Estaba en casa, aunque movilizaba mis piernas en las terapias, aun no podía caminar sin soporte así que la tarea nocturna con mis hijos se había reducido a leerles, Aitana se frustraba un poco porque no podía subirse a mi regazo, pero se calmaba cuando Archer comenzaba a explicarle las razones por las que no podía hacerlo, ya que mi pequeño se había visto hasta videos de como atender una fractura de fémur.
Me estaba convenciendo de que efectivamente sería médico porque la seriedad con la que le describía a su hermana los cuidados que yo debía tener, era impresionante, no puedo describir lo que sentía al verlo en esa fase. Mi hijo Bastián estaba enfocado en su propio plan de estudios que incluía escuela de administración, de negocios y finanzas, era recurrente en eso por lo que también estaba convencido de que sería mi sucesor en el Consorcio.
Aitana era otra cosa, porque de pronto sería cantante o veterinaria si veía algún animalito, también piloto si pasaba un avión, como vendedora de tickets en el parque porque la señora de allí era muy alegre y pensó que ese trabajo la hacía feliz, así que ella quería algo igual.
Perdido en los pensamientos sobre mis hijos y sus inquietudes profesionales me llegó la hora de dormir, mis padres me ayudaron a meterme en la cama y pude convencerlos de llevarme muy temprano al hospital, aunque papá me dejó muy en claro de que no iba a verla hasta asegurarse de las condiciones en las que Hoa se encontraba.
Debo confesar que fue la noche más larga, según mi percepción, cada vez que veía el reloj solo había avanzado un minuto o menos, al fin vi los rayos del sol asomándose en el horizonte y ahora me tocaba esperar pacientemente a que vinieran a ayudarme a levantar.
Mi problema era que me había fracturado el fémur de ambas piernas por lo que tenía clavos y una barra de metal en cada una, lo que, si bien no me impedía ponerme de pie o sentarme, si me resultaba bastante incómodo para acostarme o salir de la cama, ya lo había intentado por mi cuenta y fue muy doloroso.
Los niños vinieron con mis padres a darme los buenos días antes de irse al colegio, la fisioterapeuta me esperaba para la primera rutina del día, después desayunaría y por fin me llevarían a ver a Hoa.
En el hospital mi madre, Dafne, Octavio y yo nos quedamos en la sala de espera de la Unidad de Cuidados Intensivos mientras mi padre buscó al intensivista encargado de la guardia y así averiguar sobre las condiciones de Hoa, de más está decir que me encontraba muy nervioso, restregaba mis manos una contra la otra constantemente.
Octavio en silencio palmeaba mi hombro de vez en cuando tratando de calmarme o darme ánimos, no sé bien qué era lo que pretendía. Después de una larga hora apareció mi padre y por su semblante sabía que no traía buenas noticias, me olvidé de respirar mientras llegó hasta nosotros y comenzó a hablar:
–Efectivamente Hoa está despierta, trató de hablar, pero tiene muy irritada la garganta, pudo mover los dedos de las manos y el brazo derecho, tiene sensibilidad en ambas piernas, signos vitales regulares y nivel de oxígeno normal, pero ha perdido la memoria, la teoría es que es producto del trauma craneal y no por haber estado inconsciente.
–¿No sabe quién es? –pregunté ansioso.
–No recuerda ni su nombre, ni el accidente. El intensivista no considera prudente que te presentes ante ella, quiere intentar estimularla cognitivamente con ejercicios simples antes de someterla a una impresión que no sabemos los efectos que pueda causarle.
La tristeza que me invadió en ese momento, hizo que mis ojos se cristalizaran, estaba despierta y eso lo agradecía muchísimo, sin embargo, ahora debía esperar a que recuperara la memoria, le pregunté a mi padre:
–¿En cuánto tiempo recuperaría la memoria?
–Minutos, horas, días, semanas, meses, años, no sabemos hijo, de verdad lamento no poder darte una respuesta alentadora.
–¿Puedes hacer algo por ella? –insistí al borde del llanto.
–Como médico no, como tu padre voy a estar al tanto de cada ejercicio y en cuanto vea una mínima mejoría, te llevaré a verla, te lo prometo.
Estábamos a punto de irnos cuando los padres de Hoa llamaron nuestra atención.
–Buenos días, doctor Davis, ¿pudo hablar con el intensivista?, él nos dijo que esperaba por usted para saber qué conducta seguir con nuestra hija –manifestó el padre de Hoa.
–Buenos días, sí acabo de hacerlo, iniciaremos ejercicios para estimular su cerebro, eso nos dará un indicativo de las siguientes conductas.
–Nosotros tenemos en Japón un centro de reposo y rehabilitación, ¿cree que en su condición pueda viajar?, queremos internarla allí y continuar su tratamiento en un ambiente más natural.
–Señores –intervino Gaspar– su hija y yo vivimos juntos, somos pareja y aunque reconozco la buena intención de ustedes, no pueden llevarse a mi mujer a ninguna parte lejos de mí.
–Señor Davis, ya Dafne nos había informado sobre usted, atendería sus palabras si fuera su esposo, pero no lo es, así que no tiene ningún derecho legal sobre mi hija, su madre y yo podemos decidir perfecta y libremente lo que consideremos mejor para ella.
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Editado: 22.05.2024