AITANA DAVIS
Recibo una videollamada y son mis padres, me alegra y al mismo tiempo me extraña por lo que luego de saludarlos, les pregunto directamente:
–¿Qué sucede mis padres adorados?
–Manuel Eduardo, estuvo aquí –espetó mi mami Hoa–, nos pidió tu dirección para visitarte y hablar contigo.
–¿Hablar de qué?
–Quiere saber si tú aun aceptarías casarte con él.
–¿Está loco o qué?, hace tiempo me dejó bastante claro que la fidelidad no es lo suyo.
–Esa es otra cosa que quiere conversar contigo –intervino mi padre.
–No hay ningún tema interesante que quiera tratar con él.
–De acuerdo mi princesa, pero era nuestro deber preguntarte.
–Gracias papito lindo.
–Cuéntanos, ¿cómo va el trabajo?
–Excelente, estoy aprendiendo mucho, conociendo el trasfondo del diseño y relacionándome mucho con todo el entorno. Ahora mismo estoy preparando unos bocetos para una obra de teatro, cuando los tenga más avanzados se los muestro.
–Perfecto mi preciosa, me alegro mucho –señaló mami Hoa.
–Te dejamos princesa para que sigas diseñando, un beso, te amamos inmenso.
–Yo también te amo papito y a mi mami Hoa también la amo mucho. Un beso enorme para cada uno.
Si será descarado, pero le falló el plan, seguro quiso ir a congraciarse con mi papá, para poder venir cabeza fresca para acá, pues que equivocado vives Manuel Eduardo, lástima que no te llegan mis mensajes, pues se los digo al universo, en tus sueños Manuel Eduardo, en tus sueños me casaría contigo, grandísimo mentiroso y traidor, ¿qué te habrás creído?
Yo he estado saliendo con Fernanda, su encantador novio Giovanni y con su mejor amigo Warrin, un australiano esculpido con mucho cuidado por los mejores escultores del universo. Nos hemos besado varias veces porque tiene unos labios adictivos, mi cuerpo se llena de agradables sensaciones cuando estoy en sus brazos.
Vamos lento, dándonos la oportunidad de conocernos y estamos muy bien. No se lo he mencionado aun a mis padres porque por ahora solo somos amigos, no me considero su novia, pero si estoy segura de que le gusto tanto como él a mí.
Hacía un mes de la conversación con mis padres sobre Manuel Eduardo y aunque a veces lo recuerdo, cada vez está menos presente porque Warrin se ha encargado de eso. Hoy es día de cena en casa, los chicos cocinan, entretanto Fernanda y yo estamos en la barra de mi cocina conversando animadamente.
La visión de esos dos ejemplares tan atractivos es gratificante, reímos con sus comentarios y con las caras que hace Warrin cuando Giovanni le da alguna instrucción.
Estoy por servir más vino en nuestras copas cuando suena el timbre, extrañada voy a abrir y allí en mi puerta está en todo su esplendor Manuel Eduardo Rebolledo Araque, en sus manos flores y vino, se me olvidó respirar por unos segundos, hasta que escuché la voz de Fernanda tras de mi preguntando quién era.
–¡Joder!, pero si es el tío liado con mi hermana Federica –exclamó Fernanda apenas lo vio.
–¿Qué haces aquí Manuel Eduardo?
–Necesito decirte muchas cosas Aitana, ¿puedo pasar?
–No es buen momento –¿quién llegó hermosa?, –pregunta Warrin parándose a mi lado y colocando su brazo sobre mis hombros–. Es un amigo de Los Ángeles –le digo.
–Bueno adelante, estamos preparando la cena –dice Warrin amablemente y extendiendo su mano para saludar a Manuel Eduardo, quien frunció el ceño desde que lo observó acercarse a mí.
Fernanda le quitó la botella de vino de las manos y él extendió las flores hacia mí mirándome fijamente, yo batallé con las ganas de rechazarlas, pero no quiero hacer una escena porque eso implicaría darle explicaciones a Warrin y en este momento no sabría qué decirle, porque en mi mente estoy furiosa por tener a Manuel Eduardo aquí, pero mi corazón salta anormalmente, sin contar el calor que subió desde mis pies hasta mis caderas ni el frío que tengo instalado en mi espalda.
Desde que nos vimos en España está más guapo, ¡Ay Dios!, ¿qué pasa conmigo?, le hago señas de que avance hacia la cocina, Fernanda le presentó a su novio Giovanni y este le preguntó si deseaba vino o cerveza.
Manuel Eduardo pidió agua y Warrin con confianza saca una botella de agua del refrigerador y se la extiende, comienzan a preguntarle cosas sobre mí del colegio porque mi amiga les ha dicho que nos conocemos desde niños.
Él comenzó a describirme, a mencionar las fiestas en mi casa y yo asustada pensando que en cualquier momento diría que cuando tenía 8 años acepté casarme con él. No lo mencionó y lo agradecí internamente, la pasta estuvo lista, la salsa les quedó muy sabrosa y todos comimos una generosa ración.
Un par de horas después Manuel Eduardo no daba señales de querer irse, Warrin tampoco y yo no sabía cómo salir de esa situación, no contaba con Fernanda porque me daba mucha vergüenza decirle que el chico que se follaba a su hermana es o era mi prometido desde niña.
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papa soltero, historia familiar con rasgos de humor., familia contemporánea
Editado: 22.05.2024