'Efecto mariposa'
Jason.
Un mes después, 2 de mayo.
Saltando como un niño pequeño, miro el sobre que me acaba de entregar mi padre. Puedo expresar mi felicidad ahora que se ha ido.
Me siento en la cama y abro el sobre, que es bastante grande. Saco el papel en forma de diploma, observando los retoques dorados que tiene en cada esquina.
Mediante este papel oficial, yo, Isaac Diphron, declaro a mi hijo, Jason Diphron, como heredero del trono, dándole todos los beneficios perdidos.
Firma del rey:
Firma del heredero:
Simple, pero efectivo. Ahora solo tengo que esperar a que se muera o abdique y ya reinaré en Bahia Blanca, mas luego haré las cosas bien y recuperaré el país entero. Tal y como no ha podido él.
—¡Dakota! —la llamo.
—Dime. —aparece asomándose por la puerta del baño. Sonriente, le enseño el diploma. Entrecierra los ojos, abriéndolos como platos acto seguido. —¿Te ha nombrado rey?
—¡Sí! —digo, rezumando felicidad. —Cuando se muera o abdique, pasaré a reinar.
—Pues que bien, ¿no? —dice. —Claro, como Puntresh ha muerto... —suspira. —el único que quedaba eras tú.
No se porque, pero la idea de contarle sobre que Puntresh era su sobrino pasa por mi mente. No sé como se lo tomará, esta mujer es muy rara y eso me inquieta. Pero como alguien que no recuerdo dijo, <<Quién tenga miedo a morir que no nazca.>>
—Oye... —titubeo. —mmm... ¿sabías quién es el padre de Puntresh?
—Todo el mundo ha dicho que es un hijo de un padre desconocido, ¿no? —resopla. —Sí, me sé el cuento de que mi hermano se las dio de rompecorazones y la pobre princesa se fue de...
—Tu hermano es el padre. —suelto de golpe. Dakota, que estaba dada la vuelta hacia el tocador, se gira violentamente mirándome con los ojos muy abiertos. —Es decir, Puntresh era tu sobrino. Lo confirmé el otro día, con unas pruebas de ADN.
Sonrío tratando de amenizar el impacto de la bomba que acabo de soltar sin demasiado preámbulos. Debería hacer un curso de maneras de decir las cosas, no soy cuidadoso y eso me trae problemas muchas veces.
—¿Q-qué...? —murmura, tratando de juntar las palabras.
—Sí. —contesto firme, sin mirarla. —Dakota, Puntresh era tu sobrino y el hijo de tu hermano.
—P-pero... —titubea. Noto su peso hundir el colchón de la cama y la miro por fin, mientras guardo el diploma dentro del enorme sobre que me han dado. —¿Cómo?
—¿Tengo que explicarte como se hacen los bebés, en serio? —me mira, escudriñandome con la mirada. —Ay, chica, era por darle algo de humor.
—No, es que... —suspira, pasando las manos por la cabeza. —Dios mío.
—¿Has hablado algo con Anders?
Mi pregunta la toma por completa sorpresa. Normal, pero tampoco quiero preguntarle directamente si le va a contar que tiene un hijo. Me mira, extrañada.
—¿Cómo voy a hablar con él? —frunce el ceño. —Me odia. Y es normal. Le traicioné de nuevo... entiendo que me odie.
—Sí, pero es por una buena causa. —digo cuando siento que se desestabiliza. No quiero lamentos, ni que recule en sus acciones y menos ahora. Me acerco hasta ella, dándole un beso casto en los labios. —Ahora solo falta que mi padre ya no esté, y podremos ser los reyes de Guiena.
Veo como se le iluminan los ojos, y algo en mí me dice que no es por el poder; sino por el hecho de que eso incluye nuestro matrimonio.
—¿Cómo coño va a ser sobrino mío?
—Parece que el hecho de tener un familiar nuevo no te ilusiona, cielo.
—Pues claro que no. Y aún menos si está muerto. ¡Es que, Dios! —refunfuña. —¡Anders me dice a mi, pero él haciendo hijos por ahí con una cualquiera!
Mis alertas se encienden al máximo en ese momento, una rabia rápida me toma ya que el término <<una cualquiera>> contra Ebrah, que en paz descanse, es algo que hace que la ira corra por mis venas instantáneamente.
Me giro violentamente y ando hasta Dakota dando pasos largos, la cual se achicopala.
Me quedo casi encima de ella y la mujer se encoge ante mi grandeza.
—¿Qué acabas de decir?
La joven ha empalidecido. Lo más probable es que piense que la golpeare, pero yo jamás haría eso. Ni ahora ni en ninguna ocasión, por mucho que me enfade.
—Jason, yo...
—Es la última vez que hablas así de mi hermana sino quieres que te ponga de patitas en la puta calle. A ti y a la tanqueta que tienes de madre.
Siento que me atraganto ante la rabia de sus palabras y salgo de la habitación sin decir nada más.
Me tranquiliza que crea que Anders la odia, ya que eso en cierta parte me da certeza de que no le contará sobre su hijo perdido. El capitán no es tonto y sabrá que puede ser parte de la familia, —mas ya no puede ser rey regente, ya que Puntresh ha muerto— y eso le dará bienes que solo debería tener la monarquía oficial.
Pero si cree que la odia, no le contará nada, no hablará con él, directamente.
—Buenos días, Jason. —me saluda Tennia cuando me la encuentro subiendo las escaleras mientras yo bajo.
Contesto con un bufido mezclado con repudia. Que mal me cae esta señora.
La ignoro por completo, bajando las escaleras y andando hasta la cocina, donde me encuentro con mis dos respaldos, Gilda y Johannes.
—Anders es el padre de Puntresh. —suelto cuando Johannes abre la boca, interrumpiendolo. Se miran entre ellos y veo la sorpresa en los ojos de Johannes, más en los de Gilda no. —Eso no puede ser... Tiene que haber algún error, Ebrah no puede habernos hecho esto.
Me siento en una silla, pasándome las manos por la cabeza.
—A ver, a ver, ¿cómo lo sabes? —pregunta Gilda.
—El día del ataque a West Plate le quité un pelo a Anders y al niño el otro día, les hice un test de ADN.
—¿Qué? —dice Johannes. —Osea, ¿estuviste frente a Anders, con él sublevado ya que no esperaba tu ataque, y me estás diciendo que no lo mataste? —bufa. —¿Acaso eres bobo?