MARIANA DE LA NOCHE.
Capítulo 30.
—¡Matías! ¡Matías!
Escuché como ecos que alguien me llamaba. Sentí que alguien me movía, me levanté abruptamente y abrí los ojos. Al hacerlo sentí mi respiración acelerada, mis manos estaban temblando, en el silencio se podían escuchar los fuertes latidos de mi corazón. Encendí la linterna de mi teléfono y la vi, Mariana estaba de rodillas a mi lado, me miró asustada, puso su mano en mi brazo lo subió y lo bajó lentamente.
—¡Tenías pesadillas, tranquilo!
Mi respiración no se normalizaba, tenía la misma sensación de ese día. Hundí la cabeza en las manos y me froté la cara, hacía meses que no tenía esa pesadilla; la muerte de mi hermana. Sentí sus brazos rodearme, me pasó las manos por el pelo y sentí una pequeña brisa tan refrescante que me daba calma.
—Solo era una pesadilla —Musitó—,ya pasó, tranquilo.
Puso su mano en mi pecho que subía y bajaba rápidamente, no me podía mover, su mirar tan sutil me hacía perder en sus ojos.
—¿Qué soñaste? —preguntó sin dejar de mirarme—, tu corazón late tan rápido, es como si quisiera salir de tu pecho. ¿Así de horrible fue?
Tomé su mano y la miré, pero tenía un nudo en la garganta que no me dejaba hablar. La hice a un lado, me levanté y salí de la carpa, sentía que me asfixiaba. Caminé de un lado a otro, me doblé sobre mí mismo apoyando las manos en las rodillas e intenté volver a respirar con normalidad. Un par de lágrimas cayeron al suelo, un mar de sentimientos me invadieron. Sentí unos pasos, Mariana salió de la carpa y se quedó mirándome. Y yo, no podía ni hablar, solo tenía ese feo sentimiento de impotencia y unas ganas enormes de llorar.
Me incorporé, inhalé y exhalé varias veces. Sentí sus manos sujetar las mías, apretó sus dedos alrededor de los míos, con su voz tan suave empezó a susurrar.
—Cierra los ojos y respira profundo, siente el aire fresco que acaricia tu rostro. Imagina el mar y sus olas que se mueven lentamente y tú sigues el movimiento con tu mirada, la brisa golpea tu cara, ¡se siente tan bien! Y ese mar azul tan inmenso y profundo, tu mirada se pierde en el horizonte siguiendo cada ola.
Cerré los ojos, ella seguía hablando, en efecto sentía el viento acariciar mi rostro, me enfoqué en cada palabra y lo imaginé. Me parecía ver las olas del mar, tan inmensas y profundas. Y luego de la nada pensé en ese color azul; sus ojos. Al abrir los míos pude ver los suyos bajo el reflejo de la luna y se veían tan perfectos. Respiré aliviado, mi corazón y mi pulso se habían normalizado.
Me soltó las manos y me regaló una pequeña sonrisa.
»Esto siempre funciona, cuando era niña siempre me funcionaba, después de tener pesadillas horribles. Él me lo enseñó, mi hermano.
Se sentó en un tronco y yo hice lo mismo.
:—Cuando tenía pesadillas salía corriendo hacia su habitación arrastrando mi oso de peluche, me subía a su cama y él me recibía con una sonrisa.
Una lágrima rodó por su mejilla y desapareció en sus labios.
—Él me decía esas palabras que te acabo de decir y el miedo desaparecía. Yo le preguntaba, ¿Lorenzo, tú nunca has tenido pesadillas?
Sonrió con sus ojitos llenos de lágrimas;
—Él me decía, sí, todos tenemos pesadillas, entonces yo le dije, eres tan valiente, a ti no te da miedo.
Hizo una pausa, sus lágrimas empezaron a salir como cascadas una tras otra.
—Él sonreía tan bonito y me decía, sí me da miedo, lo que pasa es que yo también pienso cosas bonitas, en mi propio mar.
Hizo otra pausa, por extraño que pareciera yo quería llorar, sentía un nudo en el estómago, tomé su mano y ella la apretó con fuerza.
»Yo le pregunté con mucha curiosidad, qué cuál era su propio mar, entonces él me dijo, que su mar tenía el color más bonito de todos, un azul perfecto, que era mar y nieve…—apreté su mano, porque podía sentir su tristeza—, que ese mar era yo.
Mordió su labio inferior ahogando un gruñido, acaricié su rostro con ternura limpiando un par de lágrimas.
—¡No sigas, tranquila!
Cogió mi mano deslizando su mejilla por ella.
—Lorenzo antes de que yo naciera anhelaba conocer el mar y la nieve, ese siempre fue su sueño. Pero cuando yo nací él decía que ya no necesitaba conocerlos, porque en mis ojos estaba el mar y era tan perfecto como lo soñó y en mi piel estaba la nieve. Él se imaginaba que era tan suave como mi piel. Siempre dice lo mismo, cuando conoció el mar, dijo que era muy hermoso, pero que mil veces prefería el mar de mis ojos. Aún no conoce la nieve, dice que se conforma con mirar y acariciar mi piel, ya que yo soy para él lo más parecido.
Se quitó una medalla que llevaba en el cuello y me la enseñó. Era una medalla blanca en forma de copo de nieve y en la parte de atrás tenía una letras grabadas «SB» Me causó mucha curiosidad ya que no eran sus iniciales.
—Está medalla me la regaló cuando cumplí mis 15 años, desde entonces nunca me la he quitado. Me dijo que yo era su copo de nieve favorito y el más bonito.
Sonrió mientras sus lágrimas seguían su recorrido. Tomé la medalla en mis manos y era muy bonita, parecía un copo de nieve, cada detalle era perfecto.
—¿Por qué esas iniciales? No son de sus nombres ¿Qué significan? —pregunté con curiosidad.
Se recogió el cabello y me dio la espalda para que se la volviera a poner, eso hice.
—Mi hermano y yo desde muy pequeños creamos nuestro propio código secreto —sonrió con tanta ilusión—, un apodo que solo nosotros dos sabemos. Nadie lo conoce, ni siquiera las parejas que tuvimos, ni mi madre, nadie en absoluto.
Sentí miles de sentimientos encontrados, se veía que tenía una hermosa relación con su hermano, igual que la que yo tenía con mi hermanita. Una unión que iba mucho más allá.
—Que bonito todo eso que me cuentas —Levanté la mirada al cielo—, así era mi relación con mi hermana, tan única, tan bonita.
Sentí su mano sobre la mía.
—¿Estabas soñando con ella, verdad? —inquirió.
Editado: 04.04.2023