Mar de Sales

Motivos

En la oscuridad de la madrugada es cuando el silencio se disfraza de calma; tiempo y momento perfecto para escuchar los pensamientos. Las preguntas que alimentan el insomnio, persiguen un rastro melancólico al recordar el día, intentando descifrar si fue otra pérdida. Rylan mira el techo, a oscuras, con la poca luz que entra por el ventanal. Con la luz de la luna, mezclada con algunos brillos de la ciudad que se reflejan en el cristal. Contempla la resignación. Cuidar de otro es una justificación válida, no se puede reprochar por ello. Pero ese vacío inexplicable que devora todo dentro de sí, nunca se apaga.

—Sabía que aquí te iba a encontrar. —Santiago se acerca, toma asiento en el otro extremo de los sillones.

—No podía quedarme en el cuarto, al menos acá es más cómodo y grande que el mueble del cuarto. —Suspira, no sabe que es peor, parece preferir la soledad.

—Insomnio, ¿cierto?

—¿Qué es lo que quieres? —Rylan deja relucir su poca paciencia.

—¿Siempre eres así de irritable? No entiendo como Alicia te soporta.

—Bien —suspira, cansado—. ¿Podrías hacerme el favor de aclararme tu presencia, aquí? En este momento, donde deberías estar dormido igual que los demás.

—Soy una persona que le gusta atar cabos. Durante el día me surgen teorías y necesito confirmarlas, para saber qué tan acertadas son.

—Qué pasatiempo más lamentable.

—De seguro haces lo mismo, no estarías despierto en este momento si no vivieras cuestionando todo.

—A veces ni siquiera pienso en nada.

—Eso es imposible.

—¿Cuál es tu teoría? —vuelve a irritarse.

—Creo que asistes a un psiquiatra para que te recete pastillas porque es más fácil apagar los pensamientos.

—Seguro —sonríe incrédulo—. Asisto a terapia porque solo no puedo dar con el malestar que me atormenta, además de agregar que necesito una opinión neutral y coherente de todo… —señala el aire— esto. En fin, no tomo pastillas, lo hice la primera semana porque “necesitaba recuperar el control”, pero sinceramente sentirme más inútil por andar atontado no me ayuda a encontrarme mejor.

—Bien. —Santiago asiente, pensativo—. Entonces escribe, qué mejor manera de desprender todo eso de tu pecho que sobre un papel.

—Con que eso era, eres más intenso de lo que pensaba, no todo se resume a escribir. —Rylan rodea los ojos al ver a Santiago levantar los hombros—. ¿Por qué vives? ¿Qué es para ti la vida?

—Estoy demasiado sobrio para responder a eso.

—Si necesitas beber para poder profundizar, entonces estás peor que yo.

—Posiblemente.

—Pero enserio, me surge la curiosidad, ¿qué es lo que hace que alguien como tú, tenga ganas de levantarse cada día?

—¿Alguien como yo? —ríe—, ni que fuera una clase de animal extraño.

—¿Ah no? Perfectamente lo eres para mí. —Se cruza de brazo—. Tu arrogancia se desborda de una manera decrépita, es molesto.

—¿Te han dicho que eres bueno con los insultos? Ese odio puro que escondes, es perfecto, plasma eso, exponlo.

—Eres un caso perdido.

—Lamentable si, perdido no —ríe, solo—. A ver… —Se inclina hacia adelante, apoyando los brazos sobre las piernas—. Vivo por saciarme. Porque cada día es una nueva cuenta para encontrar o sumar algo que añada o acerque el tiempo a lo que quiero. ¿Y qué es lo que quiero? No lo sé, pero me reconforta trabajar en busca de ello, y cada vez que siento el progreso es como una inyección de motivación.

—Motivación… —resopla—. Qué sentido tiene si no puedes ver con claridad a donde estás apuntando.

—Porque la vida es volátil, una cosa lleva a la otra. Y si no te adaptas al ritmo vas a quedar fuera de sincronía. —Suspira—. Elú tenía cuestionamientos similares, aunque ella no logra, o lograba, espero pueda pensar diferente. Su enfoque era empañado por esa nube gris de la depresión, aunque siempre mantiene esa firmeza por su convicción, pues creer en Dios es lo que la mantiene con vida.

—¿Acaso eso existe? —pregunta con ironía.

—¿Dios? —ríe brevemente—. ¿Crees que tanta perfección nace de un evento aleatorio? Que nuestros cuerpos sean perfectamente funcionales, que un sistema completo y complejo de luna y estrellas, solo para hacer un mundo funcionar, ¿es causa de la aleatoriedad? —Mueve la cabeza en negación—. Es absurdo debatir su existencia.

—Entonces eres creyente.

—En teoría, creo que existe, pero no soy devoto. —Suspira—. Me paso sus mandamientos por donde quiera.

—Qué mala combinación con Elú, ¿no crees?

—Eso dio pie a muchas discusiones, no te lo voy a negar, pero con ella aprendí mucho, sobre cómo la fe puede volverte una mejor persona. Aunque te encuentres en la inmundicia no eres capaz de atacar o menospreciar a otros. Siempre el amor ante todo, y hay muchos que viven por eso, por amor. Aprender a amar la vida es otro método.

—Sí, por supuesto. —«¿Cómo amar la vida cuando te sientes un estorbo, una basura?» piensa—. Insisto, mientras no tenga sentido, no va a existir tal cosa.

—Para encontrarlo tienes que empezar a vivir.

—¿Y qué hago ahora? ¿Acaso no existo ya?

—Vives por inercia, es similar a estar muerto en vida. —Se acomoda en el sillón—. De pequeñas metas, o proyectos, vienen las grandes. Estas últimas son las que más toman forma, pero no vas a encontrar nada si lo que haces es nada.

—Es muy ridículo y molesto de tu parte insinuar que no hago nada.

—Sea lo que sea, estás fracasando y se nota. Por desgracia, reflejamos lo que creemos de nosotros mismos.

—No, eso no se refleja, tú quieres dártela de genio, que es otra cosa.

—Créeme, es fácil, solo tienes que observar; pasa que el mundo está acostumbrado a ir cada uno a lo suyo y nadie presta atención a los demás.

—¿Y por qué no nos hace el favor y deleitas al mundo con tu sabiduría en canciones? —pregunta sarcástico—. Oh, cierto, no puedes hacer algo tan sencillo como escribir en un papel.

—No puedo ser perfecto, no está en las reglas de la vida, si no, lo sería.




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