Es tranquilo cuando estas dentro. La oscuridad te protege de los peligros exteriores. Es cálido, sorpresivamente, creemos que no será un lugar agradable cuando encontramos la puerta y cruzamos el umbral. El miedo nos domina al punto de enloquecernos, no sabemos qué nos espera del otro lado, y dudamos en continuar.
Y al fin, cuando cierras los ojos, el sufrimiento desaparece, y logramos alcanzar la paz.