Mariana De La Noche

Capítulo 12

MARIANA DE LA NOCHE.


Capítulo 12.


 

—Yo estaba muy triste porque tú no podrías acompañarme. Empecé a tomar y se me fue un poco la mano, me embriagué en cuestión de una hora.



Mariana puso los ojos en blanco, siguió con el ceño fruncido. 



—¿Te estabas besando con otra, lo recuerdas? Aparte de estar tomando licor de sus pechos —bufó. 



—¡Déjame continuar, por favor!


Rodó los ojos y asintió.



—Empezaron a jugar, a hacer retos y esas cosas. Lo sé, reconozco que me equivoqué, pero es de humanos errar, no soy perfecto —pasó saliva, para deshacer el nudo que se formó en su garganta—, decidí participar y me dejé llevar, no sabía lo que hacía, no tenía mis cinco sentidos, estaba borracho.  Luego cuando llegaste sentí morir en vida, entendí que la había cagado y …



Empezó la mejor actuación de su vida. Una tras otras empezaron a salir sus lágrimas, poco a poco la expresión de dureza de Mariana se desapareció, al fin, ella lo amaba. Sintió un nudo en la garganta, pero no dijo nada, se quedó en silencio.



—Cuando saliste corriendo me desesperé. Me llené de terror y un mi-miedo tan grande de perderte, perder a la mujer de mi vida. Luego empezamos a discutir y tú te negabas a escucharme. La desesperación se empezó a apoderar de mí, luego me abofeteaste y no sabes como me dolió.

Hizo una pausa porque las lágrimas cortaban sus palabras, Mariana ya tenía los ojos cristalizados.



»¡Quería explicarte! No quería perderte, porque sin ti no hay vida, sin ti me muero. Pero tú estabas como loca, fuera de sí, no querías escucharme, yo estaba desesperado quería que reaccionaras y ahí fue que te abofeteé. Sé que la embarré, pero no era muy consciente de mis actos, ese fue un acto desesperado en buscar una manera que reaccionaras y te calmaras, yo solo quería que me escucharas.



—¡Me fallaste! Y no tienes idea de lo mucho que eso me dolió.



Emanuel cogió  sus manos, las llevó hasta su boca dejando besos en ellas y un par de lágrimas que caían.

—Sé que te fallé amor de mi vida, estos días han sido una pesadilla. Estoy a punto de volverme loco, el remordimiento me está matando y yo no quiero perderte.



Descargó la cabeza en el hombro de Mariana y empezó a llorar, unas lágrimas tan reales que convencería a cualquiera de que eran verdaderas. Las palabras no le salían, solo unos gruñidos y lágrimas que nublaban sus ojos. Mariana trató de inhalar, pero el sentimiento era más grande, le dolía verlo sufrir, eso le partía el corazón. Levantó su mano y la llevó hasta la espalda de Emanuel subiéndola y bajándola  lentamente. Él seguía llorando como un niño que tenía miedo. Mariana tenía una confusión tan grande en la cabeza que no sabía ni que decir, solo creía que de verdad él estaba arrepentido y le estaba doliendo, al fin, ella nunca antes lo había visto así.


Y para dar la estocada final Emanuel se dejó caer de rodillas al suelo implorando a Mariana su perdón. Este acto le hizo añicos el corazón, verlo llorar de la manera que lo hacía, hasta se le dificultaba respirar, de rodillas le suplicó que lo perdonara.


—Cuando estaba sobrio fue lo peor, al recordar todo lo que pasó, lo que hice, yo te abofeteé, quise morir, quiero morir por lo que hice. ¡Por Dios! Mariana yo te amo más que a mi vida.


Seguía de rodillas llorando, su respiración cada vez era más pausada.

—Sé que-que no  me-merezco, una mu-mujer —las palabras no le salían—; como tú, no te merezco.



Seguía aferrado a sus piernas, juntó sus manos suplicándole una segunda oportunidad.

»No te merezco, eso lo sé, soy un imbécil, el más imbécil del planeta. Pero este imbécil te ama, eso te lo juro, te amo y sin ti me muero. Esa es mi única verdad.


Mariana no pudo con la presión. Verlo así tan derrotado, llorando de la manera que lo hacía, para ella era un arrepentimiento de corazón. Se dejó caer de rodillas al suelo y lo abrazó, su voz empezó a quebrarse. 



—¡Levántate, por favor! No sigas, la gente empieza a mirarnos.





Algunas personas que pasaban por el parque se quedaban mirando con curiosidad.


—No me importa, que sepa el mundo entero que me equivoqué. Estoy de rodillas implorando tu perdón, el perdón de la mujer que amo. Mariana yo sin ti siento que no puedo vivir, te ruego me perdones.


La rodeó con los brazos y la abrazó con fuerza.



—¡Levántate por favor! —susurró ella con los ojos cristalizados.  


—Mi amor, yo sin ti no puedo, sin ti no quiero nada.

Mariana se levantó y lo tomó de los brazos obligándolo a ponerse de pie.


—No te pongas así, no ves que me duele.


—No puedo estar calmado, no puedo cuando te estoy perdiendo. Tú eres mía y yo soy tuyo y para mí la vida sin ti no tiene sentido.



—Primero que todo, nadie es de nadie. No soy un objeto para que digas que soy de tu propiedad. Segundo, sabes que yo te amo con todas las fuerzas de mi alma y lo que hiciste me dolió mucho.


Emanuel tomó sus manos llenándolas de besos.



—Lo sé, eso es lo que más me duele,  haberte  lastimado. Tú eres un ángel y no lo mereces, me equivoqué. Entiendo que me odies, aunque el dolor que siento es muy grande, comprenderé si no quieres estar conmigo.


Se levantó, tomó una bocanada de aire y luego la soltó por la boca.



—Te perdí por un error, ese será mi peor castigo, ojalá puedas encontrar un hombre que te merezca y nunca se equivoque.


Giró sobre su eje y empezó a caminar, él tenía cada palabra, cada gesto calculado. Mariana se quedó mirándolo con un nudo en la garganta, para ella fue muy convincente cada palabra y cada lágrima. Estaba segura de su arrepentimiento y también sabía que todos los seres humanos cometían  errores y tal vez él, su novio, el amor de su vida merecía una segunda oportunidad.



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En el texto hay: dolor, desepcion, tristesa

Editado: 04.04.2023

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