Capítulo 3: Una estrella llamada Max.
Max
Miraba a través del vidrio de la ventana del taxi, como las gotas de lluvia caían. Una por una, lentamente, era cómo ver a las estrellas alinearse en el cielo, tan tranquilo y profundo. Estaba tan metido en mis pensamientos que no me di cuenta cuando llegamos a mi nuevo lugar de trabajo. Me fijé la hora en mi reloj y eran las 8:00 am en punto. Bajé del auto, entregando el dinero previamente.
Entré haciendo sonar las campanas del lugar, me recibió la linda sonrisa de Eloísa, quien estaba con una maceta de rosas rojas.
—Buen día—. Salude cortes, no era mi intención dar un mal aspecto en mí segundo día.
—Buen día, pasa. Tenemos trabajo que hacer.
Deje mis cosas a un lado y me coloque el delantal siguiendo las indicaciones de Eloísa, de vez en cuando me explicaba un poco el tema de las flores. Cuándo me dijo que me enseñaría el idioma de las flores, mi expresión fue de total sorpresa, es decir, nunca había escuchado tal cosa. Soy más un hombre de ciencia, en el colegio me destacaba por ser bueno en matemáticas y ciencias, a raíz de eso, nació mi fanatismo por los astros.
En el planeta, se ocultan millones de secretos y sorpresas. Es simplemente magnífico.
—Dime Max, ¿Siempre qué piensas, te quedas contemplando tulipanes?—. La voz de Eloisa me sacó de mis pensamientos, miré hacia abajo y en efecto, tenía una maceta de tulipanes color violeta en mis manos.
Negué con gracia, esta chica está loca.
—Cuéntame sobre ti, Max—. Pidió mientras me miraba.
— ¿Qué puedo decir? Soy astrólogo, aunque eso ya lo sabes, mi pasión por los astros nació a los ocho años, pero claro solo lo veía como un juego de niños, la situación no fue diferente hasta que comencé la secundaria, me destaque en matemáticas y ciencia, fue ahí cuando me di cuenta que mi verdadera vocación estaba en los astros. ¿Qué me dices de vos?
—Bueno, estoy terminando mi último año de medicina, luego de las vacaciones de invierno comienzo mis pasantías en el hospital durante tres meses y soy una mujer de las plantas. Adoro todo lo que tenga que ver con las flores y la naturaleza.
—Ya veo. ¿Y tu familia?
Al momento de preguntar, veo como su cuerpo se tensa por completo. Antes de que vuelva a decir algo, la interrumpo.
—Lo siento, no quise sonar entrometido.
— ¡Oh! No, para nada. En realidad yo no tengo familia, soy huérfana, mi familia me abandonó en un orfanato cuando tenía dos años, crecí en ese lugar, ahí también conocí a Emily, aunque no le digas que te dije eso, a ella no le gusta hablar de nuestra estadía en el orfanato, cuándo cumplimos dieciocho tuvimos que irnos, teníamos ahorrado algo de dinero así que alquilamos ese departamento de allá. —Dijo señalando un departamento que estaba cruzando la calle—. Y luego pusimos este local, es de la dueña del departamento y lo pagamos con los ingresos, y bueno así vivimos.
Terminó su pequeño relato con una sonrisa, una hermosa sonrisa a decir verdad. Nunca antes había conocido a una chica como ella, es espontánea, hermosa, carismática, graciosa, cabe destacar que está un poco loca, pero eso sería lo de menos. Sinceramente a este paso, diría que ella brilla más que una estrella.
— ¿Y tu familia?
Ahí es cuándo mi sonrisa se desmorona, sé que ella lo nota pero no dice nada.
—Bueno, se podría decir que yo también soy huérfano. Mi madre murió hace un par de años y mi padre nos abandonó cuando yo era pequeño, tengo una hermana mayor. Ella es todo lo que me queda.
Odiaba sentir que daba lástima, desde que mamá se fue, todos me miran como si fuera un pequeño cachorro. Sí, es verdad, mamá se fue y dejó un gran vacío en mí vida, después de todo ella era la única que me entendía. Pero con Eloisa ocurrió algo diferente, levanté la mirada y en sus ojos no vi lástima o pena, vi entendimiento, ella entendía mi dolor, el dolor de sentir que estás solo en el mundo.
Me regaló una de sus hermosas sonrisas, nos quedamos mirando fijamente, en sus ojos se veía un brillo especial, algo que me hipnotizaba, que me atraía. Cómo si una fuerza sobrenatural me dijera que a su lado todo estaría bien.
Las campanas de la puerta nos despertaron de nuestros pensamientos, la figura de Emily apareció, parecía estar más dormida que despierta.
—Buen día Em—. Saludé, levantó su cabeza de golpe y se le dibujó una sonrisa.