Al amanecer del día siguiente, Fionna se desperezó tranquilamente y al notar que la miraba fijamente arqueó una ceja interrogante, yo sin poder contenerme más, le pregunté:
–¿Qué significan los rosetones que tienes en el cuello?
–¿Qué? ¿Cu… cuál rosetón? –me preguntó titubeante mientras llevaba ambas manos a su cuello tratando de cubrirlo.
–¿Estás segura de que el hijo que esperas es mío?
–No te atrevas a insultarme Gaspar, por supuesto que es tuyo, jamás me embarazaría de otro hombre estando casada contigo.
–¿Y qué hay de tu cuello y los chupones que luces?, dile a tu amante que, si es tan hombre para marcarte, lo sea también para pararse ante mí y decirme que te quiere para él –exclamé molesto.
–Estás delirando Gaspar, solo quieres desviar el tema de lo realmente importante aquí y es mi embarazo no deseado.
–No vuelvas a decirle a mi hijo que es un embarazo no deseado, te advierto que vas a tenerlo.
–Sí está bien, lo tendré, pero no me someteré al control médico de tu padre, he seleccionado otro ginecólogo y él me atenderá todo el tiempo.
–Siempre y cuando tengas control médico no me importa quien lo haga, igual te acompañaré a cada cita, no voy a perderme la evolución de mi hijo, si es que es mío.
–Eres un enfermo controlador, así solo buscas que te odie.
–Cualquier otra mujer pensaría que soy un padre amoroso –señalé con una sonrisa irónica.
–Tengo algunas condiciones para continuar con esto –dijo mientras se tocaba el vientre.
–Estás colmando mi paciencia Fionna, ahora, ¿qué quieres agregar?
–Quiero dormir sola.
–Habla claro, ¿quieres separarte de mí?
–Siento que me asfixio, mis hormonas están peor que nunca y necesito mi espacio.
Su actitud y sus palabras me confirmaban que ya no era mía, extrañamente me sentí aliviado, librado de carga, aunque aún estaba su embarazo, pero ahora se había sembrado en mí la duda sobre la paternidad de ese bebé que está esperando, no sentí rabia, mi hombría no estaba herida, me invadió un sentimiento desconocido para mi hasta ese momento y no supe identificarlo, solamente esperaría un tiempo prudencial y confirmaría si era mío o no.
***
Los días comenzaron a transcurrir y con frecuencia tenía a Fionna en mi oficina, llegaba y se sentaba en el sofá de mi despacho con una revista, no hablábamos, no me interrumpía, solo se quedaba allí incomodando a mi secretaria ya que la miraba con hostilidad cada vez que entraba a mi oficina. Igual de agresiva fue con Lucio, ya que en un primer encuentro con ella, el cual fue bastante desagradable debido a que Fionna quiso encender un cigarrillo y cuando mi mano derecha le comentó que no era conveniente esa acción en su estado, ella estalló y le lanzó una gran cantidad de improperios que me hizo sentir pena ajena; desde ese día Lucio se comunica conmigo por teléfono si sabe que está “visitándome”, realmente no sabía qué buscaba con ese comportamiento, pero decidí ignorarla porque estaba en medio de tratos muy importantes y no desviaría mi atención a esa causa perdida.
En casa no era mejor la situación, ahora ignoraba olímpicamente a nuestros hijos alegando dolores de cabeza y cualquier otro conjunto de malestares, que según ella la obligaban a estar sola y en silencio desde el momento que traspasaba la puerta de entrada hasta que milagrosamente se sentía mejor y se iba a la calle a hacer no sé qué, supongo que, a encontrarse con su amante, aunque en realidad tampoco me importaba.
Al revisar los estados de cuenta había visto que estaba haciendo retiros semanales de la cuenta mancomunada que mantenía para sus gastos, así que al no saber qué hacía con el dinero ya que ni siquiera simulaba con alguna compra le restringí los depósitos en esa cuenta.
***
Pasadas cinco semanas desde nuestra última conversación me anunció que tenía cita médica, lo hizo en una de sus visitas a mi oficina y cuando ya estaba de pie para salir a la consulta, yo me encontraba en una conferencia telefónica muy importante y quise fulminarla, me limité a solicitar la dirección del consultorio y le indiqué que la alcanzaría allí.
El lugar era alejado del centro de la ciudad lo cual me disgustó bastante, al llegar ya el médico la había examinado, igual quise hablar con él y me confirmó que el bebé estaba muy bien, creciendo a un ritmo normal y tenía un tiempo de gestación de 9 semanas, internamente pensé que el tiempo coincidía con nuestro último encuentro sexual que por cierto fue iniciado por ella, recuerdo muy bien que ese día me recibió con una lencería muy sexy de encaje color rojo que despertó rápidamente mi hombría, siempre ha sido bella, con un cuerpo muy sensual y no dudé ni un segundo en hacerla mía apasionadamente, no obstante, la duda en mí se mantenía, hablaría sinceramente con mi padre, necesitaba hacer la prueba de paternidad lo más pronto posible. Al salir del consultorio me pidió irse conmigo en el automóvil ya que necesitaba decirme algo, accedí y ella despidió a Boris, su chofer y guardaespaldas, ya en mi auto y sin preámbulo alguno me espetó:
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papa soltero, historia familiar con rasgos de humor., familia contemporánea
Editado: 22.05.2024