Más oscura que tu conciencia (libro 1 Saga Mas)

Capítulo 4

Al llegar a la oficina, Lance sonrió ladino al ver que al comisario se le había borrado toda expresión de su rostro y ahora solo se mostraba sombrío.

Dandy, exhaló aliviado observando al personaje plantado frente a ellos, Ángelo Belmonte, el secretario de Estado de Seguridad, máxima autoridad de la policía nacional, una persona tan ocupada que siempre enviaba a su asistente y mano derecha cuando se le solicitaba para algo extraoficial, pero que esta vez estuviera de cuerpo presente, era un plus que les venía como anillo al dedo.

—Bien… ¿Cuáles son los hechos? —si el mayor de los primos era autoritario y malhumorado, el recién llegado lo era por partida triple. A lo anterior había que sumarle su porte de muy pocos amigos, mandíbula tensa, ceño fruncido y esa voz de mando que sin mucho esfuerzo se escuchaba hasta el final del pasillo.

El comisario se apresuró a relatar lo sucedido, pero el secretario de Estado levantó una mano para hacerlo callar.

—¿Acaso le he nombrado? —le preguntó fulminándolo con la mirada y el aludido negó palideciendo su rostro un par de tonos más.

—No, Señor —se aclaró la garganta para continuar, pero Belmonte se lo impidió.

—¡Salga! —la orden dejo patitieso al comisario quien, aunque quería, no puso objeción alguna y se marchó.

Una vez que se cerró la puerta…

—¿Es en serio, Lance? —la mirada del recién llegado se centró en el mayor de los primos, enarcando una de sus gruesas cejas— ¿Acaso dejaste algo olvidado por estos lados?

—Estoy seguro de que no fue así, Señor —el nombrado respondió riendo con diversión mientras se acercaba y ambos estrechaban manos—. Pero me sorprende que usted haya salido de su fortaleza, tan pronto le hablaron de Cata Linda, al parecer no soy el único que conserva tan buenos recuerdos.

Ángelo Belmonte soltó una carcajada, importándole muy poco la opinión del comisario al que acababa de expulsar de su propia oficina. Era el padre de uno de los compañeros con los que Lance había visitado la bahía en su época de universidad, para ese entonces aún no era miembro del gobierno, de hecho, fue quien condujo el vehículo y reservó el hotel en el cual se quedaron todos por más de una semana porque él también los acompañó y desde allí, la amistad se había mantenido.

—Si no tuvieras pasado en este lugar, ya le hubiera echado la culpa al danzante de Dandy —miró al mencionado con recelo y luego le sonrió amigablemente.

—Supongo que jamás podré quitarme la mala fama de juerguista —el menor se carcajeó mientras también le tendía una mano para saludarlo.

—Bien, aquí estoy… ¿A quién mataron? ¿Por qué están presos? —preguntó mientras acomodaba sus pies sobre una esquina del escritorio y entrelazaba las manos por detrás de su cabeza, sabiendo que, con este par, sobre todo con el primo menor, podía esperar cualquier cosa.

Una vez que relataron la historia, Ángelo de inmediato ordenó que sus pertenencias les fueran devueltas y ni siquiera fue necesario emitir un acta de excarcelación, puesto que, dispuso que su asistente se encargara de anular cualquier registro o evidencia de los primos en esa comisaría.

—Hay algo más… —había una promesa por cumplir. Lance se esforzó para que los hermanos Riot, recibieran el mismo tratamiento y sus nombres fueran saneados, pero con ellos la historia pintaba de un color muy diferente, puesto que eran casi tres años de abusos y excesos de autoridad, prácticamente desde que la joven había cumplido su mayoría de edad, por lo que Ángelo decidió interpelar al Comisario Valverde.

—La señorita Nathalie Riot, lleva años mostrando una actitud agresiva e incluso ha atentado en contra de…

—¡Adivinaré! En contra del tal Peter, me importa un bledo, su apellido… casualmente, su sobrino —el mayor de los primos tuvo que contenerse para no matar al insufrible exnovio y al insolente comisario, aunque tampoco era como si pretendiera dejar el asunto en el olvido.

—Quiero ver ese expediente —ordenó a su asistente—. Trae también el del hermano y el de Peter, los necesito todos.

—Señor, entienda que… —al escuchar la solicitud, el nervioso subordinado intentó mediar.

—¡No le he pedido ninguna explicación, Comisario! Solo aténgase a cumplir mis órdenes, no tengo todo el día.

—Sobre la señorita Riot pesan muchas denuncias, no es como si todo pueda borrarse, así como así, entienda que el cumplimiento de la Ley es…

—¿De verdad usted intenta explicarme los preceptos de la Ley? —Ángelo lo miró retándolo a responder y el aludido enmudeció pensando en que, si analizaban a fondo esos expedientes, iba a perder mucho más que su placa y su arma.

—Señor, aprovechando que el comisario es tan fiel a la Ley, decidí que quiero hacer lo correcto y poner una denuncia —advirtió Lance, fastidiado, queriendo acabar con todo de una vez—. Quiero denunciar a su sobrino, Peter Valverde. Casualmente, el exnovio abusivo y acosador de la señorita Nathalie Riot, por agredirme durante el baile de tambores, amenazarme en público, por presentarse junto a un grupo de delincuentes confesos para robarme, atacarme con navajas e incluso amenazarme con un arma de fuego, hay testigos presenciales de todos esos hechos.

Mientras hablaba, Lance caminaba con elocuencia de un lado a otro, a ratos con sus brazos cruzados a la altura de su pecho y en otros con el dedo índice sobre sus labios en un fingido intento por recordar y organizar todos los eventos. Actitud que buscaba hacer implosionar la falsa tolerancia del comisario para que se mostrara tal y como era en realidad.



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En el texto hay: romance, locuras, racismo

Editado: 07.10.2021

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