Me llaman Dora

III Vencida.

Al final me he distraído tanto que llegamos a la clase sin que yo haya dicho mi nombre, la profesora me regaña y a Diego por no haber estado en la materia de dos lecciones anterior.

- Lo siento es que me quede dormida -digo omitiendo la mayoría de verdad.

- ¿Cual es su escusa? -dice señalando a Diego.

- Estaba con ella, no tengo una escusa solo decidí quedarme a su lado -suspiro tranquila al notar que no ha dicho lo que me han hecho.

- ¡Profe, estaban solos! ¿Les va a creer? -miro a un chico con las mejillas llenas de adne que nos mira con una sonrisa burlona.

- ¡Uy! -grita uno con frenillos.

- Puti-Dora -dice una chica a su amiga en un tono que todos pueden escuchar.

La clase se llena de risas, debido al comentario; por fin entiendo y una furia con pena me llenan por completo.

Siento que el cuarto se vuelve negro y me absorbe, no puedo desmentir eso y aún que lo hiciera nadie me haría caso, con las pruebas o no seguirían diciendolo.

Pero yo no hice nada con Diego, yo ni siquiera he dado mi primer beso, los comentarios que me tratan de "zorra" se están volviendo borrosos pues solo me sumerjo en mi mente.

No soy una zorra, no soy una puta, no es verdad, no es verdad.

- ¡BASTA! -grita la profesora mandando a todos a cerrar la boca y a mí me obliga a salir de mi mente.

La miro y ella a mí, parece creer lo que mis compañeros han dicho y solo señala dos lugares frente a ella, libres.

Trago grueso, su mano no tiembla pero de alguna forma siento que sus venas están pulsando con fuerza por la furia con la que me mira.

Antes de sentarme veo a Diego y parece incomodo, es obvio que no le agrado lo que dijeron, pero no está furioso, esta como distante.

Nos sentamos y él frota su pulgar con su índice tarareando una canción, en voz baja.

La profesora parece olvidar el asunto, como es obvio en los profesores si se trata de mi y empieza a dar la clase.

Poco después veo que Diego no se ha calmado y apenas si presta atención a la clase, apuntando algunas cosas que dice la profesora.

- Oye, ¿calma, sí? -digo tratando de restarle importancia a lo que han dicho.

- Quise romperles la boca -me dice sin dejar de frotar sus dedos-. Y aún lo deseo -confianza en un tono bajo apretando los dientes.

- No han dicho nada fuera del planeta, no debería hacerte sentir mal, digo es lo que a los hombres les gusta. Tener fama con las chicas.

- Generalizas y eso es malo, no deberías hacerlo -dice como regañándome y suelta el aire despacio cerrando los ojos-. No a todos les gusta y menos a mí.

- ¿Por qué tu menos? -pregunto sin comprender.

Él me mira y desvía la mirada con una cara de mal estar.

- Mi madre me enseñó a respetar a las mujeres y así lo hago, no me gusta como te han tratado y la conclusión que han sacado de mi.

- Pues tendrás que acostumbrarte -respondo levantando mis hombros.

- Creí haberte dicho que esto no está bien, no me acostumbrare a nada; los pondré en su lugar -dice en un tono más calmado pero hay un filo en su voz que me hiela piel.

- ¿Qué pretendes hacer? ¿Golpear hasta que te golpeen a ti? -digo achinando los ojos por mi desconfianza a su plan.

- Vives en una burbuja de opresión -es lo único que dice y vuelve su mirada hacia el pizarrón.

- ¿A qué te refieres? -pregunto en un tono burlón al no entenderlo.

Me mira y hasta que se unen nuestros ojos me habla.

- Te has dado por vencida.
 

-*-*-
 

Camino hacia mi casa despacio, ha sido un día largo pero más llevadero que los anteriores gracias a Diego.

Aún que después de lo que me dijo no respondí más.

¿De verdad me he dado por vencida? Honestamente no he hecho más desde que vi la reacción de mis profesores y de lo que me causaba hablar pero no considere haberme rendido.

Entro a casa y dejo mis zapatos a un lado, mamá gusta mucho de la costumbre de los asiáticos de quitarse los zapatos al entrar a un hogar y por ello debo hacerlo.

Mientras dejo mis zapatos camino hasta mi cuarto y me cambio la ropa, dejo las medias en el canasto, llevo mis cuadernos a la mesa de la sala para poder estudiar pero justo cuando entro a la cocina para agarrar algún liquido, mi mamá me aparece de frente.

- ¡Eh! ¿Cuándo llegaste, amor? -dice al verme y agarro algo que estaba detrás de la puerta para amarrarse el cabello.

- Hace como media hora, ¿qué haces? -digo sentándome en la mesa mientras mezcla algo con rapidez.

- Tu postre favorito -la miro sin entender la razón y antes de que pueda preguntar vuelve a hablar-. Mañana cumples años, por si lo has olvidado.

Pienso en el vestido con estilo princesa que se encuentra en el cuarto de mi madre, en los adornos de bisutería que me dio mi abuela antes de morir y en los tacones que compre junto a papá solo para hacer feliz a mamá.

Cumpliré quince años por fin, de niña siempre imagine mi fiesta con mi mejor amiga, una que nunca existió, con el tiempo la idea de esa fiesta solo se volvió algo del pasado, mi deseo de una celebración así es nula.

Mamá desea que invite a mis amigos pero los únicos que he llegado a tener se tuvieron que ir a su cuidad natal.



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En el texto hay: secuestro, bullying, abusador

Editado: 06.03.2019

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