MARIANA DE LA NOCHE.
Extra del capítulo 25
Emanuel.
Puedo decir que al principio de mi vida tuve una buena infancia, pero luego todo cambió cuando mi padre se fue de la casa y nos abandonó. Fue un golpe muy duro para todos, mucho más para mí. Mi madre se quedó sola con tres hijos varones, ahora nos tocaba a nosotros trabajar en lo que saliera para poder ayudarla con los gastos. No pude continuar la universidad porque no teníamos recursos, me tocaba trabajar en el taller de mi tío ayudándole en lo que saliera. Fui muy noviero; tuve muchas novias, cambiaba de novia como cambiaba de calzones, hasta que la conocí a ella y todo cambió.
Yo me encontraba en un centro comercial con unos amigos cuando a lo lejos la vi entre un grupo de chicas. Tenía un vestido negro a la altura de las rodillas, con un pequeño escote en V y tacones del mismo color. Su cabello blanco sobresalía de las demás, de verdad que llamó mucho mi atención.
Miré como se alejaba con sus amigas y entraron a una heladería, así que me levanté y caminé hasta llegar a ese mismo lugar con la excusa de comprar un helado. Mientras hacía la fila la escuchaba reír, en un momento ella giró la cabeza y nuestras miradas se conectaron por una fracción de segundo. Yo quedé hechizado, sus ojos eran azules, tan profundos como el mismo cielo o el mar, eran los ojos más bonitos que había visto en mi vida. Le regalé una sonrisa de boca cerrada, ella la correspondió y volvió la mirada hacia sus amigas.
Salió del lugar y yo la seguí con la mirada hasta que se perdió entre la multitud. Había visto mujeres hermosas, pero ninguna como ella. No me la podía sacar de la cabeza, sus ojos, su boca, su sonrisa, su piel, toda ella era realmente hermosa. Pensé que tal vez no volvería a verla nunca, en esa ciudad había millones de personas y tal vez ella no era de aquí, así que decidí sacar de mis pensamientos a la chica del centro comercial.
Un domingo mi madre me convenció de ir al zoológico para llevar a mi hermano menor que estaba de cumpleaños, él quería que ese fuera su regalo. Me negué muchas veces, hasta que decidí ir con ellos y acompañarlos. Me la pasé con cara de 38, así decimos los paisas cuando hacemos mala cara o algo nos molesta, había mucha gente en ese lugar.
Pasamos a ver las iguanas cuando escuché unas risas que llamaron mi atención.
Eso era demasiada casualidad o el destino, era la chica del centro comercial, iba del brazo de un chico alto y rubio, pensé que era su hermano porque también los acompañaba una señora muy guapa parecida a ellos.
La observaba desde lejos, de verdad llamaba mucho mi atención. Decidí acercarme a ellos con cualquier excusa y pregunté la primera tontería que se me ocurrió. Opté por preguntarle al chico, ya que tal vez podía ser su novio, entonces saqué mi mejor parlamento paisa y empecé hablarle. Él respondió amablemente, mientras él respondía a mi pregunta la señora que estaba con ellos le habló a la chica por su nombre «Mariana», ya al menos tenía un nombre.
El chico se despidió con un asentimiento y siguieron su camino, sin duda alguna de cerca era perfecta. Yo quería saber más de ella, de dónde era, dónde vivía, tantas cosas, al menos ya sabía su nombre, Mariana. Lo repetí una y muchas veces en mis labios probando como sonaba. Eso era lo que llamaban amor a primera vista.
Empecé a buscarla por Facebook, podía encontrar miles de mujeres con ese nombre, pero nada perdía con intentarlo. La busqué muchos días revisando perfil por perfil hasta que la encontré, no se imaginan la felicidad que sentí, saltaba como un niño pequeño.
Le envié solicitud de amistad con la esperanza que la aceptara, estaba de suerte porque lo hizo. Empecé a escribirle, lo más básico, la saludé, me presenté y le dije que yo la había visto antes y que tal vez ella no. Así fue, ni se acordaba, me dijo que veía muchas personas todos los días, que no me recordaba. Empezamos a platicar todos los días, las pláticas se hacían más interesantes. En una de esas platicas me dijo el nombre del barrio en el que vivía, para mi fortuna yo estaba relativamente cerca.
Le propuse vernos en persona para conocernos, obviamente no aceptó a la primera, así que seguí insistiendo y persistiendo hablado todos los días hasta que ella misma me dijo que sí quería conocerme. Quedamos de vernos en un centro comercial, el mismo donde la vi la primera vez.
Así empezó todo, ese día mirando sus ojos de cerca supe que era el amor de mi vida. No quería mirar otros ojos que no fueran los suyos, eso nunca antes lo había sentido con nadie. Su sonrisa me llenaba el alma de una manera inexplicable, estar con ella para mí era todo, una alegría tan grande que se expandía por todo mi pecho.
Con ella podía olvidarme de las tristezas y los vacíos que tenía. Ella llenó ese hueco que yo tenía en el pecho, con ella me sentía feliz, una felicidad que no podía sentir con nadie más. Luego me di cuenta que ese amor era correspondido, me sentí pleno y feliz como hacía años no me sentía.
Yo la amaba, la adoraba, la veneraba, la idolatraba, lo que sentía por ella era tan grande y fuerte que con palabras no se podía explicar. Empezamos a pasar tiempo juntos, para mí no era suficiente, yo la quería tener todo el tiempo, así me sentía tan feliz.
Pasaron los meses y la relación iba cada vez mejor, era mi novia, mi mujer, ya la había hecho mía. Yo quería cada centímetro de su piel para mí, no me cansaba de mirarla, besarla, tocarla, de hacerle el amor una y otra vez, me hice adicto a su cuerpo, a toda ella.
Tenía que reconocer que quise cambiarle algunas cosas, como su manera de vestir, las salidas con sus amigas y eso fue por miedo a perderla, por inseguridad. Yo quería cuidarla, no quería que ningún hombre se atreviera a mirarla ni siquiera con un mal pensamiento. Y referente a sus amigas, tenía miedo que ella me cambiara por ellas y dejara de pasar tiempo conmigo.
Editado: 04.04.2023