Masa Cerebral

3.

—¡Ne-necesito defecaaaaar…!

Ese gordo pedorro se tambaleaba, claro, después de haber tragado, buscaba un lugar para hacer sus necesidades.

—Pará, te ayudo, capaz y te rompes un hueso... —Luisito lo tomó del brazo y lo llevó a la parte de atrás. Mientras tanto, el Aldo, se apartó de nosotros, hecho al canchero, se tomaba selfies con la piba, el chanta, seguramente pensaba subirlo al Instagram para pavonearse diciendo que era su novia. Viendo las poses ridículas que hacía frente al celular, volví a la Kombi a buscar una cerveza.

Cuando pasó lo que pasó y la piba pegó un grito, salí volando, y fui a donde estaban para ver lo que había ocurrido. El Aldo estaba tendido de panza en el suelo, en el suelo había gotas de sangre.

—Che, déjate de pendejadas, estás arruinando la noche... —le daba patadas suaves, pensaba que era una broma pesada, pero al ver que no se movía para nada, le di la vuelta y entonces lo vi. Vi que tenía el cuello degollado y los ojos bien abiertos. En ese momento la sangre comenzó a mancharme la ropa, yo le tengo fobia a la sangre, ¿sabes? No quería que los pibes se burlaran de mí y me llamaran marica, por eso me aparté de golpe. A un costado, la piba temblaba, embargada en llanto, ese maldito olor a metal de la sangre me daba asco, y mientras buscaba un trapo con que limpiarme las manos, no tardaron en aparecer Luisito y el Juanjo. Pero fue Luisito quien se acercó exaltado.

—Pero ¡qué pasó! —Luisito empalideció al ver al Aldo en el charco de sangre.

— ¿Estás ciego? ¿No ves que está muerto...? —le dije yo tratando de calmarme, pero el pánico comenzó a reinar entre nosotros. Pibebank miraba a la piba, como si sospechara de ella.

—Vos estabas con él...

Pero la piba no hablaba, ella me miraba a mí y movía la cabeza, negándolo. Estaba hecha un mar de llanto, aterrada y en shock. No era para menos.

—El asesino... tiene que andar cerca...—tartamudeé.

Pero Luisito no parecía seguro del todo.

—Me parece que acá no hay nadie más que nosotros... —Luisito estaba aterrado, se veía claramente trastornado como todos, le temblaban las manos. Era un momento tenso. Pibebank, me señaló con la mano.

— ¡Fuiste vos hijo de puta! —me acusó con la voz temblorosa, mientras se iba arreglando la chaqueta de jersey, de manera compulsiva.

—Pero ¡qué te pasa! Acabo de salir de la Kombi. —me defendí, incrédulo de lo que me estaba acusando.

—.¡Vos le debías plata, me debes también a mí, y hasta dónde sé, le debes a todos acá! ¿Qué pensás hacernos? ¿Pensás matarnos a todos?

—Mejor te callas, flaco, no me des ideas que a vos no te soporto...

Pero el flaco no cerraba la boca, y me estaba hartando.

—¿Crees que no te vi, hijo de puta? Estabas furioso por esta mina... ¡fuiste tras él! ¡Yo te vi! ¡Yo te vi!

— ¡Cállate! Vos no sabes lo que hablas...

— ¿Qué es lo que no sé? ¡Lo que sí sé es que hay que llamar a la policía! –sentenció el flaco, irritante, pero como era de esperar, todos seguían en el mismo estado de estupor que yo, y no le hacían caso, y me mofé de él, aplaudía su estupidez.

— ¡Bravo, buena idea! ¿y qué piensas decirles cuando te sientan el alcohol en la bocaza que tienes? Ah, pero eso no es todo, ¿te olvidas del tremendo tufo a marihuana que traes? –Alcé la voz, y me burlé de él, con toda mi furia, el flaco se lo merecía, pero el hijo de... al verme en ese estado el maldito arrugó la frente.

— ¿Vieron? ¡Ahí lo tienen! Lo mató él. Se niega a llamar a la policía. —Pibebank me apuntó de vuelta con el dedo, y yo odio que me señalen.

Esta vez, se lo pasé por alto y les hablé a los pibes.

—Queda claro que llamar a la policía no es una opción. —les dije tratando de calmarme, pero vi sus caras —¿Qué? ¿No me creen? ¡No fui yo! —Hasta ese momento trataba de ignorar las difamaciones de ese flaco, desgraciado, pero hasta el Luisito, mi amigo del alma tenía los ojos fijos en mis manos manchadas con la sangre del Aldo.

—Escuchame, te creo, pero tenés que jurarlo, que vos no fuiste.

Noté que Luisito trataba de sonar amigable, pero yo me exalté mucho, tenía que defenderme ¿no?

— ¿Estás loco? ¡Claramente yo no fui! La piba lo sabe... —La miré como buscando su apoyo, pero ella lo negaba de forma robótica. Al ver eso, el Pibebank la sujetó de la mano y le preguntó si era yo el que había hecho aquello, pero la piba seguía en shock, no negaba ni afirmaba nada.




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