dos largos años, para volver a retomar la escritura de nuestro maravilloso amor y convertirme en madre, esposa y una dichosa mujer de revivir la máxima felicidad al lado de un hombre perfecto, siendo una joven y ser humano perfecta.
Una tarde mi pequeña Jun de 3 años me pidió salieramos a caminar por la naturaleza de las montañas a las ella que amaba mucho más que yo. Al menos eso me hacía pensar y sentir al admirar su amor como el respeto por la tierra y por cada ser vivo.
Recién descubrimos que Jun posee un gran talento innato por la pintura, ella creaba divinos paisajes inimaginables como a hermosas hadas jugando y escondiéndose entre la naturaleza, el manantial y diferentes animales místicos que nunca había visto, algo que realmente nos sorprendía. A las hadas las admiraba en mis pinturas y al tener su creatividad tan desarrollada como la habitual fantasía que caracteriza la inocencia de los niños ella creaba divinos paisajes entre la naturaleza con hermosas y tiernas caritas asomándose detrás de los arbustos o posadas sobre las flores bebiendo gotas de agua o comiendo hierbas verdes, como frutas, inclusive ella les daba un nombre a cada una de las diferentes hadas que dibujaba, algo que me sorprendía porque yo nunca les pregunté a las hadas si tenían nombre.
Esa tarde caminando por las montañas y estando muy cerca del manantial escuché sus hermosas voces nuevamente...
—Angélica, necesitamos tu ayuda ahora mismo.
—¡Hadas! ¿Dónde han estado durante todos estos años? Tengo 3 hijos, el mayor ya tiene casi 6 años y son los mismos que no las he vuelto a ver, ni escuchar.
—Lo sabemos Angélica, después tendremos tiempo para platicar al respecto, necesitamos de tu ayuda ahora mismo. Deben seguir ese camino iluminado por las burbujas de luz dentro de las montañas hasta llegar a una casa pequeña de madera con techo de paja y deben entrar en el sótano, una vez que estén allí yo te diré que hacer, pero corran, no se detengan.
—Espera... ¿Jun debe venir conmigo? ¿No es peligroso para una niña? puedo ir a casa y dejarla con Ji, después yo las ayudaré en lo que sea que necesiten. Se hicieron visibles y volví a verlas tal como las recordaba y algunas noches las soñaba como si el tiempo no existiera en sus vidas o transcurriera muy lento.
—No, las necesitamos a las dos. La presencia de Jun es fundamental. Ahora sigan el camino marcado con los destellos de las luces.
No me sentía segura de entrar en esa pradera solitaria, caminar a lo desconocido con mi pequeña Jun, Ji se preocuparía al notar nuestra ausencia por tantas horas lejos de casa. Me sorprendió enormemente ver a mi pequeña Jun saludar a las hadas como si las conociera de siempre y eso me inquietaba. Al igual no era tan extraño que pudiera verlas porque en su ser solo habita la pureza. Seguramente notaba que eran las mismas hadas de mis pinturas.
Nos perdimos caminando entre las montañas verdes, pasamos entre maleza rodeadas por gigantes árboles y el canto de diferentes aves, poco a poco se vislumbraba una capa de niebla que me erizaba la piel. No podía evitar sentir temor al bajar la mirada y ver esos ojos verdes de mi pequeña Jun al llevarla a un sitio misterioso, sin tener conocimiento de que debía hacer o porque Jun tenía que ir a esa casa. Los pensamientos flagelan mi alma, torturan mi nervios y alteran mis sentimientos.
El terror invadía completamente cada célula de mi cuerpo, corría por mi sangre como caballo desbocado. Claro que confiaba en las hadas pero no podía dejar de sentir algo inquietante dentro de mi ser humano como espiritual. Quizás una alarma que se encendía para alertar la falta de seguridad en Jun, por el peligro de poner mi vida en riesgo como la de mi pequeña.
Después de unas horas de caminar encontramos la única casa de madera visible en nuestro camino con techo de paja, aparentemente abandonada, era como si fuera invisible para quienes alguna vez pasaran por allí, nunca la había visto antes. No sabía que hacer, las hadas no me hablaban y eso alteraba mis nervios como mi miedo. Caminé más al centro del patio de la casa que no tenía rejas o una barrera que me impidiera acercarme hasta que llegamos a una ventana muy alta, sujeté un bote de plástico que estaba a un lado para subirme sobre el y ver qué o quién estaba dentro de esa casa. Solo fueron unos segundos, quizá un minuto cuando escuché un fuerte estruendo y al voltear bruscamente asustada al lugar de donde provenía el ruido vi caer a Jun por un agujero que estaba oculto con el bote de plástico y maderas, rodeado con piedras y tierra.