Joseph estaba terminando de meter sus cosas en la maleta, cuando le entra una llamada, revisa el celular y ve en la pantalla que es Robert, el abogado de su padre.
— Buenas noches, Robert ¿ha pasado algo? —pregunta sorprendido. Le parecía extraño que este hombre le llamara, ya que él solo mantiene comunicación con Marcos con respecto a los asuntos de la empresa. Joseph no tenía autoridad en la empresa, después de graduarse como abogado, su hermano le dio un contrato como cualquier otro empleado.
Su padre no se lo había permitido, quizás porque no confiaba en él, por lo inmaduro e irresponsable que siempre ha sido. Pero él se había esforzado, estaba trabajando duro y ahora tenía varios negocios a flote.
— Buenas noches, Joseph tu padre te felicita por lo hábil que has sido en los negocios de inversiones, ha decidido entregarte un quince por cientos de las acciones de la empresa Colunga.
Joseph no salía de su asombro, por un momento pensó que lo estaba soñando, no podía creer lo que estaba escuchando. Su padre dándole poder para administrar también la empresa, era un buen comienzo, muy pronto tendría un gran imperio al mismo nivel que el de su padre, ya él tenía su estructura y solo necesita seguirla expandiendo y hacer parte de la compañía le iba a facilitar las cosas.
A la mañana siguiente se encuentra con Marcos en el ascensor.
—¿Perdiste el vuelo? ¿Por qué no viajaste? Se nos está acabando el tiempo y tú sigues con pequeñeces.
—¡Marcos! Ayer me llamó Robert, el abogado me dijo que lo esperara en la oficina, mi padre me va a transferir un quince por ciento de las acciones—, Marcos lo miraba sorprendido.
—Te advertí que no me trataras mal, te pedí una oficina grande, que tuviera ventilación y me distes la más pequeña y acalorada. Cómo un socio más, ¡exijo que me cambies de oficina ahora mismo!— le decía Joseph con altivez en sus palabras, pero al mismo tiempo le guiñaba un ojo.
«Mi papá no es de los que cede fácilmente en los negocios, sé que quiere algo a cambio» pensaba Marcos, todavía asimilando la noticia.
El abogado se presenta en la empresa a las nueve de la mañana, le entrega unos documentos a Joseph que él revisa y luego los firma, en total fueron tres documentos que tuvo que firmar para que las acciones pasaran a su nombre.
— ¡Listo! En tres días serás un miembro más de la junta de socios del imperio Colunga. Por cierto, hay algo más…— Robert hace una pausa mientras los hermanos lo miran expectantes.
— Su padre quiere un regalo de bodas.
— ¿Un regalo de bodas? — refuta Marcos con cinismo en su rostro.
— El regalo de bodas que su padre quiere es el anillo para la novia. Estaré esperando hasta que me lo entreguen. Sin más, me retiro.— Robert sale de la oficina antes de que ellos alcancen a reaccionar sobre el pedido de su padre.
— ¿No crees que papá está chiflado? ¿Cómo nos pone a nosotros a buscar un anillo de bodas? ¡Marcos hay te encargo esa tarea!
— Ni se te ocurra Joseph. Yo no soy el interesado en que esos documentos que firmaste lleguen rápido a tramitarse. Sin el anillo tendrás al abogado dando vueltas por ahí, te tocó hermanito pagar el precio por tus acciones—, carcajea y se va, dejando a Joseph con mal genio, pensando dónde iba a comprar ese anillo.
Joseph llevaba casi tres horas buscando el anillo más feo que haya visto en su vida, pero como buscaba en los aparadores de joyas finas de los centros comerciales de la ciudad el precio no lo convencía. ¿Dónde conseguiré un anillo que no cueste más de un centavo? Mientras iba en su auto por la avenida vio desde lejos una feria de productos y lujos artesanales. Parquea el auto y se va caminando.
Recorriendo la Feria, se acerca a cada Stand buscando el anillo, tenían de diversas formas, colores, y diferentes materiales. Pero él, conociendo de lujos por el medio en que se desenvuelve sabe que esos precios están por debajo de sus intereses.
Con recelo miraba para todos lados, temía que algún conocido lo viera en ese lugar.
«¿Que iban a pensar del gran reconocido empresario en una feria de un barrio popular? Mi estatus está en juego, es necesario mantener mi imagen, para no bajar de popularidad. ¡Lo que me hace hacer esa mujer, cada día la odio más!»
De pronto ve uno que le llama la atención, un anillo de madera color café con un acrílico en agua marina. Sorprendido por su precio, lo compra con satisfacción, era la primera vez que compraba algo tan barato, se imaginaba la cara de horror que pondría la intrusa cuando no viera en sus dedos el anillo de diamantes, sino un pinche anillo de madera.
Comenzó a reír a carcajadas.
—Como me gustaría estar en esa boda, pero conociendo al gran Benjamín remueve cielo y tierra para conseguir el anillo de diamantes.
«Esta mujer agita mi interior sacando lo más oscuro de mí, está despertando esa bestia interna, que el día que la tenga en frente no voy a responder por mis actos»
Pensaba con el rostro endurecido. Joseph sacudió su cabeza, sus pensamientos volvieron a la posesión de las acciones y volvió a reírse.