Un nuevo día asomaba por la ventana de mi habitación, los rayos se filtraban vigorosamente a través de las rendijas a la vez que molestaban mis delicadas pupilas.
Odiaba madrugar. El dolor en la cabeza que me producía, hacia que me revolviese de dolor en la cama.
El fin de curso cada vez estaba más cerca y yo aún, después de haber escuchado la noticia de Anne, no sabía que pasaría con mi vida el próximo septiembre.
"todavía queda un verano de por medio" — me decía a mí misma.
Mamá me había dejado un batido de frutas preparado para desayunar el cual no tardé en acabarme. Corrí escaleras arriba para cambiarme e ir a clase; en ese instante sonó mi móvil. Tobías me había escrito un mensaje:
— Hola Tess, espero que mi noticia no te alarme en exceso. ¿Te conté que había mandado mi proyecto de investigación a la universidad de Belfast? Bueno pues me han seleccionado y en unos meses me iré. Quiero que sepas que nuestra relación seguirá como hasta ahora, sólo que en vez de hablar por teléfono tendremos que recurrir a Skype. Espero poder despedirme de ti esta tarde. Te quiero.
Bloqueé la pantalla de mi móvil y me tiré a la cama: ¿qué he hecho mal? ¿Por qué todos mis amigos se van? Si me aterraba la idea de perder a Anne, ahora el alma se me ha partido en dos al enterarme de lo de Tobías.
Eres fuerte Tess, eres fuerte, saldrás de esta, recuerda que la vida sigue y sola o acompañada superarás todos los retos — intenté animarme.
Comenzaba siendo un día de mierda y continuó siéndolo: al llegar a clase vi que el profesor de Matemáticas estaba repartiendo las notas del último examen para el que me había esforzado especialmente. Un maldito 3'25. Las mates nunca habían sido lo mío, pero me encorajinaba en exceso ver que mis esfuerzos fueron en vano.
El día no mejoró. Anne no se me había acercado en todo el día, parecía disfrutar sus últimos meses de instituto con otra gente. Mis miedos eran ahora reales, me encontraba completamente sola.
Decidí sentarme en un banco que había en el pasillo de las diferentes clases, la gente iba y venía, pero nadie se fijaba en que yo me encontraba allí sola:
—¿Tessa? ¿Tessa Parkers? — me dijo una mujer rubia de unos 40 años que venía andando hacia mi
Me levanté del banco y le respondí:
— La misma, ¿quién es usted?
— Hola, soy la rectora de la Universidad de Humanidades. Alguien me pasó tu expediente, creo que deberías venir a ver cómo tu futuro se abrirá de par en par con nosotros.
— Oh, creo que se equivoca. Yo no quiero estudiar letras...de hecho no pertenezco ni siquiera a la rama para poder estudiarlas.
No sé por qué le mentí. Me encantaría estudiar algo relacionado con la Historia y la Arqueología. Quizás me aterró la idea de que una desconocida se me acercase haciéndome creer que poseo cualidades, ¡venga ya!
— Eso no es problema. En nuestra universidad valoramos la vocación y pienso que tú la tienes.
— ¿Puedo preguntarle quién les paso mi expediente académico?
— Su amigo William, ¿no se lo dijo? Él también vendrá a estudiar allí y creyó que usted como amiga suya tendría cualidades más que suficientes para pertenecer a nuestra gran familia.
— Un momento, ¿has dicho William? No conozco a ningún William. Debe haber un error señora — suena el timbre que indica que las clases empiezan de nuevo — Si me permite debo volver a clase, encantada.
Me fui corriendo. Necesitaba pensar en lo que la señora rectora me estaba proponiendo y en lo que me había dicho en sí: ¿William? ¿Quién es William? Realmente no era capaz de asimilar tantas cosas que me venían a la mente
Y otra vez. El misterioso chico de negro, ahora vestido con unos vaqueros claros y una camiseta blanca, hacia su entrada por las puertas del instituto. Esta vez no me quedaría sin saber de quién se trataba. Lo seguí.
Se fue otra vez hacia los despachos directivos, quise ir tras él, pero la conserje, una señora mayor de unos 70 años me paró en seco:
— ¿A dónde vas, jovencita?
— Señora Collins, debo hablar con la jefa de estudios, he tenido problemas con un profesor y me gustaría poder solucionarlos si es que es posible.
— Vale, pasa.
Salí corriendo a la puerta, pero ni rastro del chico, parecía haberse evaporado como si de aire se tratase.