Rojo era el cielo cuando la vida dejó de existir, el aire denso era difícil de aspirar y uno a uno consumió a cada persona. Negro se convirtió el suelo que pisamos los que pudimos escapar de la explosión, un grupo de individuos que pronto nos convertimos en hermanos. Azul fue el brillo que destellaba en el río cuando al fin encontramos agua, reunimos fuerzas para seguir adelante. Verde se volvió la mañana siguiente, el pasto se extendía hasta donde se podía ver, un lugar nuevo nos daba la bienvenida.
Los cabellos amarillos que compartía con mis hermanos representaban un pasado que nos perseguiría por siempre, pero ahora podíamos comenzar de nuevo. Pasó un tiempo antes de poder ver el mundo, nuestro nuevo mundo, brillando ante la blancura, y convertirse en rosado, como siempre debió haber sido.
Pronto, un tiempo después, el ciclo siguió su curso y el mundo regresó a ser negro, no hubo espacio para que cambiara, no existía otro color, no existía nada.