MARIANA DE LA NOCHE.
Capítulo 40
El corazón latía a mil por hora, la respiración era tan rápida que el pecho dolía cuando subía y bajaba. Una sensación de ardor en la nariz cuando el aire salía y entraba, las piernas no respondían.
Era como si en ese preciso momento hubieran puesto pausa a todo. Los ecos retumbaban en mi cabeza, no reaccioné, no asimilaba, el cuerpo no me respondía, estaba en shock. Los pies se me habían pegado del piso, era justo en ese momento que sentía como si me estrellaran la cabeza con una pared. Estaba aturdido y no lograba reaccionar hasta que unos gritos desgarradores me hicieron volver a la realidad. Sentí los párpados muy pesados, pero traté de mantener los ojos abiertos, escuché un pequeño hilo de voz ronca y agonizante.
—¡Es mi hermana!
A mí se me cortó la respiración, era como recibir una patada, que digo una patada, una bola de boliche en las bolas con todas sus fuerzas.
Él trató de entrar, fueron necesarios varios policías para sostenerlo. Un enorme nudo se me formó en el estómago y me subió hasta la garganta. Volví atrás a la velocidad de la luz, como cuando retrocedes una película en cámara rápida. Me veía con mi hermana, sentí ese dolor que te desangra por dentro gota a gota, ese dolor que te parte la vida. Lorenzo seguía gritando como un loco, unas lágrimas se habían escapado de mis ojos, las sentí por lo salado de mis labios. Mi cabeza trabajaba a mil por hora como tratando de procesar una información demasiado pesada.
Se escuchaban los gritos más agudos, más claros, parpadeé y cuando traté de moverme sentí como un puñal en medio del pecho y la espalda. Volví a mirar hacia adentro y ahí yacía en una cama el cuerpo de la mujer con la que estuve cuatro noches. Eso era peor que estar en una película de terror. ¡Era una puta pesadilla! Lo era.
—¡Tengo que verla! —sus gritos eran tan fuertes que parecía que su garganta iba a rasgarse—¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaah! ¡Mariana! Necesito verla.
Sentí una cosa tan fea que me daban ganas de llorar, no podía detener las lágrimas, ellas salían solas. Sus gritos se oían cada vez más fuertes. La policía trató de calmarlo, cuando por fin sentí sensibilidad en mis piernas lo primero que hice fue acercarme y darle un abrazo. Él solo lloró y repitió «Es mi niña, Matías, es mi flaca, ella no, no, no» yo solo descargué palmadas en su espalda como diciendo «Entiendo tu dolor» Me alejé lo suficiente, mi cara lo decía todo, estaba perplejo, no lograba asimilar nada, solo moví los labios en un frágil susurro.
—No entiendo, cuándo pasó todo esto. Si anoche hablamos. No lo entiendo —susurré sin salir de mi trance.
Él me miró con los ojos rojos e hinchados. De un momento a otro empezó a sostener su pecho con fuerza, se puso blanco como un papel. Los bomberos le brindaron los primeros auxilios, antes de caer al suelo sentí la fuerza de su mano en mi brazo, entre sollozos solo repetía.
—¡Quiero verla, necesito verla, por Dios!
Lo acostaron en el suelo levantándole sus manos y le decían;
—¡Respire conmigo!
Yo veía esa imagen y en la cabeza se me reproducía la misma imagen donde el que estaba sin respirar era yo. Era la misma escena, pero con diferente persona. Apreté su brazo con fuerza, me pidieron que lo ayudara a sostener porque él seguía luchando con las pocas fuerzas que le quedaban. Varios agentes lo sostenían y yo traté de hacer lo mismo, pero él con la mirada me suplicó tantas cosas.
Lo alejaron del lugar, uno de los bomberos decía que lo mejor era ponerle un sedante. Yo me quedé de rodillas en el suelo y en ese momento me pasó a la velocidad de la luz todo lo que viví con ella, desde que la encontré hasta la noche anterior, o lo que yo creí vivir porque a esas alturas yo no sabía ni que pensar. Es que no lo entendía, ¿cómo llegó aquí? Si la noche anterior habíamos hablado, no entendía una mierda, no entendía un carajo. ¿Entonces lo que yo pasé con ella qué fue? ¿Fue producto de mi mente, me volví loco? Era eso, perdí la razón y por eso imaginé esas cosas. Perdí la razón, todo era producto de mi imaginación.
Mis lágrimas eran amargas y por alguna razón dolían. Escuché sus gritos, uno de los bomberos trataba de ponerle un calmante y Lorenzo parecía una fiera. Se arrastraba por el suelo mientras ellos lo sostenían de los pies. Se soltó de su agarre, se levantó y salió corriendo con dirección a ese lugar.
—¡Lorenzo! —grité, al fin pude hablar.
Salí corriendo tras él tratando de detenerlo, pero él se abrió paso y sin importar nada entró a la cabaña. Se detuvo frente a la cama y yo me detuve centímetros atrás. Todo se congeló en ese momento, el corazón de Lorenzo retumbaba tan fuerte que estaba seguro que todos los que estábamos ahí podíamos escucharlo.
Se acercó y destapó la sábana blanca que le habían puesto, la bajó hasta su cuello y sí, efectivamente era ella, la misma Mariana que según yo conocí, aunque muy diferente a como yo la vi. Su piel era más pálida de lo normal, su cabello blanco que hasta brillaba. Tenía unas marcas horribles en el cuello, aun con todo eso seguía siendo una mujer hermosa, una rosa marchita, una rosa que habían arrancado. Fue un shock verla así, en el fondo Lorenzo quería confirmar si era verdad lo que veía.
Yo fui el primero en salir, tenía un bulto de anzuelos en mi cabeza. Me retiré, solo repetía, es imposible yo la vi ayer. ¿Cómo pasó eso? Negué. Uno de los agentes me preguntó si estaba bien, tal vez lo decía por la expresión de mi rostro, solo respondí con un movimiento de cabeza.
Otros agentes sacaron arrastrado a Lorenzo, digo arrastrado porque lo sostenían de los brazos y lo halaban ya que sus pies parecían no responder. Dejó de luchar, dejó de gritar, solo las lágrimas bajaban como cascada por sus mejillas. En sus ojos se veía un vacío enorme, lo dejaron junto a mí. Estaba así porque le habían puesto un tranquilizante.
Editado: 04.04.2023