Manuela

Capítulo 10

—Prometelo —el rostro de Fernando se fue volviendo borroso, extendi mi mano para tomar la suya, pero está se iba alejando.

—¡Manuela! —abró los ojos de golpe ante los gritos de Rosa, escondo mi rostro en la almohada, pero los gritos son más altos, suelto el aire con resignación me pongo de pie, ella no se iría a trabajar sin que yo desayunara.

—¡Vamos! ¡Debes desayunar! —con una gran sonrisa me senté después de haber saludado a mi cuñado y los niños. Una vez se marcharon, con un profundo suspiro, me puse de pie y tome la escoba para barrer, la casa estaba limpia, pero necesitaba distraerme.

Caminé hacia la puerta cuando estaban golpeando, miré el reloj de pared, era la hora en que llegaba doña Gloria desde que descubrió que estaba enferma, pasó junto a mi como un rayo, llevaba cubierto el cabello con un pañuelo de seda, gafas de sol demasiado grande para su rostro, un enorme abrigo que parecía se la estaba tragando.

—¡Manuela!—Estaba exaltada —¿Sabes la noticia? 

Frunzo el ceño, doña Gloria daba por hecho que yo todo lo sabía, niego con un movimiento de cabeza, ella se quita el enorme abrigo y se deja caer en la silla.

—Hay otra bruja en el pueblo —ruedo los ojos ante sus palabras ¿Quién era la próxima víctima?

—Doña Gloria, no puede afirmar lo que no sabe —ella baja las enormes gafas de sol y me mira sobre el borde de las gafas.

—Es una mujer extraña, llego ante la puerta de la iglesia —se persigna y besa la cruz que lleva en el cuello —Nos miró a todos con sus profundos ojos negros como enormes pozos y luego soltó una enorme carcajada que nos produjo escalofríos a todos, doña Cleta cayó en cama después que la mirada penetrante de la mujer se poso en ella.

—¿Quién es?

—Se llama Luzbelia —al decir el nombre se volvió a persignar la escuchó decir una plegaria rápidamente, doña Gloria esta temblando 

—No había escuchado su nombre... —frunzo el ceño cuando un leve recuerdo se levanta débil en mi mente como un aleteo de una mariposa.

—¿La conoces? Imagino todas las brujas se conocen, trabajan para el mismo jefe.

No respondo, me pongo de pie y camino hacia la ventana; me detengo antes de llegar hacia ella, me giró hacia doña Gloria.

—Este tranquila, realmente no creo en la brujería.

Doña Gloria se levanta como un resorte.

—¡Eres una bruja! ¿Cómo no vas a creer? —mira hacia todos lados y luego a mi —Tu novio sabemos es el jefe disfrazado de humano, imagino por eso la bruja se quedó atónita cuando lo vio en el pueblo de San Patricio, al parecer eres la favorita, ni siquiera la vio.

Ella suspira escandalosamente.

—Mi lealtad es hacia ti, eres la primer bruja de san Patricio, la nueva no tendrá clientela y eres la favorita del jefe.

—¿Cómo está doña Cleta?

—¿Cómo crees que está? El mal se ha instalado en San Patricio, por las noches el cementerio se ha llenado de una niebla espesa y escalofriante, nunca he escuchado que hay lobos en este pueblo, pero dicen que los aullidos que se han escuchado desde que llegó esa mujer... es de lobos—doña Gloria se abrazo, se acaricio los brazos como si tuviera frío —Protegenos de esa hija del mal —se sienta y cruza una pierna delgada sobre la otra —Debe saber que la única bruja de San Patricio eres tú.

Resoplo y paso una mano por mi cabello.

—No soy bruja —ella rueda los ojos, se pone de pie y se coloca el abrigo 

—Realmente eres una mujer aburrida —sube el cierre de su abrigo hasta el cuello, se acomoda las grandes gafas —Yo de ti cuido a tu novio, sea de este mundo o del otro no deja de ser un hombre y la mayoría son mujeriegos.

Niego con la cabeza, pero ella no presta atención.

—Cierra las ventanas y las puertas al anochecer, no sabemos el mal que quiere hacer esa mala mujer.

Abre la puerta, mira hacia todos lados y al ver que esta despejado se lanza a los arbustos para llegar a su casa.

El nombre de la mujer me sonaba, pero no sabia de donde. Encendí el televisor y me sumergí en la trama de la novela del mediodía.

La noche cayo como un manto brillante sobre el pueblo, me deje caer en el escalón que estaba en la entrada de la casa, los niños jugaban en la calle, se escuchaba una canción vieja de alguna radio del vecindario, muchas madres se escuchan gritarle a los hijos que vayan a cenar, sonreí porque realmente disfrutaba de este pequeño momento.

—Me alegra verte sonreír —Rosa se sienta junto a mí —Estabas muy triste.

Mire a Rosa con una sonrisa.

—Mira quién viene a verte —Román venia caminando hacia nosotras, en sus manos traía un pequeño ramo de flores —No me molestaría que no vinieras a dormir esta noche —Sentí que los colores se me subieron al rostro.

—¡Rosa! —ella suelta una carcajada.

—No olvides que eres mujer Manuela, déjate amar por Román, necesitas que sacudan ese cuerpo que se estaba empolvando —Rosa se puso de pie —Los dejo solos, no olvides lo que te dije.

—¿Ya quieres deshacerte de mí?

—Lo único que deseo es que seas feliz, vive mi querida Manuela y deja a los muertos descansar en paz.

Corrió hacia el interior de la casa, Román llevaba una hermosa sonrisa dibujada en su rostro, mis piernas temblaron, daba gracias por estar sentada y no de pie porque caería a sus pies por los nervios.

—Buenas noches Manuela —mire su rostro, sus ojos brillantes, su sonrisa, automáticamente respondí con una sonrisa.

—Eres preciosa —extiende el ramo de flores —No hacen justicia a tu belleza —las flores las tomé y las llevé a mi pecho, hacia mucho que nadie me regalaba flores.

—Gracias Román.

—Te gustaría que diéramos una vuelta en el pueblo —me iba a negar, pero pensé que no quería ver que se borraba su sonrisa si le decía que no, me puse de pie, antes de cambiar de opinión.

Realmente la noche paso rápidamente, me llevó a la feria del pueblo, subimos a los juegos, comimos algodón de azúcar, cuando regresamos Román tomo mi mano entre las suyas, estuve a punto de recuperar mi mano, pero él se giró rápidamente y me beso castamente, se separó un poco, al comprobar que no le di una cachetada, me tomó de la cintura y me pego a su cuerpo para besarme apasionadamente, abracé su cuello con mis brazos y correspondi el beso, no quería pensar en el mañana, esta noche era demasiado feliz en brazos de Román. 




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