La ceremonia de la iglesia no fue muy larga, luego de tomar algunas fotos nos dirigimos todos al restaurante, Hoa y yo íbamos en una camioneta con Aitana, Archer, Adhara y el pequeño Gadiel.
Bastián venía en otro vehículo con sus escoltas, por medidas de seguridad estábamos adoptando la disposición de que mi hijo mayor y sucesor principal en todo lo que había construido, viajara separado de mí, teníamos que asumir que no éramos personas corrientes por lo que lejos de parecer exagerado era lo más acertado.
Llegamos al restaurante, no era pequeño, pero nosotros conformábamos un grupo grande, así que estábamos muy juntos, enseguida sirvieron vino y quesos, una vez que estábamos todos los invitados y nos ubicaron en nuestros respectivos asientos, Dafne y Lucio dieron unas palabras de bienvenida y ordenaron servir la comida.
Degustábamos la deliciosa y abundante comida en medio de una amena conversación, cuando escuchamos unas detonaciones, enseguida el lugar se llenó de un denso humo, mi primer instinto fue proteger a mi familia, con dificultad los divisé a todos y Rodrigo con un arma en la mano estaba cubriendo a Hoa quien tenía contra su pecho a Gadiel.
Bastián estaba protegido por dos de sus escoltas que también estaban armados, yo tenía entre mis brazos a Aitana, Archer y Adhara, trataba de ocultarlos con mi cuerpo. Todavía había humo en el lugar cuando escuchamos una voz fuerte y clara que llamó nuestra atención:
–Damas y caballeros, requiero su atención por favor.
Este hombre tenía a Dafne de espaldas contra él pasándole un brazo por su cuello y la apuntaba a la cabeza, otros dos hombres tenían a Lucio y también le apuntaban a la cabeza, quedé paralizado.
Octavio estaba siendo sometido por tres hombres más y lo tenían apuntado, yo vi al resto de mis hombres e imperceptiblemente les ordené calma, debíamos saber qué quería ese hombre antes de cualquier acción.
–Lucio Bataglinni –continuó hablando el hombre– tenía prohibido pisar Italia, pero se atrevió a desafiarme amparándose en el poder de su patético y anciano abuelo, así que esto es una simple demostración de que conmigo no se juega, ustedes deben quedarse tranquilos y no entorpecer mi objetivo, una vez obtenga lo que quiero es posible que los deje ir sanos.
–¿Qué es lo que quieres Roccio? –preguntó Lucio.
–Que tu abuelo me ceda, por escrito, el control de todo, sé muy bien que tu padre y tus tíos, claudicaron a tu favor, por eso fuiste a Italia, a recibir la bendición del viejo para que cuando él muera todo pase a tu dominio, pero yo tengo otros planes.
Esto parecía un típico acto de mafiosos y lo que me asombraba realmente era lo que decía sobre que mi amigo, compadre y hermano, tendría el control de todo, yo lo observaba y sus ojos eran unos lanzallamas.
Estaba seguro de que ya Octavio y el mismo Lucio habrían activado las alarmas para que nos ayuden a salir de esto, pero mientras tanto este hombre nos tenía cautivos con muchos niños, por lo que nadie aquí adentro intentaría desatar un infierno de balas.
–Como estoy seguro de que aquí hay hombres armados, les voy a pedir amablemente que entreguen sus armas, señor Gaspar Davis, ordene a sus escoltas que se desarmen de inmediato, Lucio has lo mismo y Octavio Figuera igual. No intenten nada porque hoy no tendrán suerte.
***
–Señor, Guido Roccio está en Los Ángeles y trajo a muchos de sus hombres con él –advirtió Richard.
–Comunícame con los Bataglinni en Italia, por favor.
–¿Qué se te ofrece querido Thomas? –preguntó uno de los tíos de Lucio al responderle la llamada.
–Guido Roccio está en Los Ángeles.
–¡Fa cagare!, ubícalo ya, hay que proteger a Lucio.
–Entendido –respondió y cerró la llamada, marcando de inmediato el número telefónico privado de Mauricio.
–Hola hermano.
–Habrá problemas en el entorno de Lucio Bataglinni –informó escuetamente Thomas.
–Hoy es el bautizo de su hijo, no pude asistir porque Elizabeth se siente mal.
–Un rival italiano llegó a Los Ángeles, voy a actuar.
–Adelante, te cubro con todo.
***
Eran muchos hombres, estaban muy bien organizados y armados hasta los dientes, nos separaron poniendo a las mujeres y a los niños a un lado del salón, el resto de nosotros al otro lado, con el que parecía el jefe al frente manteniendo a Dafne y a Lucio bajo control con armas apuntándoles a sus cabezas.
Mi sangre hervía, mi mujer y mis hijos en peligro me hacían tener los más oscuros instintos, observaba todo buscando una oportunidad porque sabía que mis hombres no habían entregado todas sus armas, a pesar de que los habían revisado.
Sé que en alguna parte de su cuerpo hay algo que puedan usar para defenderse, aunque estábamos en desventaja aquí adentro ya que al ser una fiesta familiar llevé la mínima escolta.
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Editado: 22.05.2024